LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Morir en la orilla opuesta


martes 5 junio, 2018

Luis Bolívar roza el triunfo con un enrazado y buen Escolar, Robleño muestra suficiencia con mucho gusto y Rafaelillo justifica una actuación de medios toros

Morir en la orilla opuesta

Madrid 5-6-2018 from Cultoro TV on Vimeo.

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Fue un digno final para una corrida de toros con la emoción y la transmisión de los grises que valen. El manejo de la sarga con la mano izquierda del colombiano de la sien blanca, que nadó y nadó -no siempre en la mejor dirección- y al final murió en la orilla, estrellado contra la cruel realidad de Madrid y esa ovación al sexto que olvidaba lo realizado el minuto anterior.

Cierto es que no fue rotundo, que hubo lagunas en el transcurso de un trasteo que no alcanzó su mejor nivel cuando Luis usó la diestra. Pero hubo naturales excelsos que no están al alcance de cualquiera que pisa este ruedo. Eso sí, intercalados entre tandas más humanas, menos gloriosas, más alejadas de la profunda exigencia entregada del buen Chupetero, otro toro para el Olimpo de Madrid. Por eso cuando arrastraron al animal, después de esa estocada de entrega pura que reventó el cuerpo a Luis en una voltereta que no trajo premio esta vez. Esa imagen del Boli sentado en el estribo, lamentando el descabello que le robó el sueño… Una instantánea que vale una tarde.

Había nadado –y mucho- Bolívar para llegar a este año de reoportunidad de la mano de Álvarez Canorea y Leandro. Había cortado una oreja en Sevilla y había llegado a esta tarde con su esperanza puesta en su tremendo conocimiento de Madrid. Y de los grises. Y eso pudo ser lo que transformó su solvente trasteo al tercero en un trance soso y especializado para que sólo el profesional lo valorase de verdad. Pero también a ese le sopló naturales gloriosos sin que nadie jalease. Por eso murió en la orilla opuesta, antes de alcanzar la toalla.

Esa nunca la tiró Robleño cuando se enfrentaba al correoso y orientado quinto, con su continuo mirar al pecho, su constante venirse encima y su negativa obstinada a entregarse a Fernando, que se la puso imperiosa y con poder para que nunca le llegase el agua al tobillo. Por eso no murió en la orilla opuesta. Eso le había pasado con el segundo. Ese fue el otro toro de la corrida que mereció reconocimiento, porque tuvo un pitón izquierdo para el que lo quisiera aprovechar. Pero también exigencia, correa, aspereza y aristas que rascar y limpiar para encontrar el fondo.

Tampoco le había importado doblarse con el capote para ofrecerlo terso en poderosa horma que dejó bellos momentos antes de empezar a perderle pasos, ya con el percal, para ponerlo en ritmo. Le había visto el fondo Fernando al gris, por eso le construyó el andamio a la faena hasta que llegó el momento de exigir. Y allí desmayó derechazos con inteligencia, apretando en los que viajaban para adentro, para donde apretaba también el de Escolar. Pero lo mejor llegó con una serie de natural ralentizado y armonioso, encajado de riñón y asentado de pies. Tanto que recibió una zancadilla al concluir serie y quedó a merced del animal sin que éste hiciese por él. Otra tanda de mano derecha templada y firme dejó las espadas en alto para romper la tarde con una estocada, pero el premio no llegó. Y aún así la cerrada ovación que recogió Fernando agradecía la entrega, el gusto y el corazón.

De esas tres cosas, sólo corazón pudo demostrar Rafaelillo, que también murió en la orilla con el poderoso primero cuando comenzó a orientarse y a negarle el pan y la sal. Porque apenas un par de series de corazón sin brillo le había soplado Rafa para irse sin una mísera ovación. Del cuarto y su lidia pocos se acordarán a estas horas.

Se acordarán de Chupetero y sus tres arrancadas al caballo, su poder en el penco y su fondo al embestir. Se acordarán de la exigencia de su carácter y de lo agradecido de su proceder a las cosas bien hechas. Porque esas son las cosas del bravo que hacen de la corrida de hoy algo muy distinto de la que se lidió ayer. Pero para verlo hace falta desnudar el corazón.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésimo novena de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 15.522 entradas vendidas.

Seis toros de José Escolar, desiguales de presentación pero muy en tipo en general. Obediente pero exigente y orientado el primero, aplaudido; humillado y con fondo el reponedor segundo, ovacionado; de largo viaje y humillada exigencia el tercero, a menos; deslucido y espeso el cuarto; reservón, medidor y a la caza el complicadísimo quinto; humillado, con transmisión y con fondo el buen sexto, ovacionado.

Rafael Rubio «Rafaelillo» (nazareno y oro): silencio y silencio. 

Fernando Robleño (grana y azabache): ovación tras aviso y silencio. 

Luis Bolívar (negro y oro): silencio y ovación tras dos avisos.