El domingo escuché varias veces una frase tan
injusta como desafortunada: «hoy comienza el verdadero San Isidro”. El motivo
no era otro que el hecho de que los hierros denominados «duros” se lidiarán, la
mayoría, durante la última semana del ciclo. Aquellas ganaderías que por el
motivo que sea, no son las preferidas por la mayoría de los toreros para hacer
el paseíllo en esta y en muchas otras plazas.
No sé si aquellos que llegaron a pronunciar
esta frase habrán estado en las corridas en las que un «Agitador” de Fuente
Ymbro, o el «Lenguadito” de Toros de El Torero, o el «Jabatillo” de Alcurrucén
prendieron la emoción de los tendidos con su encendida bravura, o si
presenciaron las completísimas corridas de Juan Pedro Domecq o de Parladé. Me
gustaría pensar que sí y que las disfrutaron igual, pero creo que con esa
sentencia del «verdadero San Isidro” marcan una frontera en la que todo lo que
huela a Domecq no vale, y eso es tan injusto como decir que en las corridas de
Baltasar Ibán y Partido de Resina lidiadas entre ayer y hoy, o las de Cuadri,
Miura, Adolfo y Victorino Martín durante el resto de la semana no saltará ni un
toro que embista.
Soy de los que piensa que es tan meritorio el
trabajo de Juan Pedro Domecq, como el de José Luis Algora, o el de Fernando
Cuadri y el de José Luis Lozano, y que si cada uno de ellos tiene una corrida
de toros con la presencia y la nota suficiente para venir a Madrid, tiene que
hacerlo, pues es una feria con cabida para todos. Otra cosa es que embista y
todos sabemos que hasta que no se arrastre cada uno de ellos no lo sabremos de
verdad.
Está claro que estadísticamente algunos
ofrecen más garantías que otros, pero también está claro que las estadísticas
son sólo números, porque sólo basta con recordar a un «Zahonero”, a un
«Aragonés” o a un «Aviador”, por sólo tirar de la memoria cercana, para
demostrar que los toros bravos salen de cualquier hierro, igual que saltan
mansos. Y es una pena que se hayan juntado tantos mansos entre ayer y hoy,
porque ya hay varios que están cargando contra estos dos hierros con tanta
injusticia como la de aquellos que ningunean a los hierros de procedencia
Domecq. Creo que hace falta ser paciente y liberarse de prejuicios para entrar
a una plaza de toros y dejar que el toro, sea del hierro que sea, nos
sorprenda, ojalá, con su bravura.