El 2015 fue, sin duda, el año en que Diego Urdiales tocó
metas alcanzadas sin apearse de su concepto. El riojano inició la campaña como
torero de culto y, sin dejar de serlo, la concluyó de la mano de una casa
grande, interesada en su sello. Pero eso no lo sabía cuando la corrida de Santa
Bárbara con la que se anunció en Medellín por el mes de febrero no le ayudó ni
siquiera para pegar tres muletazos.
Apenas una ovación pudo saludar en Ambato
en su breve periplo por Ecuador y tuvo que esperar a Valencia, allá por Fallas,
para dejar su concepto bien claro ante dos alcurrucenes de medio pelo. Le
propuso al tercero con la seriedad del lidiador añejo para imponer su ley sin
perder la torería. Le metió la panza en el morro al buey sin clase ofreciendo
los frentes como si todo acabase. No estaba en las orejas el premio de aquel
día, pero habría algún niño en la escuela que llegaría a casa diciendo:
«Mamá quiero ser Urdiales».
Dos tardes más se acartelaría Diego en el
mundial del toreo y ninguno de los cuatro toros quiso regalarle ni media arrancada
buena. Sólo su actitud con la corrida de Adolfo, su querer morirse en el trazo
y su desmayado abandono con el último cuatreño de su feria madrileña sirvieron
para llevarse en el pecho el reconocimiento de Madrid. Antes, había derramado
él su añeja torería.
Una vuelta al ruedo se llevaría al esportón
Urdiales en su visita a las Azores, la estación inmediatamente anterior a su
llegada a Pamplona con la seria pero vacía corrida de El Tajo y La Reina. Otra
saludaría en el ruedo pamplonés pese a que no le caminase el enorme primero de
Joselito más que para dejar retazos de su toreo y un buen chorro de su
capacidad cuando hay que ponerse serio.
Muy serio hay que estar siempre en tierras
francesas, donde labró Diego su historia desde el día de su doctorado y a donde
volvió en julio para que una de Adolfo le endosase dos silencios en Ceret. Sólo
el acero impidió el triunfo grande en Mont de Marsan, donde se pudo sentir de
nuevo metiendo el mentón en el pecho y dibujando en trazo con el riñón al
frente con un buen toro de Garcigrande. Pero aquella tarde marcó un jalón en su
temporada, que fue remontando premios además de paladear arrancadas.
Así ocurrió en Dax, donde una corrida de
Jandilla propició el triunfo del riojano a base de asentarle plantas y
ofrecerle el pecho. Con el cuarto dejó
bellísimos muletazos por la derecha ante un toro que se desplazaba bien por ese
lado. Antes, tuvo regusto para encajarse a la verónica y poco después por
chicuelinas. Tras la estocada, paseó la oreja.
Dos ovaciones saludó el de
Arnedo en su regreso a Illumbe. En tierras donostiarras se erigió en lo mejor
de un festejo con el hierro de Victorino donde pudo sacar de paseo una mano
izquierda dotada con la magia de los elegidos en el abreplaza, pero también
supo lidiar con la exigencia del cuarto a base de lidia firme.
Tras el éxtasis de Bilbao,
sin embargo, no tuvo suerte Urdiales en Albacete, donde una mala corrida de
Montalvo aguó la fiesta y la tarde, y tuvo que esperar a su reencuentro con su
tierra para volver a percibir el aroma del triunfo. Se le quiere al riojano en
Logroño, pero también responde él cuando pisa La Ribera. Dos tardes lo hizo en
2015 para volver a enamorar al aficionado riojano. Tenía que ser Logroño, la
ciudad de los sueños donde un niño de Arnedo ansiaba con cruzar a hombros el
deseo infame de nacer teniendo alma de artista. Tenía que ser Logroño la plaza donde
sellar el compromiso unánime de ser figura de los toreros importantes. Tenía
que ser Logroño y La Ribera donde Diego dijera a los suyos que lo de Madrid, lo
de Bilbao y lo de su concepto universal no era mentira. Tenía que ser Logroño
donde Urdiales le enseñara a sus paisanos las ojeras de insomnio que dejaron
huella tras los días posteriores a la gloria de Vista Alegre. Y se las enseñó a
Logroño… y se lo creyó La Ribera. Tenía que ser y fue esta tarde en Logroño.
Tres orejas paseó en su primer compromiso, pero aún quedaba otra tarde.
Aún le quedaba a Diego en
su final de campaña un paso más por el fielato de Madrid. Y fue en mano a mano
y con vitola de torero importante, aunque ni los de El Puerto de San Lorenzo
que enlotó por la mañana ni el sobrero de Valdefresno con que se encontró por
la tarde le dieron opción de musitar siquiera misterio alguno.
Culminaba su año europeo
en Zaragoza y tenía que hacerlo en alza antes de que llegase su conquista de
México. Dios del culto pagano de la pureza y la calma es un Diego Urdiales que conjuga con
torería el verbo torear, pero en La Misericordia debió cambiar mucha verdad por
tener entrega y pureza. Entrega con el díscolo segundo, animal de raza acusada
y de informales reacciones con el que tuvo que asentarse Diego en torero
bregador. Natural, muy natural
el riojano en el quinto, y listo para afianzarle al feble toro la escasez de
fuelley darle trapo suave y
sin prisa hasta que llegó el momento de exigir su entrega. Y cuando se la dio,
se acabó el fondo. Y la faena. Y con
una oreja concluyó Diego, pero con el aplauso del pagano que ya le pone velas a
su misterio.
El Año de… Diego Urdiales from Cultoro on Vimeo.