Hablar de Diego Urdiales es hacerlo de uno de los toreros más demandados por la afición, un matador de toros distinto, un espada que se sale de los cánones preestablecidos del toreo. El riojano interpreta el toreo de una forma muy personal y eso enganchó a una gran parte de esa masa que se deja llevar por aquello que le eriza la piel más que por la mecánica del toreo. Urdiales ha evolucionado y madurado como torero, las corridas duras le hicieron curtirse como torero para llegar a donde está ahora mismo. 25 corridas el pasado año pueden parecer pocas, pero son un número que dejó a Diego soltarse, ser él mismo pese a que las cosas no siempre salieran como esperaba. Ahora afronta un 2023 ilusionante, una temporada donde estará anunciado en ferias importantes con carteles de interés para todos aquellos que buscan el buen toreo.
Un torero que no debe ir ligado al número de orejas cortadas ni de paseíllos realizados, Diego es un espada al que le mueven otras cosas, un espada a la antigua en tiempos en los que la inmediatez y lo numérico priman. Y eso fue precisamente lo que pasó en su primera corrida del año en Valdemorillo, solo Urdiales pescó premio en tarde de temple y arrebato de Morante y Luque. Urdiales transformó en toreo a diestras el alegre tranco del segundo de la tarde, mientras que en el quinto el riojano rascó naturales aislados a otro incierto animal que al final acabó rajado.
Tras Valdemorillo vino Valencia. Se impuso con firmeza Urdiales tanto al viento como a la exigencia de un primero que le obligó a tirar de oficio, mientras que el cuarto estuvo a punto de mandarlo a la enfermería, volviendo a nacer tras perderle la cara al cuarto toro de Victoriano, un animal complicado que se puso casi imposible por el vendaval reinante en la plaza. Se iba de vacío, pero con la conciencia tranquila tras dar la cara con un lote que acabó agriándose.
Tras la dureza de Valencia vino Arnedo, su plaza, un coso donde Diego se siente feliz. Allí el 19 de marzo estaba acartelado junto a José Antonio Morante de la Puebla y Juan Ortega para matar una corrida del hierro de la estrella de cinco puntas. José Antonio selló el toreo eterno, Diego Urdiales cuajó una faena primorosa a su primero y Juan Ortega destapó el tarro de las esencias en una corrida con tres buenos toros de Jandilla: solo faltó Curro Romero. Al toro del triunfo le dejó un sensacional inicio capotero, hundiendo el mentón en el pecho a la verónica y llevando toreado con la seda al animal; abrochó ese prólogo con dos sensacionales medias. Dejó momentos de sumo interés con la diestra, toreando en redondo y aprovechando las virtudes del de Jandilla. También al natural sacó el poso veterano de quien es un torero de culto. Estocada arriba y dos orejas. No cortaría orejas ante el deslucido quinto, un toro sin alma que tendió a frenarse, Urdiales no se dio coba ante un animal que no lo merecía.
Sevilla y Madrid, sin material para el triunfo
Los días 29 de abril y 5 de mayo tenía cita con la plaza de toros de Sevilla para matar las corridas de Jandilla y Hnos. García Jiménez, dos tardes donde únicamente pudo sacar su personal toreo en fases inconexas de sus faenas, labores marcadas por el juego de unos toros que dejaron en blanco su paso por el coso del Baratillo. Diego dejó toreros detalles a la nobleza apagada y a menos de su lote en la tarde de Jandilla. A su primero, toro bajo de raza y justo de fuerzas, le sopló algún lance destacable por su cadencia y ritmo, mientras que en el quinto su primorosa pulcritud y templanza consiguieron dejar pasajes de toreo caro pese a la bravucona embestida del animal.
No hubo más suerte con la corrida de la familia Matilla unos días después, ante su primero nada pudo hacer, un manso y desrazado animal que siempre tendió a frenarse. Saludaría una ovación tras dejar una faena de buen gusto y armonía ante el cuarto. El de Matilla venía cruzado, imposibilitando así el toreo ligado, pero Urdiales no quería irse de Sevilla sin torear a la verónica. Lo hizo en un quite que aunó cadencia y armonía rematado con una templada media. Ya en la muleta le imprimió elegancia a todo lo que hizo, siempre echándole la muleta por delante e intentando vaciar el muletazo por debajo de la pala del pitón. Tras cobrar una gran estocada, saludó desde el tercio.
