EL EXILIO INTERIOR

¿Y ahora qué?


martes 16 enero, 2018

La Monumental, con sus luces apagadas al toreo desde la Mercè de 2011, se viste ahora de luto por la muerte de Pedro Balañá Forts, ¿pero qué ocurrirá a partir de ahora?

La Monumental, con sus luces apagadas al toreo desde la Mercè de 2011, se viste ahora de luto por la muerte de Pedro Balañá Forts, ¿pero qué ocurrirá a partir de ahora?

PACO MARCH

La Monumental, con sus luces apagadas al toreo desde la Mercè de 2011, se viste ahora de luto por la muerte de Pedro Balañá Forts, segundo eslabón de una saga fundamental en la Historia de la Tauromaquia.

Nacido en Barcelona el 12 de diciembre de 1924, era hijo de Pedro Balañá Espinós, cuya irrupción en el panorama taurino de la ciudad, en 1927, supuso un antes y un después en la Fiesta. Ya en 1930 Barcelona, con sus tres plazas (El Torín, Las Arenas y la Monumental) era ya la ciudad de España donde más corridas se daban y su condición de supremacía en el planeta de los toros, indiscutible y reafirmada años después con Manolete y Chamaco. Desaparecido El Torín, Balañá explotaba las otras dos plazas hasta que en 1947 adquirió en propiedad La Monumental.

A la muerte del patriarca en 1965, Pedrito -que así se le conoció aún en la vejez – heredó el imperio familiar (toros, cines, teatros) , que en lo taurino se amplió a Palma de Mallorca, Jerez de la Frontera o Linares, también Sevilla .  Cataluña vivía la eclosión del primer turismo y en las plazas de la Costa Brava a él se consagraba un espectáculo taurino lejos del rigor requerido. Cuando ese modelo  poco modélico se “exportó” a las plazas de la capital, para rentabilizarlo aún más, supuso el paulatino pero constante abandono de una afición que no se reconocía en él.

El cierre de las Arenas en 1977, al cabo de los años convertida en horripilante monumento al consumo (salvada la fachada, pero sin ninguna referencia a su historia taurina) dejó a Barcelona sólo con una plaza y una programación errática, apenas revitalizada en los últimos años por la eclosión de José Tomás, cuyo impacto es equiparable al de Manolete y Chamaco en su tiempo. 

Sucesivas medidas políticas y administrativas, como la prohibición de plazas portátiles o el acceso de los menores, amparadas desde los medios de comunicación con el silencio o la manipulación sobre el hecho taurino, que desembocarían en la prohibición definitiva de julio de 2010, no tuvieron la necesaria respuesta desde la casa Balañá, cuya gestión taurina llevaba ya desde hacía tiempo Pedro Balañá Mombrú, hijo de Pedrito, mientras la otra hija, María José lo hacía con los cines y teatros, repartidos por toda la geografía urbana de Barcelona.

Apoderado de toreros, directamente (El Viti y Tono Chamaco, entre otros) o por personas de su entorno empresarial, como el gran Manolo Cisneros (Curro Romero, Esplá) o Matilla, el hoy fallecido empresario era hombre discreto, habitual en la Monumental y fue en la última corrida donde dijo aquello de que no se moriría sin volver a ver toros en ella. Una ilusión, una esperanza, que también era la de los aficionados.

Por eso, con su desaparición se abre un interrogante ¿y ahora, qué?.

En estos años trascurridos desde la entrada en vigor de la prohibición (enero 2012) los aficionados han mantenido una constante lucha por revertir la situación. Una ILP impulsada por quien fue presidente de la FETC, Luis Mª Gibert apoyada por medio millón de firmas sirvió para que, tramitada en el Congreso, se convirtiera en declaración de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial al tiempo que el recurso presentado ante el TC  acabó , hace algo más de un año, con el fallo favorable al retorno de los toros a Cataluña.

Ocurrió sin embargo que Pedro Balañá Mombrú alegó sucintamente que “de momento” no iba a dar el paso de, al menos, intentar reabrir la Monumental al toreo, sólo fuera  por ver cumplido el anhelo de su padre, a la espera de unos tiempos mejores que , hoy por hoy, ni se atisban.

Siendo así, la respuesta a la pregunta parece obvia.