Madrid 16-5-2018 from Cultoro TV on Vimeo.
TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
La demoledora muleta de Alejandro Talavante lo es porque esconde el gobierno más tiránico que conocerse pueda tras la agradable y limpia sutilidad del vuelo de un colibrí. Parece que no es nada el colibrí. Parece que puede poco; pero es tan potente su batida que se mantiene en el aire sin avanzar ni retroceder. Como la muleta de Alejandro. Es imperiosa y tenaz cuando se le van detrás los toros, pero es también suave caricia para empujar voluntades para los que van a embestir. Y a esos les ofrece el trapo Alejandro con tal sutilidad que los continuos toques fijadores y citadores que experimenta el trapo son casi imperceptibles para el ojo común. Porque Talavante, que se siente como en el mismo cielo aleteando cual colibrí, puede ser de todo menos común.
Como no lo son los naturales que le fue arrastrando al sexto por la arena mientras aún creía el animal que podía vencer en esa lid. Suelta la cara, acusada la repetición, buscaba lo que había detrás del trapo rojo que manejaba Alejandro, pero el vuelo del colibrí no le dejaba pensar más que en embestir. Y embestir más, porque ya tenía una oreja en la espuerta y esa Puerta Grande la cantaba hasta el apuntador. Le había hundido zapatilla al Cuvillo este tío de Badajoz, que le cimbreó la cintura sin una arruga en la sarga, le ofreció pecho o trapo sin trampa ni cartón y creció por una cuarta por encima de él sabiéndose superior al resto. Ejerciendo de mejor.
Porque tal vez anduviese dubitativo este año un Alejandro muy mudo que apenas optó a la memoria en las ferias de primera que pisó –a pesar de la seria tarde de Sevilla en la que se llevó el volteretón-, pero Madrid le pesa menos que al resto, o se le nota menos el peso, da igual en esta ocasión, y esta plaza le da alas, cual refresco isotónico, para volver a volar. Y lo hace cual colibrí. Con la misma apariencia de fragilidad y con menos carne que el tobillo de un jilguero, pero con el alma tan grande y el corazón tan volcado que toda la plaza a la vez pegaba cada natural. Hasta que llegó el estoque de lata para echar a todo el mundo del sueño y mermar el premio del pacense.
Un poco lo mismo le pasó a Ferrera, que enlotó los dos toros más acordes con la pausa que ha decidido explorar en su nueva dimensión. Feble el primero, que tenía calidad para embestir, mas carecía de poder para rebosar; noble y obediente el cuarto, que sin ser el toro de la feria sí le permitió a Antonio conversar con sus fantasmas y ponerse de acuerdo en el rescate. Un par de medias verónicas a ese cuarto, al que le dejó muletazos de volverlo a ver cuando la mano izquierda se alineaba sin prisa con el toreo vertical. Se amanera un poco últimamente Antonio, pero cada uno sabrá cuál es su forma de expresar el toreo. La de hoy se premió con una oreja, y a punto estuvo de ser premio mayor.
Tanta suerte fue esquiva para José María Manzanares, que ya está acostumbrado a que en esta plaza le traten regular. Así y todo, hoy paseó una oreja que premiaba su compostura, su empaque y su trazo desorbitado comparado con casi todo lo demás. Hubo un cambio de mano al quinto, cuando el tercio ya moría en la boca de chiqueros, que es de los que entra en la memoria colectiva para magnificar la acción. Pero es que lo engarzó con uno de pecho largo, macizo, tocado en el cite y cuando se disponía a vaciar. Inmenso José Mari, que sabe entrar en el pódium incluso cuando no le va del todo bien.
Tampoco es que a los demás les vaya para tirar cohetes, pero es que no todos tienen la capacidad de hacer que vuele el colibrí. Porque si algo tuvieron los tres que se vistieron de oro hoy es que rentabilizaron el esfuerzo. Aunque la decisión del presidente –el mismo que negó a Fortes- de conceder la oreja a Antonio cuando el primero de la tarde se iba a ir a destazar marcó el devenir del festejo y dejó maltrecho el listón. Ahora a ver cómo lo hacen para repararlo. Tal vez empezar por no estropearlo todavía más.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Novena de la feria de San Isidro. Corrida de toros.
Entrada: Lleno de «No hay localidades»
Seis toros de Núñez del Cuvillo, con presencia, sin estridencias y en hechuras y tipo. De buena clase con la fuerza en el límite el feble primero; acometedor y emotivo sin clase el segundo; con temperamental transmisión el tercero de cara suelta; de templado ralentí sin chispa el enclasado castaño cuarto; pasador con fondo y la fuerza justa el jabonero quinto; emotivo con la raza justa y la cara suelta el aprovechable sexto.
Antonio Ferrera (rioja y oro): oreja y palmas tras aviso.
José María Manzanares (marino y oro): silencio y oreja.
Alejandro Talavante (blanco y oro): oreja y ovación.