Acaba el 2020 y con él acaban las vidas de quienes nos enseñaron a soñar y ya no están, de quienes nos enseñaron a luchar y perdieron la batalla terrenal peleando, de quienes nos enseñaron a sentir y latir el toreo y dejaron aquí el legado de su pasión.
La de Pablo, Don Pablo; la de Tinín, la del alma soñadora del Dandy, la de Soares… también la del corazón de plata que hacía brillar el oro que Tito de San Bernardo llevaba dentro. La de Mariví Romero, la de José Luis Iniesta y la de Joaquín Ramos, el gran loco por el que volvieron a unirse por un día José Tomás, Joselito y Talavante. La del maestro Juan José, que dejó con el alma hecha pedazos a una afición charra que lo honró como lo debían haber hecho las ferias mientras estuvo en activo.
Y la de Mario Coelho, la de Dámaso Gómez y Manolo Navarro. La del alma cárdena de Ana Romero. Y, por supuesto, la de Borja, porque desde ahora el campo bravo tiene en el cielo a la estrella más humilladora de todo el firmamento.
Y eso que nos enseña Borja con su estrella brava desde donde se encuentre es lo que debemos seguir: la esperanza de un 2021 en el que todo, absolutamente todo, lo tenemos en nuestra mano. La esperanza de Olivenza, de Fallas, de Castellón y de que Sevilla, la ciudad soñada, podrá escuchar el “Plaza de la Maestranza” ya con medio Baratillo vacunado. La esperanza de un Madrid con toros aislados desde abril y con ciclo continuado desde junio. La esperanza, queremos creer en ella.
La que volverá a brotar del capote de un Ponce más enamorado que nunca de su profesión. de un Juli que ya es el torero numérico del siglo, del nuevo dios con mechón blanco que volverá a torear con la verdadera y única izquierda que parió Galapagar, le del regreso de la inspiración espontánea de Talavante y la pasión templada de Emilio de Justo, la de la explosión alegre de Fandi, la del terremoto Escribano y la de la garra murciana de Rafaelillo.
Porque será el año en el que José Antonio volverá a llenar la escena (para bien o para mal) y el Rey volverá a ser Roca de la temporada. Será el año en el que Toledo parirá una nueva realidad llamada Noé y consolidará en las Ferias a la otra realidad templada, Álvaro Lorenzo. El año en que Diego Urdiales nos volverá a emocionar con el arte riojano que un día enamoró a Curro y en el que Juan Mora, si quiere, volverá a sentir y a hacer sentir.
El año en que Ferrera se inspirará de nuevo, en el que Fortes será libre en una plaza, en el que Morenito desplegará de nuevo su arte, en el que Finito nos hará llorar en un tendido, en el que de Ginés Marín brotará el arte del Jerez más extremeño que existe, en el que Pepe Moral volverá a emocionar con Miura, en el que Román volverá a quedarse quieto, en el que Luis David volverá a mover su capote azteca y en el que Cayetano sacará la raza Rivera. El año en el que Ureña desplegará la magia de su concepto en esta nueva etapa de su vida, al igual que Miranda, al que el destino también le dio una oportunidad nueva que gozó a hombros del templo universal del toreo.
El año, sin duda, del Juan Ortega que Linares y Jaén vieron embrujar a las musas. Y el de Perera, la profundidad auténtica de este rito. Y el de Galdós, que se desvive por su tierra, por los suyos… y que tiene en Francia su bastión. Y el de Aguado, al que el 2020 ha roto el ser y la sal que el sur le inyectó a su forma de concebir la liturgia. Y el de Leal, que se empapa también de sur para dar fuerza a la garra gala que Arles dio a luz. Y Luque, que lo es todo en el arte y siguen sin quererlo ver algunos.
El año en el que Guillermo consolidará el trono que su padre, Pablo, está dejando sobre sus hombros; el año en el que Ventura volverá a hacer sentir a millones de taurinos y en el que Sergio, el más clásico de los jóvenes, será espejo para los que empiezan. El año en el que Lea seguirá triunfando y en el que Leonardo seguirá dando guerra como leopardo entre jacos.
Soñemos con que la estrella más brava del firmamento cuida a la tauromaquia desde ahora. Soñemos con la esperanza de los apasionados que nos dejaron y nos siguen empujando a ser libres con nuestra locura. Soñemos con el toreo. Soñemos con el 2021.