JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
A tan sólo unas horas de presentarse
oficialmente en Madrid, André Viard sabe que tiene delante de sí el gran reto
de confirmación de alternativa de su nueva obra itinerante: Tauromaquias
Universales. La exposición de la que ya Olivenza, Valencia y Zaragoza fueron
testigo en los primeros compases de la temporada, llega a la plaza de Las
Ventas con el objetivo de ser lanzadera para las Ferias del resto del año. La
historia del uro desde sus inicios, de la bravura de un animal único hasta la
actualidad y del paso del tiempo en esta Fiesta milenaria puede visualizarse
con la estatua del animal sagrado presidiendo la muestra. Hablamos con el
propio Viard.
¿Qué se va a encontrar el aficionado que
acuda a los toros y, en los primeros días de San Isidro, decida acudir antes a
la exposición Tauromaquias Universales?
El
proyecto trata de mostrar que la tauromaquia, en el sentido más amplio de la palabra,
no es una invención reciente y no es una cultura reducida a España, sino que es
una manifestación cultural que se desarrolló en todo el entorno Mediterráneo y
en gran parte de Europa y que por circunstancias históricas se redujo, a partir
del siglo XVII, a la Península Ibérica y al sur de Francia. ¿Por qué? Porque en
todas las otras regiones, el uro salvaje se aniquiló y los bovinos que
procedían de él se domesticaron. No quedó ningún toro salvaje fuera de España y
del sur de Francia. De forma milagrosa, el hecho de que los descendientes salvajes
y bravos del uro hayan sobrevivido, ha permitido que se sigan practicando las
tauromaquias que en la exposición se muestran.
Esta teoría tira por tierra todas las
conjeturas animalistas actuales que dicen que el toro es una creación humana
para una Fiesta artificial…, ¿no?
El
bovino ancestral es el bravo, el agresivo. Entonces puede desaparecer la vaca
lechera, porque se puede volver a inventar; puede desaparecer el limusino, especies
que se han creado por humanos; pero no puede desaparecer el toro bravo porque
es la raza fundamental de la que salen las otras y si desaparece, no se puede
volver a inventar porque la bravura no es una máquina, es un carácter. Y el
carácter el hombre no lo puede inventar. La raza nace con este carácter, que el
hombre ha preservado. Por eso los animalistas no pueden y no quieren entender
esto, porque lo que quieren es abolir la corrida porque piensan que sería un
símbolo muy fuerte en su lucha global, que es hacer que el hombre no pueda
utilizar más a ningún animal para ninguna actividad.
Todos sabemos que el grueso animalista
empieza por el Toro de la Vega, sigue por las corridas de toros y terminará por
hacernos a todos vegetarianos…
La
lucha contra los toros es sólo una pequeña parte de su proyecto, en la que los
convertiría pasar a otras metas más amplias. Por eso es importante. Estamos en
una lucha de civilizaciones ahora mismo. Desde que el hombre se hizo hombre y
salió de la animalidad para hacerse humano, el mundo se organizó bajo un
concepto muy sencillo que es el antropocentrismo: el hombre tiene derecho a
adueñarse de la naturaleza y lo hace por mérito propio. Era un animalito muy
pequeño, sin armas, sin dientes grandes… y la única fuerza que tenía era su inteligencia.
Y gracias a esa inteligencia, el hombre se ha hecho dueño del planeta gracias a
las otras especies. ¿Que abusó en cierto caso? Pues seguro, y por eso la
ecología tiene una función muy importante para regular el uso de los animales.
Pero existe otra ecología, que es la que llaman ecología profunda, que no
quiere sólo regular la actividad humana.
¿En qué más teorías o dogmas se basan estos
grupos para tirar por tierra la historia milenaria de la tauromaquia?