Los días 25 y 27 de mayo tenía cita con una afición venteña que lo esperaba. Se colgó el ‘No hay localidades’ en su primera tarde, la expectación estaba por las nubes, pero la corrida enviada por Ricardo Gallardo no ayudó. Un flojo primero y un insistente Urdiales firmaron un aburrido primer acto. No mejoraron las cosas en el segundo de su lote, un toro con cara de viejo, aspecto de viejo e ideas de viejuno, que se fue agriando en su genio a medida que fue transcurriendo la lidia, animal al que despachó sin miramientos el torero de Arnedo.
Tampoco mejoraron las cosas dos días después con la corrida de Victoriano del Río, una tarde sin historia para un torero que no tuvo opciones. Se despedía en silencio, con el rostro desencajado por el infortunio; ni un toro se desplazó con la suficiente nobleza como para dejar su sello en una plaza donde, pese a todo, lo siguen esperando.
Cruzaría el charco para torear en Chota el 25 de junio, tarde donde cortaría una oreja al quinto de la tarde con el hierro de San Pedro. Cuatro días después se anunciaría en Burgos para matar la corrida de El Torero junto a Morante de la puebla la tarde de las bodas de plata del sevillano. Un festejo donde pasearía una oreja del noble segundo, siendo ovacionado con el deslucido quinto. Con garbo fue el saludo capotero de Diego Urdiales a un segundo con un buen fondo de nobleza.
Pamplona y la conquista de la bullanga navarra
Comenzaría el mes de julio en Pamplona lidiando la corrida de Jandilla, una tarde muy positiva para el riojano que, aún sin cortar orejas, dejó patente su dimensión como torero ante dos toros de distinta condición. Hubo instantes de sabor e impresión estética… pero se quedó sin premio a pesar de la petición tras despenar a los dos toros de sendas estocadas.
Durante el mes de julio aún tendría dos compromisos importantes en plazas como Mont de Marsan y Santander con las corridas de Victoriano del Río y Juan Pedro Domecq. La primera de ellas la saldó con el corte de una oreja al quinto de la tarde, un animal noblón al que entendió bien y selló momentos de gusto por ambos lados.
Una oreja a cada toro de su lote cortó en Santander, un festejo donde la corrida de Juan Pedro dejó mucho que desear por su presentación y juego, salvando la tarde del naufragio, una terna muy dispuesta y con ganas de agradar a la afición que llenaba casi en su totalidad el coso de Cuatro Caminos. Le cortaría la oreja al noblón primero tras una faena de guante de seda, una labor en la que poco a poco fue metiendo en el canasto a un toro medido de todo. Al quinto, un toro noble, pero aplomado, le compuso una bella obra al natural que le valdría la salida en hombros junto a Morante de la Puebla en tarde aciaga para Ortega.
Huesca, El Espinar, Alfaro y Colmenar Viejo fueron las cuatro corridas que toreó en el mes de agosto, un bagaje escaso para un torero de su enjundia. Una oreja a cada toro de su lote pasearía en la plaza de toros aragonesa ante toros de Castillejo de Huebra.
Luego vendría la tarde de El Espinar con la corrida de El Pilar, donde saldría ovacionado ante sendos toros de la divisa charra en una tarde de triunfo de Daniel Luque y Javier Cortés. Pese a tener el peor lote, Diego dejó faenas con momentos de gran profundidad y gusto. El palco le negaría la oreja del cuarto en una faena donde, inteligentemente, no apretó a un animal con nobleza, pero que acusó el trancazo que se llevó en varas.
