LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

El rejoneo, a hombros de Madrid


sábado 16 mayo, 2015

Sergio Galán, Diego Ventura y Leonardo Hernández abren la puerta grande de Las Ventas en una tarde de lleno que aúpa el rejoneo un escalón más en Las Ventas

Sergio Galán, Diego Ventura y Leonardo Hernández abren la puerta grande de Las Ventas en una tarde de lleno que aúpa el rejoneo un escalón más en Las Ventas

En Madrid gusta el toreo a caballo. Queda claro. El lleno en los tendidos, la vibración de la tarde, la disposición de la terna y la variedad en el ruedo hicieron de la de hoy una tarde histórica en la capital. Lo hicieron tres toreros distintos que caminan por la senda del más difícil, del más puro, del más importante todavía. Sergio Galán, Diego Ventura y Leonardo Hernández pusieron hoy una cota más en el rejoneo en Madrid. El Capea puso el ganado con dos de sus hierros.

Supo encelar bien Sergio Galán a su primero toro, un manso acobardado que quiso saltar la barrera, con un único rejón de castigo sobre «Ben-Hur», metiéndose en su terreno y provocando muy en corto para que no huyera. Ya sobre «Ojeda», en banderillas, el toro fue otro, emprendió un galope templado al hilo de las tablas, mientras el luso-árabe le llevaba cosido de costado. Después atacó de frente, dando el pecho y batiendo a pitón contrario para dejar dos palos en todo lo alto. La faena fue creciendo y ganó en emotividad con «Titán», con el que volvió a clavar al estribo y se adornó con vistosas piruetas en su redonda salida. La lidia tuvo orden y calidad, siempre a favor del toro, y los adornos del final, tanto las rosas como las cortas a dos manos, tuvieron sentido, pues llegaron justo cuando el toro estaba pidiendo la muerte, que llegó tras un rejonazo certero. Oreja de ley.

Precioso resultó el primer tercio de Diego Ventura con «Suspiro», con el que se fue a la puerta chiqueros para conducir una bonita cerrera, garrocha en mano, que se prolongó por casi todo el anillo venteño, para después girar en corto y parar al toro con perfección y dejar un rejón de castigo en todo lo alto. El toro tuvo ritmo y recorrido, pero había que provocarle. Siguió bien, pero esperaba y no se arrancaba de largo. Después vino lo grande, pues «Sueño» desplegó toda su capacidad y torería. Primero templando larguísimos galopes de costado, después quebrando en la cara para clavar arriba y adornarse con hermosinas y un bonito passage antes de volver a cuadrar para entrar atacar entrando de frente, o aprovechar la querencia para provocar la arrancada y hacer un espectacular quiebro andando hacia atrás, como lo hacía con el recordado «Diluvio». Todo iba camino de triunfo gordo, pues el cierre con «Remate» fue espectacular, tanto en el par a dos manos, como en las cortas al violín, pero el rejón de muerte cayó en mal sitio y el premio, que iba a ser el mayor, se esfumó.

De menos a más fue la faena al tercero, en la que Leonardo Hernández tuvo que emplearse a fondo con sus caballos para alegrar las embestidas de un toro que iba y venía sin más, hasta que se le acabó el gas y se paró. «Titán» fue el encargado de preparar el terreno, parando y encelando bien, para que después, con «Amatista», clavar siempre al estribo y seguir conduciendo las embestidas con temple; pero fue con «Xarope» con el que puso la guinda a su buena labor, pues supo calentar al público sin perder de vista al toro, por eso las levadas en los cites fueron oportunas, ya que pusieron la alegría que el ya parado toro no tenía. El rejonazo, contundente, fue el sello a un merecido premio.

El cuarto, sustituto del devuelto por inválido de El Capea, tuvo una bondad tremenda y fue cómplice del nuevo triunfo del conquense, que tuvo que remontar el disgusto de público porque el rejón de castigo no se rompió y quedó el palo colgando en el lomo del toro (también le pasó con el devuelto), por eso sobre «Trópico» tuvo que empezar casi de cero, conquistando a un tendido que se fue metiendo poco a poco en una faena sobria y elegante, quizás sin demasiado brillo al comienzo, pero sí con mucho sentido de la lidia a un toro bueno pero al que había que ponerle mucho. Por eso con «Apolo», y con el toro ya metido en el canasto, llegó el momento del lucimiento: passages, piaffes, cites de frente, galopes de costado esperando al toro hasta casi encunar la grupa entre los pitones del toro, todo con mucha verdad, de ahí su espectacularidad. Ya no hubo errores, ni siquiera con el joven y valiente «Artista», con el que caracoleó para dejar los palos cortos y volvió a matar con efectividad para abrir la puerta grande con total merecimiento.

No se lo puso fácil el quinto a Diego Ventura, pues su tendencia a tablas y los arreones de manso sin ritmo hicieron que sus cuadra se tuviera que emplear a fondo. Primero fue «Maletilla», con el que fijó al toro a pesar de que no lo pudo sujetar en los medios; después fue con «Nazarí», que supo aguantar los arreones, esperar y tirar del toro de costado hasta conseguir que acudiera con ritmo, siempre por dentro, y con la emoción que daba el temperamento del manso cuando se le molesta. Con los hierros no hubo un fallo, pero el toreo a caballo fue grandioso y adquirió bemoles de maestría. Los milimétricos quiebros con «Milagro» tuvieron una vibración tremenda y con «Remate» el cierre no pudo ser mejor, pues no solo dio espectáculo con las levadas con las que adornó los cites, sino que llegó hasta la propia cara de un toro, a estas alturas ya parado en los medios, para clavar las cortas en todo lo alto, igual que el fulminante rejón de muerte, simplemente perfecto, que tumbó al toro en segundos. La petición fue unánime, y la confusión hizo que se pensara que el rabo había sido otorgado, pero las dos orejas fueron incontestables.

Se vio obligado Leonardo Hernández a sacar la armada para solventar las dificultades del reservón que salió en sexto lugar, un toro que quiso rajarse y al final tomó los medios como querencia. El trabajo de «Champán» fue tan poco vistoso como muy efectivo, pues se trataba de enseñar al toro a embestir al jaco, pero el lucimiento vino con «Ole» y con «Sol» con los que se preocupó primero por mantener la línea de la lidia, por clavar bien, y después por lucir esa excelente equitación que siempre ha atesorado. Por eso la sobriedad de su toreo no se interpuso al espectáculo de ver el toreo de frente, con verdad y pureza. También «Xarope» tuvo su momento, ya con el toro aplomado en los medios, llegó a la cara, casi montándose sobre el toro para que Leonardo dejara un certerísimo rejón definitivo que le otorgó el derecho de acompañar a sus compañeros a hombros.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, novena de abono. Lleno en los tendidos en tarde agradable.

Cuatro toros de Carmen Lorenzo (4º, sobrero) y dos de El Capea (2º y 3º) bien hechos y de correcta presentación, 1º, manso acobardado, 2º noble y seguidor, 3º noble, a menos, 4º bondadoso, 5º, manso, aquerenciado, pero obediente, 6º reservón.

Sergio Galán: Oreja y oreja.

Diego Ventura: Ovación y dos orejas.

Leonardo Hernández: Oreja y oreja.

Al terminar el paseíllo se guardó un minuto se silencio en memoria de Joselito, muerto un día como hoy hace 94 años. Los tres jinetes salieron a hombros.

FOTOS: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO