Juan Bautista ha visto entregarse a Madrid varias veces, hoy saboreó los
oles rotos de coso venteño, fueron pocos pero muy buenos. El de Alcurucén la tomaba con calidad por ese
pitón, Bautista soltó las muñecas en
una serie de una profundidad enorme. Naturales largos y despaciosos, disfrutaba
el galo, como para no hacerlo. Paró, templó y mandó en una serie de una
despaciosidad y una fina estética.
Hubo un natural de esos que crujen, que paran el tiempo, un bamboleo prodigioso mecido con tanta suavidad que al animal no lo quedó mas remedio que romperse también buscando los flecos por el suelo, ese natural que levantó a Madrid,
ese natural eterno que caló en lo más profundo de las Ventas. Fue uno, pero como para olvidarlo, para qué mas.