Colmenar Viejo, de nuevo una jalón rotundo en su campaña
Al día siguiente también saldría ovacionado en la localidad riojana de Alfaro ante una corrida de Guadalmena donde realizó una faena de cante grande al cuarto premiada con una oreja. Cerraría el mes de agosto en Colmenar viejo en una de sus tardes del año. Fue con una corrida de Zacarías Moreno, un hierro con el que ya paladeó el toreo en esta misma plaza por estas fechas el año pasado. Urdiales le dejó al primero el percal en el morro y lanceó a la verónica despacio, con cadencia, ganando el paso hasta los medios, esperando mucho la llegada y despidiendo detrás del talle. Despacio lo hizo todo, aprovechando la tremenda calidad del de Zacarías, entregado en su excelsa clase. Una estocada hasta las cintas, entrando despacio, pero contundente, le dio las dos orejas al torero y la vuelta al ruedo al toro. Fue la serena y profunda estética de Diego en el cuarto la que dejó instantes especiales en la faena, coronada por una estocada contraria que sólo dio para una oreja.
Septiembre fue su mes más prolífico en los ruedos para Diego con un total de siete festejos, dos de ellos en Logroño. El uno de septiembre trenzaría el paseíllo en la plaza de toros de Palencia con una corrida de Núñez del Cuvillo, tarde en la que cortaría una oreja de peso al quinto de la tarde. A base de oficio, temple y buena colocación le robó muletazos a un toro que nunca humilló.
Una oreja a cada toro de Núñez de Tarifa le cortó en Medina del Campo el 3 de septiembre, mientras que el día 9, en Santoña, se iría a pie tras cortar únicamente una oreja al cuarto con el hierro de Toros del Ojailén. Dos tardes en cosos de tercera que precedieron a su tarde en Valladolid, con la corrida de Victoriano del Río, una de las más regulares del campo bravo español. Un total de tres orejas cortó el riojano en una tarde donde los naturales con la firma de Urdiales calaron en los tendidos.
Previo a las dos tardes de Logroño estuvo el festejo de Cehegín, una tarde donde salió doblemente ovacionado ante astados de la ganadería sevillana de Murube. Urdiales pechó con el peor lote del encierro, dos toros muy escasos de fuerza y que no le ofrecieron la menor opción de triunfo.
Logroño, siempre Logroño para Diego
Su paso por Logroño resultaría triunfal. El reencontrase con sus paisanos motivó al torero de Arnedo en dos festejos donde sobresalió su gran concepto ante toros de Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo. La primera tarde le cortaría una oreja al segundo de la tarde en un festejo mixto. Mando del riojano, cruzándose y regalando extraordinarios derechazos y naturales ante un toro noble pero sin trasmisión.
Una de las faenas del año se dio dos días después en la misma plaza ante un interesante animal de Núñez del Cuvillo. Si su primero fue un toro incierto y mirón; el segundo sacó boyantía y clase en sus embestidas para dejar ahormar a Diego una obra sublime. Naturales extraordinarios selló Diego, que hilvanó luego otra tanda de derechazos y dos trincherazos para recordar. La plaza en pie tras una obra que quedará guardada en la memoria de todos los allí presentes.
En octubre cerraría su temporada en dos plazas de gran exigencia como Madrid y Zaragoza. En la Feria de Otoño se acartelaba con los toros de El Piar en un festejo que suscitó el interés del aficionado al compartir cartel con Pablo Aguado y Juan Ortega, pero no hubo suerte, yéndose nuevamente de vacío en su tercer compromiso de la temporada.
Cerraría temporada en el coso de La Misericordia de Zaragoza con una corrida de Juan Pedro Domecq noble pero muy baja de raza, un festejo donde paseó la oreja del quinto de la tarde. Después de una buena tanda de derechazos, vino otra mejor antes de ponerse a zurdas, por donde también recetó naturales de bellísimo trazo el torero riojano. Mejores aún fueron los siguientes, cogiendo el estaquillador por el centro y citando con el pecho por delante. Después de tanta profundidad pedía sitio el toro, y se lo dió Urdiales, para la mejor tanda de la gran faena que realizó.
Una temporada de un torero fuera de toda catalogación en el momento de mayor madurez de su carrera.