El 12 de octubre de 2018 Julián López ‘El Juli’ se encontraba en Zaragoza con su segundo Afanes; tras el novillo al que desorejó en Madrid en su despedida de novillero, Alcurrucén le reservaba otro homónimo, toro esta vez, para coronar su temporada. Y Julián firmó una de las faenas de su carrera en el coso de la calle Pignatelli.
Ocurrió en Zaragoza, y esta fue la crónica que firmó en Cultoro nuestro director, Marco A. Hierro.
ESTIMADA AUTORIDÁ
Le escribo desde mi condición de aficionado, ocupante de una localidad del tendido 7, justo enfrente del palco que usted ocupa, no sé si será por eso que no vio lo mismo que yo. Claro que no es menos cierto que los miles de aficionados que le circundaban a usted se acercaban más a mi visión que a la suya, y mira que había empezado usted bien la tarde.
Ya lo había hecho por la mañana, porque, excepción hecha del esmirriado Garcigrande, que se tapaba con las dos perchas que le nacían de la testud, la corrida tuvo trapío y presencia para este ruedo, y ese fue su primer acierto. Impecable estuvo, además, en casi todo el festejo, en el que concedió tres orejas y midió con tino los avatares de la lidia. Pero debe usted saber que el buen presidente no es el que está perfecto casi toda la corrida, sino el que sabe estarlo en los momentos cruciales. Y ese fue el sexto toro.
Entiendo, señor presidente, que no quiera usted pecar de triunfalista para no volver populachera esta reencontrada afición, pero una cosa es preservar y otra no entender cuándo un momento es historia. Porque lo fue ese morirse de torear de El Juli con otro Afanes de Alcurrucén 17 años después; el nombre lo llevó el quinto novillo de su despedida en Madrid del escalafón menor. Aquel se fue sin orejas como debió irse este, pero le jugó a la contra de toro y torero que ya había mutilado doblemente Julián al de la vuelta al ruedo de Daniel Ruiz. No era atracarse de casquería, señor presidente, era conceder con justificia el premio que mereció.
Cierto que ya había enseñado el moquero con alegría cuando la muleta de Julián le corrió por abajo al cuarto para que la viera arrastrar por el suelo. Lo demás fue la bravura del toro persiguiendo con ritmo y son, codiciando el trapo rojo que no se destempló ni una vez y sirviendo para que armase un madrileño la pajarraca en la parte que fue a pie. Cierto que no rehuyó la concesión de los premios, pero no por negar la mayor cuando concluía el festejo defendió usted al que pagó su entrada.
Porque ¿cuándo verá usted dibujar tan largo, tan sentido, tan abandonado y tan transmutado a un figurón del toreo que se hace uno con un animal? ¿Cuántas veces cree que disfrutará una embestida tan profunda, tan entregada, tan codiciosa y con tanta clase como la de ese Afanes? Fue sólo un error el suyo, estimada autoridá. Pero fue de clamor. Casi tanto como el que acompañó a Juli en su salida en hombros, porque no necesitó ayuda alguna para abrir el portón grande, pero tampoco debe sentar nada bien que te roben lo ganado poniendo la vida en prenda.
Porque nadie se aburrió en el tendido que no estaba lleno, pero poco consuelo es que vieran aquí los paganos y no hubiera recompensa para premiar lo mejor. Todos lo vieron, estimada autoridá. Lástima que el error de hoy le haga pasar a la historia…
FOTO: SCP