MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
A nadie le gusta ver que el cartucho está mojado cuando tiene
ganas de que le vean disparar. Máxime cuando encadenas dos cacerías para
comenzar temporada donde las piezas cuentan, donde hay que estar. Las cobró
Talavante en Castellón por su buena puntería tras buscar en la canana la
solución secadora para tirar sin error.
Cierto es que se afogonan los tiros cuando la pólvora que cuenta tiene
mojado el cartón, pero no lo es menos a estas alturas que debe mirar el cazador
por el mejor material para derribar piezas. No lo fue en absoluto una corrida
de Zalduendo bobalicona y sin raza en la que sólo el volumen del sexto recordó
vagamente a un toro. Volumen digo, que no cara, porque hace ya mucho tiempo que
no le pastan en casa los que levanten temor.
Mucho menos a un Talavante fino y metido que vino a disparar con
fe y se llevó todo el mérito. Todo lo tuvo que hacer él desde que se echó la
escopeta a la cara. O los trastos, que vienen a ser lo mismo en un ruedo a
medio vestir. Supuró temple con la atolondrada movilidad de su primero, cuya
pólvora mojada le había dejado una coz al penco que lo quiso herir. Lo supuró,
y no era fácil con la liebre repetidora y molesta de cara suelta y muy arriba
que vino a parecer poco para el majestuoso cazador. Compuso y lidió con
inteligencia pero sin caer en el error de apretarle las orejas, porque quería
triunfo y no pena, que hubiera sido lo más lógico que se sintiese por el bicho
de haberle exigido emoción.
Emoción, que es lo que le falta a Zalduendo, porque la obediencia
pasadora del quinto lejos está de ser materia prima para que Alejandro dispare.
Puede apuntar y hasta hacer presa, pero no reventar tendidos, aunque su desorbitada
clase le baste y le sobre a Alejandro para emerger sobre el toro. Ahí surgió en
Alejandro vertical, desmayado en ocasiones, que ofreció distancia con buen tino
y sólo se vio contrariado por la falta de fondo del Zalduendo. Muy despacio le
dibujó naturales, que tomó el bicho humillado pero sin la raza suficiente como
para no protestar y empujar la tela. Poco enemigo el Zalduendo para un
Talavante en gracia.
No
la tuvo El Fandi para tener dos disparos en la recámara de hoy, porque se
partió una pata el mansurrón cuarto cuando le había clavado tres pares de
solvencia y vibración. Pronto acabó la montería de un granadino capaz, poco
acostumbrado al vacío, pero con la pólvora mojada poco se puede rascar en
ausencia de emoción. El primero ni vergüenza tuvo para disculpar su ausencia.
La
quiso poner Cayetano con el empaque en la mano, la figura muy compuesta y dificultad
por momentos para ajustar su diapasón. Saca más los brazos con el capote, busca
la torería y se entretiene en detalles, pero sufre más de un destemple que
desluce la ligazón. Le pasó con el tercero, con el que anduvo más vistoso que
templado, más vertical que derecho, pero con la entrega suficiente para haberle
cortado una oreja al desrazado sin gracia de haberle funcionado el arma con un
tino algo mejor. Parecido ocurrió con el sexto, donde dejó los doblones de un
inicio genuflexo para lucir la figura en busca de premio mayor. Con los dos se
le fue el tiro, y lleva tiempo sin disarar con ritmo para encontrar puntería
cuando el cartucho se mojó.
Mojado
estaba el cartón de los cartuchos toreros por la raza de una zalduendada
mentada por incomparecencia, y no estamos hoy para bromas si buscamos más
verdad. Miedo, y no lástima, ha de dar una corrida, y esta que cerró feria sólo
sirvió para cabrear.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de
Castellón. Última de la Feria de la Magdalena. Corrida de toros. Más de media plaza.
Seis toros de Zalduendo, muy justos de trapío y sin raza en general. Inválido y
bobalicón el desrazado primero; de atolondrada movilidad sin clase ni
humillación el segundo; pasador sin gracia ni raza el tercero; se
partió una pata en banderillas el mansurrón cuarto; pasador sin fondo ni
raza el quinto; noble y repetidor el sexto.
David Fandila «El Fandi” (nazareno y oro): silencio y ovación.
Alejandro Talavante (gris perla y oro) oreja y oreja.
Cayetano Rivera (blanco y plata): ovación y silencio.