TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Es la que marca la diferencia en el toreo. Es la que pone a unos en la picota y a otros en el disparadero. La línea es tan real como imaginario su trazo, y tan cruda e inmisericorde la gloria de quien la cruza como aliviadora y falta de compromiso la actitud del que la traza. La línea. Ese concepto tan paradógico.
La línea la debieron cruzar hoy tres tíos con urgencias y necesidades que sólo la plaza de Las Ventas puede paliar. La línea se acercó generosa con una corrida de El Pilar grandona, pero en tipo, evidente para el tendido en exigencia, pero también en calidad, con varios toros que ofrecieron premio por dar el paso, pero sólo el que tenía una tarde -la de hoy- olvidó que tiene cuerpo porque no quiere pasar hambre, y pagó su atrevimiento con medio pitón en el muslo. Y hoy había cuernos para pasar el invierno.
Osó templarse Gonzalo con ese tercero de entipada hechura y generoso cuello, de humillación acusada para quien quisiera buscarla. Se templó, sí. Y desmayó la figura porque no tiene más que perder que la sangre por un agujero. Y se puso a cruzar la línea tal vez con la inconsciencia de quien anda ayuno de técnica y oficio porque le restan verdad. Y tenía que ser muy real lo de hoy para rentabilizar la tarde. Aunque quisiese hacerlo tan de verdad que se quedase en la cara al matar y recibiese el cuerno en el exterior del muslo. Otra vez se dejó una oreja camino de la enfermería y uno dentro para que lo matase otro.
Un Guajiro de inmaculada estampa, poderosos pechos, heladora seriedad en las puntas y metro y medio de cuello para humillar arrancadas. Ese toraco inmenso pudo ser el que le diese la gloria a Gonzalo por traspasar la línea, pero se quedó en las líneas que le tiró Juan del Álamo para no pasar de la indiferencia. Antes, sí. Antes había intentado obligarse a superar la línea en el primero, ese toro emotivo y con voluntad que se le fue tras el trapo y sólo decidió cuajar cuando le regaló un trastazo pidiendo que espabilase. Luego tiró de raza y le fue mejor, pero no llegó a cortar el trofeo que le pidieron y que hubiese llegado de cruzar la línea.
También para José Garrido, pero la tremenda facilidad técnica e intuitiva del extremeño le juega a veces malas pasadas y pretende fajarse a ver quién tiene más raza con un toro en lugar de llevarse bien y pedirle que le ofrezca el fondo. Sabe cruzar la línea, pero tira de líneas para no tener que hacerlo cuando algo le ronda que lo saca de punto. Y en el toreo de hoy o vas palante -y él sabe hacerlo- o no vas.
Hoy fue palante Gonzalo, que cruzó la línea porque no había más ocasión. Y el que menos fondo guarda se lo jugó sin guardar nada. Por eso lo hieren los toros. Ojalá se quede todo en un aplazamiento de la ilusión.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Octava de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 14.666 espectadores.
Toros de El Pilar, serios y bien presentados. Emotivo y con movilidad el primero; exigente con fondo el interesante segundo; obediente y con clase el buen tercero; de buena calidad y media humillación el manejable cuarto; exigente y reponedor a los errores el enrazado y serio quinto; generoso en la arrancada sin inercias el serio sexto.
Juan del Álamo (caña y oro): vuelta al ruedo, silencio y silencio en el que mató por Caballero.
José Garrido (azul noche y oro): silencio y silencio.
Gonzalo Caballero (grana y oro): ovación tras caer herido.