A penas llegaba el reloj a las nueve y cuarto de la noche cuando concluía el eco de los cuatro disparos gastados en esta feria por tres toreros que la contaban hasta entonces de forma desigual. Sólo Urdiales arañó carne en su primera actuación; El Fandi sale de Madrid con cuatro silencios y un volveré, mientras que Fandiño deja al albur de una ovación la que iba a ser su gran cita. Y deja San Isidro sin que suceda nada. Como Sevilla…
Mal se le pone al vasco remontar su situación, porque no es la falta de contratos lo que atenaza ahora a Iván, que da la impresión de pasar las de Caín cuando se enfunda el de luces. No es una cuestión de valor, sino de búsqueda constante de aquel torero y aquel hombre que lo auparon a los altares. Lo terminará encontrando; los de Orduña son cabezones. Pero entre tanto porfía con más urgencia que cabeza con todos los animales, y no logra que rompan a buenos porque no lo tienen o porque no se lo dan. Y es entendible.
Cuando uno está gozalón y disfruta de lo que hace todo parece conspirar para que salgan las cosas bien. Es la ley del Universo que formulaba Coelho en aquel Alquimista de obligada lectura. Es El Secreto que ha hecho famosa y rica a Rhonda Byrne. Lo conoce Iván Fandiño porque lo tuvo en oferta estas temporadas pasadas, pero la ausencia de triunfos en lo que va de año comienza a pesar sobre su espalda. Saludó una ovación hoy en Madrid; señal de que la plaza aún le espera cuando se acerque más a su mejor yo.
El que hace grande a Diego Urdiales vio cómo le prohibían el paso al ruedo dos toros a la contra de la verdad del riojano. Promovió Diego la lidia con el ariscote primero, que aún estará pensando si se entrega o no en el trapo. No lo hizo nunca al final, muy a pesar de Diego. Con el orientado cuarto, que le tiró un arreón de mansote a Domingo Valencia en el muslo y le abrió las carnes, se puso más de la cuenta con el animal protestón, radiografiando pecho y barriga antes de arrancarse a embestir. Tampoco hoy fue el día de ver a Diego, al que le queda una tarde y con el hierro de Adolfo; basta que le corte una nueva oreja para encasillar al riojano como hemos hecho hasta ahora.
Cuatro balas agotó El Fandi cuando despenaron al cuarto, con el que tuvo momentos buenos para despejar cuerpo y mente. Le hizo las cosas al segundo como le gusta a Madrid que se hagan; dejó largo en el caballo al toro -otra cosa fue que arrancara-, buscó cuadrar las banderillas cuanto más reunidas mejor, aunque sin parar con la mano a dos bichos que bien pudieron hacerse presentes al disparar por abajo. Le faltó romperse el alma con el quinto y en Madrid, un Madrid que no le aguanta vaya usted a saber por qué. Lo cierto es que le pega pases a un muerto el granadino atlético, pero muere por abajo Las Ventas y allí le falta profundidad. Todo lo demás lo hizo bien excepto tirar las tres cartas cuando dejó de aguantar al tendido, y eso fue mediada la faena al quinto.
Cuatro balas disparadas las de los toreros de hoy, y una sola diana, ni siquiera en esta tarde, que fue para tomar el sol en lugar de ir para contar penas. Pero asi es esto…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, vigésima de abono. Lleno en los tendidos.
Un toro de Toros de Cortes, primero, deslucido y desagradecido. Y cinco de Victoriano del Río, con caja, romana y presencia. Enclasado y fijo el humillado tercero; manso orientado y sin gracia el cuarto; humillado y fijo el quinto; de media humillación a menos el sexto.
Diego Urdiales (ciruela y oro); silencio y silencio tras aviso.
El Fandi (ciruela y oro): silencio y pitos.
Iván Fandiño (espuma de mar y oro): ovación y silencio.
FOTOS: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO