MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Era turca la pasión de mi querido Antonio Gala, pero los muslimes se los quedó Gallardo en la componenda con Fuente Ymbro. El de hoy de Jandilla era Hebrea, y era hermosa como un rostro de mujer, que puede no coincidir en el género, en el número o en la filiación, pero ¿a quién le importaba eso cuando estaba Castella dibujando al natural? Era Hebrea la pasión de esta tarde, tan judía como el propio empresario Simón, que se deja ver más bien poco por las tardes de San Isidro.
Hoy no era a Simón a quien veía Madrid, sino a otro francés y otro Hebrea, que se conjugaron en el segundo acto de la función de esta tarde para construir el hito de esta feria. Porque Hebrea, señor presidente, era de vacas, lo sepa usted o no. Que tampoco sabe nadie quién le pidió la devolución del quinto para que sacase el pañuelo verde y, con él, reventase de un plumazo la puerta grande que ya se veía atravesando Sebastián con el castaño jandillón. Cosas veredes, pero como esta…
Y tampoco debe Turzack dejar la culpa entera en los pañuelos que cuelgan del palco, porque de haber gozado una miaja de sentido de la medida hubiera sido más rotunda su faena al toro judío y a estas horas quién sabe si no lo estaría mojando en champán. También es francés el caldo, y también cabezón, porque después de un cambio de mano que son dos circulares y medio, después de parar la velocidad a menos del infinito, después de reventar las barrigas y levantar a la plaza, le pegó Sebastián ¡cuatro muletazos más! En lugar de dejar al tendido que se explaye en su contento, le provoca Castella el baile de San Vito con su pectoral, firma, otro de pecho, otra trinchera a la trágala y hasta un kikirikí si me apuras. Sobraron tres muletazos por tanda. Lo demás fue superior.
Lo fue con el capote a la espalda después de ver cómo empujaba el gran Hebrea en el caballo; lo fue con la muleta plegada, con ese pasar de uno en uno los muletazos por alto, con ese vivir por abajo lo que por abajo nace y matarlo por la espalda para no volverlo a ver. Fue hondo y fue puro fuego el toreo al natural, latiendo notas de voz que morían en el pecho y dibujando ondas de mar que mecían la profunda embestida del Jandilla. Qué precisión, que empuje con las puntas adelante, que manera de gatear la tela cual si no hubiera más ocasión. Y qué manera de venirse tan arriba y de sobreponerse al castigo que el propio Castella le agradeció la entrega a sus restos cuando le rendían honores en la vuelta al ruedo. Fue el momento de la tarde en que a Jandilla le embistieron seis de seis.
Lo hicieron los dos del lote de Paquirri. Uno más noblón, el otro con más duración; a ambos les mató el ímpetu hasta que se quedaron en nada y fueron luego mucho más manejables para no dar guerra en lo que termino mi actuación. Luego ya veremos qué hacemos contigo. Pero luego no llega nunca porque lo más fácil es que se vayan muriendo las mentiras en un charco bien pequeño de realidad. Y de allí no las rescata nadie, pero menos Paquirri, que aparte de un par de buenos pares que le colocó al cuarto bis no se le recuerdan méritos para conservar más que la dignidad.
Hasta eso perdió por momentos López Simón en su segunda tarde de este San Isidro, tan apático y perdido como el que se busca a sí mismo pero no recuerda cuál era su mejor versión de sí. Esa, la mejor versión del de Barajas, le daría la enhorabuena, intentaría hablar con él, pero no tengo muy claro lo que conseguiría.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Decimoquinta de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No hay billetes.
Cinco toros de Jandilla, bien presentados, con cuajó y buena hechura, uno de Vegahermosa (tercero) y un sobrero de Salvador Domecq (quinto bis). Noble y con fijeza el templado primero; bravo, codicioso, enclasado y fijo el extraordinario segundo, premiado con la vuelta al ruedo; emotivo y humillado con calidad el buen tercero, aplaudido; franco y con celo el durador cuarto; devuelto incomprensiblemente por blando el castaño quinto; áspero, exigente y correoso el complicado quinto bis; codicioso y con motor el humillado y emotivo sexto.
Paquirri (azul rey y oro): silencio y silencio.
Sebastián Castella (celeste y oro): oreja tras aviso y ovación tras dos avisos.
López Simón (negro y oro): palmas y silencio.
Saludaron José Chacón y Vicente Herrera tras banderillear al quinto.