TEXTO: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO / FOTOGALERÍA: SARA DE LA FUENTE
Sin Toro no hay Fiesta, y sin materia prima no hay paraíso en este rito ancestral con el animal como rey de este espectáculo. ¿Por qué aguantar los embarazosos cinco minutos mientras que el tercero titular permaneció en el ruedo del Baratillo? ¿Quién, por qué y con qué criterio –sin especulaciones sobre si hubiese o no finalidad para ello- decidió que aquel bicho saltase al ruedo de una Maestranza Real sin el rey de esta liturgia? ¿Con qué discernimiento creyó que era lo más conveniente para un espectador que pagó religiosamente su nada barata entrada a un espectáculo que debió ser íntegro?
Un marco como el de Sevilla, donde el aire huele distinto, no puede sufrir las situaciones que hoy arremetieron contra el encuadre más bello del orbe taurino. Porque duele y no puede haber vergüenzas que mostrar cuando hay muchos orgullos en esta religión taurómaca por los que levantar la cabeza. Y aunque este viernes fueron volátiles, algunos de estos últimos se dejaron ver en esta genial ciudad. Los selló Talavante en sus derechazos desmayados al quinto y, por momentos, Roca Rey en su primero bis.
Una oreja del extremeño sigue sin tapar el desastre, pero ayuda a paliar el disgusto final. Tres tardes en cinco días. Por eso la lógica manda que no era la de hoy, la primera de ellas, la cita para apostar, en detrimento de aquel que pagó una entrada independientemente de si lunes o martes está anunciado o no un matador en el mismo coso. Cinco compromisos van por su parte en lo que va de 18 en los que la irregularidad ha sido la tónica de sus citas. Como la de hoy.
A su toreo, que no al conjunto de la figura que significa Talavante, le duró la expresión del quinto por el pitón derecho mientras supo argumentar su exposición a diestras. Un concepto que ha conocido mejores rachas, que ha enamorado con más rotundidad a esta plaza y al que aún le quedan dos disparos por abril para terminar de encontrarse con una Maestranza en la que ya van muchas tardes con el Guadalquivir esperando a verlo en volandas.
Media hora antes, fue Roca Rey el que le sopló cambiados con la parsimonia ecuánime para llegar arriba guardándose siempre la pizca de emoción final para el toreo redondo. Pero tuvo ese péndulo con el compás abierto y con el medio viaje en el envite la cierta gracia que antes se le echaba en falta al toreo del peruano… ¡y ojo que abrió las piernas entre pase y pase con el riesgo que lleva consigo! Pero vino pronto a cantarle la saeta desde tablas un animal que tampoco hizo alardes de realeza.
No fue digna la corrida llegada de Salamanca rematada con el toro de Sevilla, que fue el sexto. Ese vino de Cádiz. Lo echó Álvaro Domecq armónico, bajo, sin exceso en la tablilla, amenazante por delante y aplaudido por una plaza que entendió que ese era de los suyos. Y también Roca Rey, al que luego el muro del aplomo le dio en los morros… pero al menos había argumentos diez minutos antes para que el proyecto saliese adelante.
De Perera, de su momento, de su temporadón 2017 y de su Real temple no disfrutó una Maestranza que merecía verlo una tarde más en su abono. Pero la independencia a veces lleva consigo peajes que Madrid, seguro, sabrá resolver en mayo como lo hizo hace unos meses. Mientras, la Alcarria tiene el privilegio y las bolitas para contemplarlo en su primavera.
Fue la de hoy una tarde en la Real Maestranza sin el rey de este espectáculo, una tarde en la que el damnificado fue el aficionado y el respeto a un animal que es el porqué de este ritual ancestral en una plaza como Sevilla.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Quinta de Feria. Corrida de toros. Casi lleno.
Cuatro toros de Olga Jiménez –el tercero como bis-, uno –quinto- de Hermanos García Jiménez y uno –sexto bis- de Torrestrella.
Miguel Ángel Perera, silencio y silencio.
Alejandro Talavante, silencio tras aviso y oreja.
Andrés Roca Rey, ovación tras aviso y silencio.