JAVIER
FERNÁNDEZ-CABALLERO
Esta
crónica es para ti, Joan. Hoy nos has dedicado unas palabras «amables” pero con
la saña rencorosa del ideal que dices representar. Sí, esta crónica es para ti, que inconscientemente has afirmado este
mismo mediodía que las cerca de 40.000 personas que ayer se manifestaron en tu
cara tornen su Fiesta en incruenta, que le eliminen la muerte que hace
sagrado su rito, que le erradiquen su condición mítica extrayendo de sí la
parte que le ha hecho perdurar en la historia.
Perdonadme Álvaro, Ginés y Cristian, pero os
voy a utilizar populistamente para gritarle a otro populista cómo se hace
demagogia. Aprende y si lo haces, hazlo bien, Joan. No seas mediocre, por
favor: haz buen populismo. No nos des lecciones, que desde Gallito hasta Romero hemos tenido, los
aficionados, casi una centena que ya lo han hecho y, si haces populsimo contra
el toreo, hazlo bien. No desmitifiques el término. No le hagas daño, porque tenían
que pasar sólo 10 horas desde que 40.000 almas pasaron por la puerta de tu
Ayuntamiento para que alzaras la voz contra el pueblo. Nos has querido aleccionar
esta misma mañana.
Pero no
lo has conseguido, Joan, te lo han demostrado tres jóvenes piezas de billar que
hoy no dieron a la blanca de la espada pero se enrolaron para cuajar sus vidas
y su vocación a esta inmortal religión. Esta
crónica va para ti, para tu cara: esas cuatro gaoneras de espanto y esas siete
bernadinas de vértigo de Ginés, el ramillete de trincherillas que reventaron la
arqueología levantina de Lorenzo y, por supuesto, esa pirotecnia de tu paisano
Cristian. Para ti todas.
En tu
cara, Joan, le imprimió suavidad capotera Álvaro Lorenzo a un abreplaza que
quiso ser sorna de la misma bravura que tú detestas. Intentó que así no fuera
un joven al que el encierro en los Montes de Toledo que la sabia sien de los
Lozano han progresado este invierno le marcó la evolución capotera de quien
puede y quiere estallar el escalafón mayor. Quiso ser fruto maduro un Ginés que
ya le entró por espantosas chicuelinas a aquel jabonero, que en manos del manchego
fue un mulo desalmado, fue impávida roca empalizada en la arena levantina
porque a la calidad le faltó la fuerza que es fuente del todo en esto del
toreo. Y le pidieron la oreja, la misma
que mereció en el cuarto.
Esa
facilidad para enroscarse al flojo supo Lorenzo poetizarla también con este
cuarto, en tu cara, Joan. Dulce fue su respuesta al alcalde por verónicas:
máxima técnica de quien tiene por maestro a la muleta de Castilla, muletazos en
dos tiempos de quien fue listo para saber que con uno sólo no azuzaba el frío
que invadía la plaza y naturales, Joan, que consiguieron sujetar al manso hasta
reventarlo por abajo justo donde él quería, en la puerta de chiqueros. Y la oreja, Joan, que es premio del
materialismo que tú dices odiar pero camino efímero para el que quiere y puede
ser gloria de su escalafón. No lo entiendes, Joan, pero me da igual. Esa
oreja va por ti.
En tu
cara, Joan Ribó, fueron también la docena de verónicas a pies juntos con las
que Marín vociferó su concepto ante el primero de su lote. En tu cara ese
cartucho de pescao que fue hule cirujano si milímetro y medio más a su
izquierda hubiese querido el Gran Poder de su montera que pasase. Y le enzarzó naturales de bellísimo
crujío a sones maestros de una Puerta que sólo los cónsules de Nimes sabrán si
es Grande. Los sones maestros, por cierto, de una banda de Chiva que el
destino sabio quiso hoy que fuese la que ilustrara musicalmente la obra de
Ginés: el pueblo del padrino que lo alternativará en mayo tocando la Puerta
Grande que es augur del buen tino de Valencia. Y en tu cara, Ribó, a sólo
trescientos metros del sillón al que ya te has acomodado, se rompió Ginés a
torear. No se cansó de mecer su alma a
la zurda mientras su espíritu seguía mirando de reojo al maestro de la banda
porque sabía que tras su batuta se encontraba el sueño, una somnolienta
realidad que no la encontró en la embestida dormida del «parralejo”.
Y por
último y también en tu cara, Joan, la voluntad la gritó tu paisano Cristian
Climent. En su cara y a portagayola se fue a esperar al sexto, que ya de salida
se le vino a los tobillos para intentar rebañarle la vida. Galleó para llevarlo
al caballo y ahí acabó su torería: un fallido par del «molinillo”, dos quiebros
palitroques en mano de escándalo o varios derechazos enhilados fue mérito de
Climent para ti, Joan. Antes, le cambió el viaje al tercero en el inicio
muleteril para convertir en tediosa la faena ante un novillo sin más donde
rascar. Ese péndulo también iba dedicado a ti, querido alcalde de esta bella
ciudad.
Y esta crónica va para ti, Joan. Buenas
noches. Y a ver si, ahora que los taurinos nos las sabemos todas, somos
nosotros los que nos vamos a convertir en los escraches que verbalmente
legalizáis para que se te quite de golpe la idea de hablar gratuitamente contra
el mismo toreo que ayer gritó libertad en tu cara…
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de
Valencia. Cuarta de la Feria de Fallas. Novillada con picadores. Más de un
cuarto de plaza en tarde de lluvia intermitente.
Se lidian novillos de El Parralejo. Desiguales de presencia y de juego variado. Destacó el buen segundo,
aunque flojo como todos sus hermanos.
Álvaro Lorenzo, Vuelta tras petición / Oreja.
Ginés Marín, Vuelta tras petición y aviso / Vuelta tras petición y aviso.
Cristian Climent, Silencio tras aviso / Oreja.
FOTOGALERÍA: JAVIER
COMOS