Los otros se movieron, sí, pero con poca fuerza y con
aspereza, defendiéndose sin ninguna clase. Pero valió para dejar ver el fondo
de cada novillero, su personalidad. Y eso fue lo que marcó el punto de la
tarde.
Del triunfador del festejo, Posada de Maravillas, quedó su
corte de torero distinto, de esos que no pegan muletazos por pegarlos, sino que
le salen de dentro, de las tripas. El suyo es un toreo visceral, de técnica
justa y sentimiento puro. De esos de amores y de odios. Te puede encantar, o
no, pero es suyo y eso ahora, cuando muchos pegan pases sin decir nada, vale
oro. Le cortó una oreja al buen cuarto, sólo una, porque cuando mejor toreaba
se paró y acusó esa violentisima voltereta que le dejó de K.O. Pudo ser mejor,
cierto, pero dejó su sello y eso vale.
Como vale también, aún sin cortar trofeos, la tarde deAndrés Roca Rey. En él se cuece un torero muy grande, una figura quizás, si el
destino lo permite, pues lo tiene todo para serlo: valor, inteligencia,
torería, capacidad, ambición y un largo etcétera. La forma de dominar su lote,
tan sutil y recia a la vez, la forma de ponerse y caer como plomo sobre la
arena, para no moverse, y de desplazar los brazos para pegar muletazos tan
profundos como plásticos en su belleza, o de variar su repertorio capotero con
vistosidad y verdad al mismo tiempo, son sólo la punta del iceberg del torero
que hay en este peruano. ¡Al tiempo! Pero yo no le perderé de vista.
Pero también tengo que decir que Clemente, tan correcto en
sus formas como digno en su actuación, me dijo menos. Quizás porque le pudo
pesar un poco Madrid. Se le adivinan cosas buenas, como su colocación y el
querer hacerlo todo siempre por abajo, pero me dio la impresión que estaba
toreando con una camisa de fuerza, como si hubiera algo que le robara la
naturalidad. Me gustaría verle en el campo, suelto, siendo él, dejando que el
toreo que tiene dentro le fluya sin presiones. Creo que entonces podremos ver
una nueva e interesante propuesta.