JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
En palabras de la tradición común del toreo, «el alguacilillo es el agente encargado de transmitir y ejecutar las órdenes del presidente durante las corridas de toros. Suele portar una indumentaria que recuerda la de la época de Carlos IV. Forma parte de la tradición taurina, evocando la figura del «alguacil», funcionario público de carácter ejecutivo. Hacen su aparición a caballo y en pareja, realizando de forma simbólica la ceremonia de «despejo» de la plaza, dando una vuelta al ruedo, en recuerdo de cuando había que desalojar al público de la plaza pública para que pudiese comenzar el festejo sin peligro”.
Cada plaza tiene su personalidad en cuanto a alguaciles se refiere: desde la impecable limpieza de los maestrantes hasta el jolgorio y las carreras de los alguaciles de Pamplona. Y, en medio, Madrid, esa justa medida que hace que todo se desarrolle con la elegancia y la seriedad que exige la primera plaza del mundo. CULTORO acompañó durante una jornada a los alguacilillos de la plaza de Las Ventas, quienes narraron su experiencia a lo largo de toda una vida entregada a este oficio.
El propio Gregorio Corrochano definía a los alguaciles como aquel personaje que «hace el despejo a caballo. Pide la llave del toril. Cuida de que no haya toreros a la derecha del picador y otras normas reglamentarias descuidadas. Antes daba los avisos y el matador no quería ni verle; hoy da las orejas y el matador le abraza”. Y así lo narraron a CULTORO.