Hay
otro dogma, el biocentrismo, que dice que el hombre no es el centro de la
creación, sino una especie más, que no tiene más derecho y que no tiene por qué
adueñarse de los demás especies. Vemos que es una teoría que nace de la
ideología nazi, que se conceptualizó antes de los años 30, que luego se
extendió poco a poco a través de filósofos y que ahora mismo ha dado a luz en lo
que se llama la ecología profunda y, por ende, en todos los movimientos
animalistas, y en una pequeña parte de éste, en el antitaurino. Es muy
peligroso, quieren abolir toda actividad humana relacionada con el animal y
hacer del humano un animal más. Contra esto hay que luchar, no sólo los
aficionados, sino los ciudadanos y los responsables políticos, que están
elegidos por humanos para defender a los humanos, no para defender a los
animales ni para hacerlos retroceder a la condición animal.
Ahora, que está de moda financiar con dinero
público exposiciones animalistas como Carmena ha hecho con 40.000 euros en «Madrid,
capital animal”, el toreo se autofinancia para mostrar su verdad. Y en eso la
Unión Nacional de Picadores y Banderilleros ha apostado firmemente.
Estoy
tremendamente agradecido. Es muy simbólico. Ver a toda esta gente movilizarse
así y patrocinar la exposición en Las Ventas me llena de orgullo, porque veo
que los toreros han entendido cuál es la naturaleza del problema y qué es lo
que se juegan. Vamos mucho más allá de la Fiesta taurina. Defendemos un
proyecto de civilización que existe en todas las religiones, en todas las morales
y en todas las filosofías. Primero el hombre, el mundo que lo rodea, después.
Lo han patrocinado y estoy muy agradecido a ellos, como lo estoy con los otros
patrocinadores. EL primero que creyó en el proyecto fue Simón Casas, por eso
hemos estado en Valencia y Zaragoza, además de Olivenza con su Ayuntamiento y
con el empresario José Cutiño. Ya estamos trabajando con la Casa Chopera para
Salamanca. Es un proyecto en el que no ha habido exclusiva, como hacen algunos
toreros, sino con el que ha habido que ganarse la repetición, y pienso que el
mundo del toro se va a involucrar y va a apostar.
¿Y si diéramos la vuelta a España?
Ojalá demos la vuelta a España y demos la
vuelta a la tortilla, porque cuando se ve que en Madrid el Ayuntamiento
financia con el dinero de todos los madrileños, con los impuestos de todos los
ciudadanos, aquí sacamos pecho y decimos la verdad con nuestro dinero. Esa
exposición de «Madrid, capital animal” es un himno al odio hacia el humano.
Sobre todo ese cartel. Que unos responsables
políticos de una ciudad tan importante se atrevan a eso es muy grave. No es un
problema político, es un problema humano. ¿Qué tipo de persona puede estar
detrás de estos ataques y qué tipo de políticos puede financiarlos? ¿Qué tipo
de funcionario puede trabajar para ello? Es un crimen contra la figura de Goya.
Que los antitaurinos comparen la obra de Goya con lo que han hecho cuatro
artistas fracasados es un crimen hacia la figura histórica de Goya, ¿quién lo
permite?
Y lo más importante, ¿hasta qué día estará la
exposición en Las Ventas, qué horario tiene y cuál es su futuro más inmediato?
