TEXTO: MARCO A. HIERRO / ILUSTRACIONES: JUAN IRANZO
Castella necesita revalidar el triunfo del pasado miércoles este viernes, 1 de junio, en Madrid. Una plaza en la que salió a hombros tras sobreponerse a una feísima voltereta al segundo ejemplar de su lote, al que le paseó doble premio. Junto a él, hacen el paseíllo José María Manzanares y Cayetano con la corrida de Victoriano del Río, segunda de esta casa en la feria.
Sebastián Castella cumple hoy, tras su puerta grande del pasado miércoles, el tercero de sus tres compromisos en esta Feria de San Isidro. Corneado en la corrida de Garcigrande, llega también después de haber cortado una oreja en su primera tarde y cuatro para salir por la puerta de los Cónsules un día después en Nimes.
Es el galo regular en el triunfo y a más en su crecimiento, con el único accidente de los tres avisos en Castellón. Para Sebastián todo cambia cuando llega a Las Ventas, y hasta su semblante es otro. Llega, además, con una de sus ganaderías predilectas, que también lo es de esta plaza, Victoriano del Río.
El valor del francés está fuera de toda duda, igual que su capacidad para imponerse a los toros, por muy áspero que sea su fondo. Sin embargo, su sentido natural del temple y su perfecta colocación le han llevado a ser uno de los toreros que mejor interpreta cuando se alía con la suavidad. La madurez que le dan sus casi dos décadas de alternativa es una garantía de ver siempre cosas atractivas.
A José María Manzanares se le asociará por siempre jamás con el ruedo de Madrid, la plaza que junto a Sevilla mejor ha sentido y ha entendido su forma de interpretar el toreo. Aunque tuvo épocas en las que no llegó a ser el consentido de esta plaza, ahora parece entender mejor el ruedo de Madrid lo que representa su toreo, especialmente después de su faena a Dalia.
De todas las figuras que hoy en día se anuncian en los carteles es Josemari, tal vez, quien menos responda -junto con Morante- a la tiranía del resultado, porque si los toreros alcanzan su caché según llenen las plazas, Manzanares es -o debería ser- el más caro. Tiene un carisma especial, llega al gran público y tiene planta para ser héroe popular, además de héroe de luces, lo que lo convierte -comercialmente hablando- en un producto sensacional para vender entradas.
Pero, además, se trata de uno de los toreros que mejor reflejan y plasman un concepto concreto de torear, basado en el empaque, la elegancia, el temple y sobre todo un manejo de los vuelos como hay pocos hoy por hoy. Josemari es un prestidigitador de los flecos, por eso es capaz de embarcar y soltar con una precisión que le hace estar siempre bien colocado para ligar el siguiente muletazo. Y Madrid lo sabe.
Cayetano Rivera vuelve a Madrid tras su doble tarde el año pasado. Rivera ejecuta un toreo impulsivo, en el que los sentimientos en muchas ocasiones pueden a la técnica, algo que en ocasiones le ha jugado en su contra.
A pesar de tener una muy corta carrera novilleril por ser un matador de vocación tardía, sí suma en su haber un número importante de temporadas. Pero este año es el definitivo de acartelamiento en las grandes Ferias.
En ellas deberá dar la cara como lo hizo en las que estuvo presente durante la temporada anterior. Además, en esta campaña lo hace sin haber pisado un ruedo privilegiado en su familia, el de Sevilla.
Los toros que esta tarde se anuncian en la primera plaza del mundo son, sin duda, uno de los más apetecidos por los que pueden elegir a la hora de confeccionar carteles. La vacada de Guadalix es una de las fijas en Madrid y en cualquier feria de primera categoría, a veces -como este año- incluso con dos encierros. Es Victoriano del Río, además, una de las ganaderías que más rápido ha tomado la categoría de ‘figura’ por los resultados obtenidos, sobre todo en la plaza de Las Ventas. Hoy por hoy, es Victoriano lo que busca un torero mandón para anunciarse en la Meca del toreo, no tanto en otras plazas.
Y lo es porque, al contrario de los comentarios que se escuchan en las tabernas, no es la madrileña una divisa fácil ni aborregada. El toro de este hierro suele lucir calidad y humillar como premisas principales, pero también tiene un motor y una exigencia que demanda una preparación y un conocimiento extra a la hora de ponerse.
Sin embargo, la dificultad de mantener el criterio ganadero en la fina línea que separa la bravura del genio provoca que no siempre se consiga lo primero, pero por contra se asegura la emoción. Por eso no es fácil -al contrario de lo que pueda parecer- estar delante de uno de Victoriano, con el que hay que andar muy despierto sin que los sectores más radicales, que miran el hierro antes que la condición, le den a lo ejecutado la importancia justa.