TEXTO: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Hoy Román entregó su sangre para que la verdad de este rito siga siendo tan verdadera que nunca caiga en el saco de la mediocridad. Hoy el valenciano risueño que ayer voló por los aires en el coliseo, entregó de nuevo su sangre en la primera del orbe para hacer que el navío de su carrera nunca peque de eso, de falta de entrega, de falta de la verdad que hoy le brotó a borbotones en el tercero. Porque le bombea al son que su corazón palpita.
Hoy se hizo Pelícano Román, se hizo hizo el animal capaz de dar de beber su propia sangre a sus crías con tal de que éstas jamás pasen sed; se hizo el ave que nunca permitirá que el fruto de sus entrañas pase hambre aunque su propia carne se tenga que pellizcar para ello. Por eso Madrid, en la que se hizo Pelícano Roman Collado, no cabía de agradecimiento en su ser cuando los hombres llevaban entre gritos de dolor al torero valiente con un chorro de sangre regando la arena camino de la enfermería.
En medio de ese rito, supo Román aprovechar a un toro violento y rajado a base de agallas. Porque se puso en el sitio, propuso su verdad en dos tandas por la derecha de plena quietud y le tragó al animal sin que le temblase un alamar. A zurdas ya huía más el toro pero permaneció firme el torero… hasta que llegó la entrega suprema en la suprema suerte.
Los azares del toreo hicieron que veinte minutos más tarde fuese Curro Díaz el que tornase en pálpito a la plaza, aún acongojada por lo sucedido. Le brindó al Román que estaba en el hule su toreo de pellizco ante el repetidor animal. Le hundió Curro la mano a base de impulso artístico y llegó a Madrid su concepto. De plena conexión fue la primera de las series por la mano derecha ante un toro repetidor y con motor. Por ahí fue por donde llegó con fuerza al tendido la labor de un torero que se embraguetó con plena personalidad. Se vino abajo el toro por el izquierdo y se fue a por la espada el de Linares, matando de un soberbio estoconazo. El premio a honra de Román.
Intentó hacer el toreo con profundidad Pepe Moral ante su primero, que le humilló con calidad por abajo pero pronto cerró la persiana. Otra tarde le queda al sevillano para mostrar el natural eterno que otras tardes ha emocionado a esta parroquia.
Fue en esta tarde, en la que Román ofició la Eucaristía en la que se hizo Pelícano para seguir ahondando en el mito que su nombre sigue escribiendo en esta plaza.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Vigésimo octava de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 19.000 personas.
Toros de Herederos de Baltasar Ibán, bien presentados y un sobrero de Montealto, primero bis. Para atrás el primero por flojo; medidor un geniudo primero bis de sólo medio muletazo; humillador el segundo hasta que bajó la persiana de su repetición; reservón, violento y finalmente rajado el tercero; repetidor, con motor y empuje a diestras el aplaudido cuarto; insulso el deslucido quinto; peligrosos los tornillazos del violento sexto.
Curro Díaz (azul rey y oro): silencio, oreja y ovación de despedida.
Pepe Moral (canela y oro): silencio y silencio.
Román (azul rey y oro): oreja (herido)