Ahora
mismo está abierta durante las mañanas, de 10 a 13:30, y por las tardes, una
hora antes del festejo, pero acabamos el día 8. Hay que darse prisa. Hay mucha
gente que se está quejando, que dice que por qué no se ha quedado todo San
Isidro, pero esta es la mejor contestación a «Madrid, capital animal”. Esta es
la dialéctica que hay que emplear contra los ataques para intentar difundir en
la sociedad otro mensaje que el que hay, porque ahora mismo el que hay es el que
han escrito los antitaurinos. Nosotros no hemos tenido hasta ahora un relato
fundacional como el que tienen los antitaurinos, y ahora lo poseemos con
Tauromaquias Universales, con la exposición y el documental. Hace falta
difundirlo, con las Universidades y los colegios. Es fácil, pero hay que
meternos manos a la obra porque si no nos van a ganar no la batalla con las
ideas, pero sí la de la comunicación, porque emplean medios económicos
extraordinarias mientras nosotros tenemos que luchar con cuatro duros. Si no se
encuentran patrocinadores, no llegará a verse en toda España. Ellos mueven millones
de euros, y nosotros vamos juntando mil euros por mil euros para sacar esto
adelante. Pero la fe no nos falta. Destaco, de nuevo, en la gente que ha creído
hasta ahora en el proyecto. Hemos hablado de ir a la Universidad de verano de
Almería, a Burgos, a Gijón, a Albacete… como un torero que está haciendo su
campaña. Si estamos bien, que nos repitan…
El Relato
Fundacional de Tauromaquias Universales
La fe nace del
dogma. No existe mito, religión, moral o ideología sin un relato fundacional
que ofrezca un dogma a todos sus seguidores. Escrito hacia el año 2000 antes de Cristo, el
poema épico de Gilgamesh –quien, entre otras hazañas, mató al Toro Celeste- fue
el primer relato fundacional que abordó la búsqueda de la inmortalidad y sirvió de base para las religiones
mesopotámicas. Después, sobre el siglo VIII a.C, nació la Biblia, poco antes de
que los pre-socráticos griegos estableciesen los cimientos de la filosofía. Todos fundamentan su visión del mundo en el
antropocentrismo, según el cual el hombre es el eje de la Creación.
Nacido a mediados del siglo XX y
radicalmente opuesto a todos los grandes mitos, religiones y morales
anteriores, el relato fundacional vegano
nace del naturalismo nazi, germen de la ecología profunda. Ésta conceptualiza
el dogma del biocentrismo, el cual decreta que todas las especies deben gozar
de los mismos derechos y que el hombre es sólo un animal más. La
consecuencia de este relato fundacional es que hay que prohibir todas las
actividades humanas que utilizan a los animales, empezando por la corrida de
toros: según el relato de los veganos, «
la Fiesta es tortura y la tortura no es cultura ». Este relato mentiroso no
supondría peligro alguno si hubiera otro, con la misma capacidad de difusión,
capaz de restablecer la verdad. Pero como no existe, el relato vegano está
difundiéndose en todas las sociedades modernas con la misma facilidad que los
grandes relatos fundacionales en la humanidad primitiva: hoy en día, para las nuevas generaciones, declararse vegano -y
antitaurino- equivale a reivindicar su progresismo cuando, en realidad,
significa militar, de forma más o menos consciente, a favor del fin de una
civilización llena de valores ejemplares y apoyar el advenimiento de otra
civilización cuyos fundamentos son subversivos.
Es fácil entender el peligro de la situación: si frente a
este relato demoledor sólo somos capaces de asegurar que Morante es un artista
grandioso y Cobradiezmos un gran toro bravo -ambas cosas ciertas, por
supuesto-, no podremos detener el avance de esta ideología difundida por una secta
liberticida que extiende sus tentáculos a nivel mundial con la constancia de la
gota de agua, capaz de penetrar en la roca más dura. No se trata, obviamente, de convencer a los veganos de que están
equivocados como en todas las sectas su integrismo los vuelve fanáticos-, sino
de dirigirnos al resto de la sociedad para explicar, a través de otro relato,
lo que la Tauromaquia es y representa. Aunque parezca mentira considerando
el imponente número de obras que los toros han inspirado a través de los
siglos, este relato fundacional no se ha
escrito antes de «Tauromaquias
Universales», que llega en el momento oportuno para llenar este
vacío.
Su fundamento es incuestionable: 20 milenios antes de los primeros relatos
escritos, los cuales ensalzan la figura del hombre como eje del mundo y de la
naturaleza, las pinturas parietales de Villars y de Lascaux sientan las bases
del antropocentrismo que las religiones y morales posteriores erigieron en
dogma universal.
