1º) Jinetero, nº 69, colorado chorreado,
nacido en julio de 2009 y de 545 kilos.
2º) Filibustero, nº 21, castaño, nacido en agosto de 2010 y
de 515 kilos.
Amplio y cornalón era el Filibustero segundo, que tuvo siempre humillada condición, con más clase a zurdas pero siempre con voluntad de embestir. Lo midieron en el penco, donde llegó abajo y se dejó pegar dormilón. Galopó en banderillas, a menos en la humillación de lo que había mostrado en el capote y en el caballo. Y fue bueno el animal en la muleta, donde premió la entrega con largura y humillada codicia y penalizó los destemples soltando la cara. Tuvo duración y bravura, transmisión y chispa, con exigencia para reventarlo por abajo. Gran toro.
3º) Encaminado, nº 11, negro, nacido en noviembre de 2009 y
de 565 kilos.
La buena hechura del Encaminado tercero no fue tan espectacular como la de sus hermanos, siendo toro serio. Ni tampoco la mansurrona voluntad corretona en los primeros tercios. Tampoco en la muleta logró Talavante que centrasebel toro su falta de humillación y de entrega y su freno al recorrido largo. Solo al natural y con el muñecas final de Talavante se tragó algún muletazo de más largura.
4º) Bulería, nº 170, tostado, nacido en enero de 2010 y de
540 kilos.
5º) Jubilado, nº 129, negro bragado axiblanco listón, nacido
en noviembre de 2009 y de 595 kilos.
Imponente de estampa pero armónico era el Jubilado quinto, que se pensó cada arrancada al capote de Fandiño y embistió a regañadientes. Cabeceó con saña en el peto cuando le taparon la salida y se distrajo continuamente. Se dejó pegar sin afán en la segunda vara y esperó mucho en banderillas, tanto en los pares como en la brega. Dormilón fue el de Victoriano en la muleta, donde esperó mucho cada cite, pasó sin clase ni entrega ni emoción y dejó tornillazos protestonas en los finales, queriendo rajarse siempre que viajaba el muletazo hacia tablas.
6º) Enamorado, nº 94, negro mulato, nacido en octubre de 2009
y de 600 kilos.
El sexto lucía un impresionante trapío coronado en dos astifinos pitones mirando al cielo. Pero no tuvo entrega ni voluntad de mantener la humillación en el recibo, ni acudió con alegría al caballo, donde tiró cornadas como de mentira. Le costó arrancarse, además en banderillas, a pesar de la suavidad perfecta de Trujillo para echarlo hacia adelante. Pero ni una vez se arrancó el animal, que firmó el armisticio antes de pelear, dejando inédito a Talavante en su tarde de Pamplona.