MARCO A. HIERO / FOTOGALERÍA: JAVIER COMOS
El Juli
y López Simón se batían este viernes, víspera del Día de San José, en mano a
mano en la Feria de Fallas con una corrida de toros de Garcigrande-Domingo
Hernández como materia prima. Tras la corrida de ayer, era el otro gran
atractivo de la ciudad y la Feria del cambio. El salmantino Salvador Ruano
actuaba como sobresaliente.
Al castaño primero no le exigió en absoluto El Juli con el capote, dejando que pasase en línea recta y sin castigo importante. Allí se fue López Simón a hundirse en la arena para soplarle tafalleras sin enmendar la posición, arrollado en el remate por los cuartos traseros del animal. Con la muleta dio Julián un recital de sabiduría y de conocimiento del hierro, con un inicio estático y de muleta retrasada, una primera serie de línea suave y azuzadora y una segunda de tiempo imperceptible entre muletazos para lograr la ligazón y el ritmo. Ya era suyo el animal. Y entonces llegó el momento de la exigencia, de echarle al morro la diestra con naturalidad, con desmayo, con los hombros descargados en los riñones y el trazo larguísimo hasta el de pecho, monumental. En la noria en el final, sin quitarle el trapo para que no desfalleciese el ritmo con el toro ya exprimido. Pinchó, sin embargo, el madrileño, y en ovación se quedó el premio tras la estocada, con bronca al palco por no conceder un trofeo a pesar de la mayoritaria petición.
Los delantales con que saludó López Simón al segundo calaron hondo en los tendidos de Valencia, pero mucho más la larga mirando al tendido con que remató el saludo. Con chciuelinas replicó El Juli en el tercio de quites, abriendo el compás y rematando con una media soberbia. Con quietud y verticalidad inició con la muleta, sin mover una pestaña ni siquiera cuando llegaba cruzado el de Garcigrande, con un cambio de mano encajado y macizo que tuvo su continuación en una primera serie de tremenda calidad y conexión. Luego bajó el diapasón con un par de desarmes, algún destemple, algún desacople provocado por el viento, pero supo volver a darle la altura y la distancia para que acabase en alto la faena, ya con el toro más corto en su viaje. Buena fue la estocada y una oreja fue su premio.
Con mucha facilidad, pero sin exigencias saludó El Juli la salida corretona del tercero, toro de menos calidad en los embroques al que midió bien Salvador Núñez en varas y quitó López Simón con mucho valor. Buena fue también la brega de José María Soler para limar la aspereza del Garcigrande, que aún así llegó a la muleta poniéndole los pitones en la axila a Juli. Embraguetado Julián, ofreció una dimensión de torero capaz y responsable donde no cabía el lucimiento. Por dentro el toro a diestras, supo Juli meterlo en el vuelo a zurdas, alargar el brazo con el belfo cosido y sin dejarlo pensar a base de sobarle mucho las aristas. Una estocada corta y trasera, despenó al bicho para cortar una oreja.
Muy flojo salió el cuarto, que se fue al suelo en varias ocasiones y al salir del segundo puyazo claudicó, lo que le condenó al pañuelo verde. De Garcigrande era también el sobrero que saltó cuarto bis, Sin clase ni ritmo salió el toro, más corto de cuello, menos aparente, más feo. A pies juntos le soltó el capote López Simón para que volviese del revés, sin propiciar nunca la brillantez. A los medios se fue para echarse de rodillas y torear templado y largo, con sentido y con mucha rotundidad hasta el remate de pecho. Una serie con la mano derecha bastó para dejar clara su contundencia muletera, poderoso y capaz ante la falta de clase, dueño del sitio y de la distancia. Supo aliviarle la exigencia cuando ya se venía el castaño a menos y subirle una cuarta la muleta en favor de la ligazón, del ritmo y de unos remates de pecho ralentizados que duraron una eternidad. Espectaculares los circulares de rodillas del final de faena, abrochado con el pectoral, ya de pie, que murió en la hombrera contraria. Quiso matarlo recibiendo y se quedó en la cara al sentir el pinchazo, apretando sin éxito para hundir el acero. Sí lo enterró en el segundo encuentro para cortarle una oreja al castaño.
El primero de Domingo Hernández salió en quinto lugar y se hizo el remolón con el capote de Juli hasta que se fue el madrileño a buscarlo a los medios para saludarlo con más solvencia que brillantez. Muy justo fue el castigo de Diego Ortiz en varas para no mermar más al toro. Y allí surgió López Simón para comenzar el quite por chicuelinas con un farol de rodillas; y allí replicó Julián con lopecinas tan ajustadas y de compás abierto que terminó con el rostro tinto en sangre. Y la plaza en pie. Cuando brindó El Juli el tendido ya estaba puesto en pie barruntando cante grande. A los medios se sacó al animal para reducirlo a base de líneas templadas y suaves, pero mandonas. Ya era suyo. La muleta muerta con la zurda, con la mano bajísima, obligándolo a pastar los naturales arrastrando medio trapo. Muy cerca se lo pasó el madrileño con la diestra, muy sometido, muy largo en el escorzo que dibujaba Julián para colocarlo donde lo quería. Macizo, rotundo con un gran toro. Tanto que resultó obscena la forma de pinchar el objetivo, aunque el certero descabello amarrase la oreja que faltaba para descerrajar la puerta grande.
Más lleno estaba el sexto, toro más hondo y con menos cara, grandón y aparente. A ese lo sujetó a la perfección Alberto Sandoval en varas cuando se le vino al relance la mole; no tuvo que rectificar el joven y buen picador charro. Fue dulzura y suavidad lo que le dio por abajo Miguel Ángel Sánchez para que entrasen a banderillear con eficacia y solvencia Vicente Osuna y Jesús Arruga. Supo empujarlo mucho y bien López Simón al de Domingo, que humillaba de más y se iba largo y había que sujetar en la entrega para que durase más. Tocó con mucha precisión en las primeras tandas para que no desfalleciese la ligazón, con mucho sentido del ritmo y del escenario, pero la falta de transmisión del animal hizo que costase más conectar con la grada. Mucho sitio demostró el de Barajas, el justo para no perder pasos y usar los vuelos para colocar al animal. Por detrás y por delante se pasó al toro Alberto en el final de faena, y una estocada tendida bastó para saludar una ovación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros de Valencia. Novena de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Casi lleno en los tendidos.
Toros
de Garcigrande (primero, segundo, tercero, cuarto y cuarto bis) y Domingo Hernández (quinto y sexto), desiguales de presentación. Noble, obediente y humillado el manejable castaño primero; humillado, largo y con fijeza el negro segundo; áspero y díscolo el tercero; devuelto el cuarto por flojo; obediente, humillado y potable el cuarto bis; entregado y con clase el buen quinto; noblón y obediente sin transmisión el sexto.
Julián López «El Juli” (nazareno y oro): ovación, oreja y oreja.
Alberto López Simón (turquesa y oro): oreja, oreja y ovación.