LA CRÓNICA DE SEVILLA

Glorificar el rito


miércoles 13 abril, 2016

Manuel Escribano indulta a Cobradiezmos, de Victorino, y Paco Ureña desoreja al tercero, con menos suerte para Morenito

Glorificar el rito

MARCO A. HIERRO

Glorificar el rito es conseguir que gane la
fiesta. Es santificar el sacrificio poniendo la vida por delante de la propia
vida, porque todo en el toro, incluso la muerte, es vida. Lo es cuando se
derrama la bravura por el albero amarillo en un morro cárdeno que no dejó de
embestir hasta que se fue por donde vino después de vencer a la muerte. Lo hizo
con entrega, con profundidad, con humillación, con largura, con transmisión y
con clase. Si perdiese la fiesta todas esas virtudes no ganaríamos los presentes
el respeto del futuro.

Tendrá
ese futuro que le dejamos a nuestros hijos la genética milagrosa de un toro bravo
que ganó en Sevilla la batalla con la muerte porque se dejó la vida entera
colgando de su pitón
. De Victorino el hierro de ese
Cobradiezmos que hizo suya la historia pintando de blanco el tendido. Algunos,
algo más de media plaza, podremos recordar que estuvimos allí.

Allí para ver a Manuel Escribano obrar de
nuevo el milagro en la plaza que mejor lo hace posible. Allí para verlo
hincarse para esperar en la arena lo que le echaba el portón. De rodillas sin
humillarse, porque la verónica encajada que sacó de la chistera compuso el
ramillete macizo que sirvió para abrir el telón. Glorificó el rito Escribano cuando lo vio embestir y le arrastró la
muleta para sentir, que no torear. Y allí le sacó el gran fondo el fenomenal
Cobradiezmos para entregarse más cuanto más le exigían bravura
. Sentir
digo, y digo bien, porque no había humano ni dios que pudiera saber qué sintió
Manuel ovacionado en los medios. ¿Cómo se cuenta eso?

¿Cómo se cuenta que hubo más que ese jalón en
la historia? Recordando la propuesta
pura, limpia y entregada de Paco Ureña con el tercero.
El pecho entre
pitones curvos, los pies apuntando al frente, la muleta que se acerca
parsimoniosa y lenta para reventar por abajo el reboce diestro de un pitón.
Emocionante.

Tanto que levantó Paco la cara para mirar al
tendido después de crujir al toro en muletazos más lentos que el paso del
Cachorro. La levantó ahíto de vida, glorificado en un rito en que la apostó sin
trampa para cancelar hermoso el sueño de un tipo menos triste después de esta
función. Ureña entró en Sevilla por derecho saliendo en hombros de La
Maestranza y entrando de lleno en el corazón del toro. Torero. Lleno.
Glorificado.

También pudo estarlo Morenito a estas alturas
si le aguanta madura la comunión con el segundo. Porque deslizó el burgalés
telas de gusto y hondura, pero estaba con uno gris y aquí eso impone religión. Otro gallo hubiese cantado si le cambian
los dos de orden, pero a estas horas… ¡Qué fácil resulta hablar!

Y más cuando uno ha sentido, ha glorificado el
rito preservando la bravura y ha sentido con Sevilla el peso de entrar en la
historia. Eso es bueno para el toro. Y qué bueno, Emilio Trigo, que decidimos
venir mañana…

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Undécima de la Feria de Abril. Decimosegunda de abono. Corrida de toros.

Seis toros de Victorino Martín. El cuarto, «Cobradiezmos» de nombre, premiado con el indulto. 

Manuel Escribano, silencio y dos orejas simbólicas. 

Jesús Martínez «Morenito de Aranda”, silencio y silencio. 

Paco Ureña, dos orejas y silencio.