¿Qué
vemos en Villars? Un hombre desafiando a un toro, arriesgando su vida para
matarlo y asegurar así el futuro de su gente.
¿Qué vemos en Lascaux? Un hombre derrotado por el toro,
después de haberlo herido de muerte.
¿Dónde se encuentran ambas pinturas? En el ábside de dichas
cuevas, lo que demuestra su dimensión religiosa.
¿Qué
es lo que se venera? No al toro, sino al hombre que sacrifica su propia vida
para salvar la de los demás.
El
relato fundacional de las Tauromaquias Universales parte de esta dimensión
religiosa y de la figura crística que se le atribuye al hombre cuando se
enfrenta al toro. Esto nos permite atribuir a la corrida de toros moderna una
justificación más universal que el arte de Morante o la bravura de
Cobradiezmos. Ambos son el Grial que los aficionados persiguen, pero también la
manifestación contemporánea del hecho fundador: su valor real reposa en que
legitiman la fe y regeneran el dogma.
Hace 23 milenios, cuando pintaron la
«tauromaquia» de Villars, nadie cuestionaba que el hombre matase al
toro: era la condición de su supervivencia. Después de extraerse de la
animalidad -en parte gracias a la alimentación, la cual enriqueció con la carne
de las demás especies, favoreciendo el desarrollo superior de su cerebro lo
que, a su vez, permitió que el hombre primitivo inventara las armas que la
naturaleza no le había otorgado-, nuestro lejano antepasado salió a la
conquista del planeta adueñándose de él. Y el
primer héroe de la Humanidad, homenajeado en la cueva de Villars, fue un
cazador de toros. A continuación, a lo largo de veintitrés milenios, las
Tauromaquias Universales simbolizaron esta lucha por vencer a la naturaleza,
hasta que todas desaparecieron en las regiones donde se desarrollaron, a medida
que el toro salvaje desaparecía en ellas. Este rito nacido con la Humanidad se
perpetuó, sin embargo, en España y en el Sur de Francia, donde algunas ramas
procedentes del uro primigenio consiguieron resistir a la erradicación y
superaron la domesticación. Entre tiempo, la lanzada de los principios había
dado a luz unas prácticas más sofisticadas, hasta llegar a la corrida moderna
que las sublimó cuando el hombre inventó la muleta: a partir de ese día, el 15
de agosto de 1720, la lucha brutal evolucionó hasta el arte delicado.
Hasta hoy, esta
historia no se había contado de forma global y la ausencia del relato
fundacional permitió que los veganos difundieran sin complejos algunas mentiras
tan colosales como la supuesta condición anti-taurina de Goya, el origen
franquista de la tauromaquia, o la leyenda de los suplicios al que, según
ellos, los aficionados someten al toro antes de lidiarlo en la plaza: agujas en
los testículos para que no se pueda tumbar durante varios días, vaselina en los
ojos para que no vea bien, algodón en el morro para que no pueda respirar,
sacos de arena sobre los riñones… unas fantasías que dicen mucho de sus
propias patologías.
La
creciente influencia de la ecología profunda explica los ataques que sufre la
Fiesta, pero también la involución de las mentalidades: mientras que el hombre
primitivo se apropiaba de manera simbólica de las virtudes del animal salvaje
que combatía o sacrificaba, el hombre moderno proyecta su neurosis sobre las
especies que ha domesticado. Si las
representaciones zoomorfas de la Antigüedad respondían a una necesidad de
trascendencia, el antropomorfismo contemporáneo hace regresar al humano hacia
la animalidad.
