Por estos días que se corre el Giro de Italia,
recordé que en estas carreras de tres semanas hay días que son claves –las
etapas reina o las contrarreloj– y hay otros que son denominados «de
transición”, es decir, que sólo sirven para sumar kilómetros y cumplir con el
requisito de llenar el calendario, porque aunque las figuras corran en el
pelotón y probablemente alguna pique en punta a la hora de la llegada,
absolutamente nada cambia al final de la jornada. Hoy en Las Ventas pareció que
San Isidro tuvo su «etapa de transición”. No pasó nada, y eso que en el cartel
había interés por todas partes, una ganadería como la de Puerto de San Lorenzo,
que obtuvo varios premios el año pasado y que cada temporada suele soltar más
de un toro bravo y bueno; un torero en una madurez contrastada y que ha
adquirido una nueva dimensión como lo es Antonio Ferrera; Miguel Abellán, uno
de los consentidos de Madrid y que en sus previas actuaciones había dejado
cortado un trofeo en una y gustó en la otra; y Daniel Luque, que el año pasado
abrió la puerta grande de esta plaza con esta misma ganadería. Sin embargo, no
pasó nada. Razones para creer en que alguno podría atacar y se pudiera poner en
el podio de este San Isidro. Pero no, no pasó nada…
Y no se puede decir que no hubo toro, porque
algunos tuvieron calidad, aunque no duración (en el último), ni fuerza (en el
primero), con otros valía aquello de jugársela para destacar, y hubo uno, el
segundo, como para apostar de verdad por su calidad y son. Pero hoy la general
no se iba a mover, había algo en el ambiente que se palpaba así… El poco eco de
lo bueno, aunque un tanto disperso, hecho por Ferrera; la ausencia de apuesta y
el exceso de precauciones de un anodino Miguel Abellán; y las imperfecciones
que emborronaron la actuación de Daniel Luque, terminaron por aburrir al
personal, que también salió pronto de la plaza, quizás prepararse para una de
las etapas reinas de esta feria, la corrida de mañana.