TOROS PARA NIÑOS

Los toros también son para los niños


martes 16 junio, 2015

Lejos de la educación que cada padre quiera dar a sus hijos, está la educación que el resto de los padres quiera dar a los suyos

Lejos de la educación que cada padre quiera dar a sus hijos, está la educación que el resto de los padres quiera dar a los suyos

Así pues, en la mayoría de las ocasiones,
la educación se convierte en algo tan abstracto e intangible que atiende a la
interpretación de cada uno. En el caso que nos ocupa, la tauromaquia,
pretendemos analizar y rebatir las bases en las que se se fundamentan los
deseos de prohibir el toreo a los niños.

A los más pequeños, la fiesta de los
toros les podrá gustar más o menos, de igual manera que a un adulto. El niño
podrá aprender a entender lo que ve, igual que el adulto, y a diferenciar entre
el hombre y el animal, y entre el toro y su gato o perro de compañía.

Para denostar la tauromaquia y cuestionar
su futuro, se utiliza como arma arrojadiza el veto al menor, al niño, a la
clase más débil del engranaje que forma nuestra sociedad. Los argumentos que
esgrimen quiénes defienden estas prohibiciones, se basan en imponer su criterio
de entender el toreo como «una práctica violenta y sanguinaria»,
huérfana de otros valores que no sean «ver sufrir a un animal».

Evidentemente, defender posiciones
opuestas a estos argumentos sobre quien solamente quiera ver la sangre
derramada por el animal, se torna cuestión imposible de cualquier debate.

Para quien la defienda y sienta más allá
de ver la sangre (a veces del propio hombre), no le quedarán dudas de que esta
fiesta es la más culta, siempre admirada por las personalidades más influyentes
del mundo de la cultura de todas las generaciones y capaz de parar el tiempo
cuando se contemplan pasajes de belleza y emoción tan efímeros como
irrepetibles. La barbarie empieza, y termina, en quien pretende comparar la
vida de un hombre con la de un animal.

La hipocresía con la que se defienden
estos argumentos vacíos de coherencia, apartan la retransmisión de festejos
taurinos por televisiones, como defensa del menor, pero aceptando que los niños
puedan ver primeros planos de matanzas de civiles en guerras, o imágenes de
hambrunas con auténticos cadáveres agonizantes, una hora y media después.
Parece ser, que el primer mandamiento para el adoctrinamiento en la fe de la Taurofobiaes inculcar que la vida de un hombre es menos que la de un animal.

Pero puestos a cuestionar lo que ven los
niños por televisión, y desmontar la teoría de la «violencia del
toreo», repasemos las series de animación (no nos olvidemos que están
realizadas expresamente para ellos) y apreciaremos que los argumentos de cada
episodio se basan en matar o destruir al adversario. Incluso en las cadenas más
«verdes», las más antitaurinas, aprovechan la sobremesa para la
emisión de series de animación que por argumento y vocabulario, sacan los
colores a la hipocresía más progre.

Bajo la justificación de la existencia de
«crueldad y violencia» en la lidia, los abolicionistas justifican que
se genera espontáneamente más violencia de manera automática. Es decir, que
contemplando la lidia de un toro a uno le dan ganas de matar a quien tiene al
lado. La lidia está canalizada y reglada, por lo que la supuesta violencia que
pudiera generar la lidia nunca será una agresión producida de manera
trastornada o anárquica.

Afirmar que quien ve una corrida
automáticamente se convierte en un violento, es un testimonio falto de
vergüenza y razón.

Sin ánimo de cuestionar lo que ocurre en
otros espectáculos que mueven masas, nadie discute que el deporte sí sea
«para niños». Pero resulta que en el fútbol, deporte que mueve
millones de personas en todo el mundo poniéndolo como ejemplo, muchas veces se
muestra como campo de cultivo para numerosas muestras de violencia explícita
tanto dentro como fuera del estadio, incluso con varias muertes de
espectadores. Pero aquí, nadie se rasga las vestiduras.

Además, según el diccionario, crueldad es
«la falta de compasión hacia el sufrimiento ajeno», y la condición de
aficionado no hace ser indiferente a ello. La sensibilidad con la que cada
individuo se relaciona en la sociedad en la que vive no es patrimonio exclusivo
de la forma de entenderla por parte de los grupos abolicionistas. Incluso
suelen ser ellos los que desean la muerte del torero, una persona.

Hace algunos años, se realizó un informe
debidamente documentado científicamente por cuatro equipos independientes en
los campos de la psicología, sociología y psiquiatría, a los cuales se les
exigió «independencia, muestra amplia, métodos rigurosos y
replicables». Este estudio, «Posibles repercusiones psicológicas
de las corridas de toros en niños menores»,
tras un estricto análisis
de la información obtenida, se concluyó con el siguiente resumen:

«Con los datos actualmente
disponibles, no se puede considerar como peligrosa la contemplación de
espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños
psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica,
voluntariamente y acompañados de adultos que tiene actitudes positivas ante las
corridas de toros. No debe olvidarse que los niños que acuden a las corridas de
toros, al ser llevados por unos padres o adultos que pagan por ello,
constituyen una muestra autoseleccionada procedente de un entorno social en donde las corridas de
toros estén fuertemente respaldadas socialmente.

No hay bases suficientes para sustentar
científicamente una medida como la prohibición de entrada de los menores de 14
años en las plazas de toros.»

Por lo tanto, apartar a los niños de las
plazas a golpe de ley, no atiende a razones de velar por sus derechos o
defender su integridad moral como los gobernantes justifican. Estos movimientos
atienden a la necesidad, por quiénes quieren abolir la fiesta de los toros, de
segar de raíz la continuidad de nuevos aficionados que el día de mañana pasen
por las taquillas de las plazas de toros. Apartar a los niños hoy, es extinguir
el aficionado de mañana.


Toros sí por Cultoro