En contra de todas estas mentiras, hoy en día, el toro
sigue siendo un animal distinto entre todos por el trato privilegiado que el
hombre le dedica. Cierto es también
que el torero que pone su vida en peligro enfrentándose a él sigue ofreciendo a
los humanos un alimento fundamental. No se trata de satisfacer necesidades
meramente materiales – la carne del toro, por ejemplo- sino sobre todo
espirituales: sacrificando al toro de
manera ética en el altar de la estética, el torero ofrece al mundo una catarsis
liberadora.
Éste es el relato fundacional que las
Tauromaquias Universales ofrecen con su exposición y su documental. Si somos
capaces de difundirlo dentro de una sociedad que desconoce totalmente los
valores de la Tauromaquia, podremos detener los estragos provocados por el
relato negativo escrito sobre la Fiesta por los anti-taurinos, parte visible
del iceberg vegano. Un relato que,
gracias a la potencia comunicadora que brinda a sus autores la ayuda interesada
de unas ONG oportunistas o de unas industrias que se nutren del mercado de las
mascotas, consiguió atraer a parte del mundo político en la telaraña
animalista, hasta provocar que algunos partidos se atrevan a cuestionar la
existencia de una cultura milenaria compartida por decenas de millones de
ciudadanos.
A la vista del desinterés o de la animadversión de los
medios generalista hacia la Fiesta, no será fácil contrarrestar el relato
animalista. Pero se debe intentar, puesto que es la única vía de salvación que
tenemos actualmente.
Afortunadamente, si no podemos contar con el apoyo de
muchos medios generalistas, disponemos de Internet, el mismo arma empleada por
los veganos para acorralarnos: de ahora en adelante, le toca a cada aficionado
convertirse en apóstol de su cultura, para difundir por todas partes, a través
de las redes sociales, el documental Tauromaquias Universales con el fin de
compartirlo en el mundo entero. Por
eso se realizó en español, en francés, y dentro de poco en inglés, portugués… y
quizás en chino.
De la misma manera, los actores del mundo taurino deben
apoyar la logística de la exposición, cuyo objetivo es instalarse en todos los
pueblos taurinos, todas las universidades, todas las ciudades, y sobre todo, en
aquellas donde el peligro tiene nombre y apellido. Hay una cosa segura: a cada
ciudadano que acaricie el Toro Mítico instalado en el laberinto de la
exposición, le pasará lo mismo que a nuestros antepasados cuando se acercaban a
sus tótems mágicos. En él, encontrarán la fuerza para resistir a la
desesperanza y para luchar por su pasión.
Defender la Fiesta
es defender un modelo de civilización, mientras que prohibirla supone darle la
espalda a la historia de la Humanidad. Quizás esta afirmación le parezca
algo rimbombante a los incrédulos, pero si se esfuerzan en estudiar el legado
del Museo de las Tauromaquias Universales, verán la Fiesta como es, y no como
se la han contado:
–La Fiesta
simboliza la elevación del hombre primitivo, desde el estado de natura al
estado de cultura, superando su instinto de supervivencia a través de una
búsqueda ética y estética, la cual transformó la caza original en una práctica
artística universal.
–La Fiesta
representa también la apropiación por parte del pueblo de un privilegio real, y
un ejemplo de convivencia entre las clases sociales. Además, ante la
violencia homicida de la sociedad contemporánea, la muerte del toro, colofón de un ritual solemne, cumple una innegable
función social y reconciliadora, comparable a la de los misterios de la
Antigüedad.
–Finalmente, la
Fiesta es un factor de preservación de la biodiversidad mediante la
conservación de una especie en su medio ambiente, respetando su identidad y
bienestar dentro de los límites de su función: combatiente temido y respetado,
el toro es el indicador del valor del hombre que se enfrenta a él, quien pone
en riesgo su propia vida, ofreciendo de manera digna el único fin digno de su
grandeza.
Como
todas las culturas que no atentan contra los derechos humanos, la corrida debe
ser respetada en nombre de la diversidad, pero sobre todo en nombre de los
derechos universales que porta, y que la convierten en un incuestionable
Patrimonio de la Humanidad.