Acogía Santander
la segunda de su Feria de Santiago con un cartel novilleril que aglutinaba a
las seis máximas cabezas del escalafón menor ante una novillada de El Freixo,
propiedad de El Juli. Abría cartel el toledano Álvaro Lorenzo, le seguían en
suerte el extremeño Ginés Marín, el castellonense Varea, el salmantino
Alejandro Marcos, el sevillano José Ruiz Muñoz y el peruano Andrés Roca Rey.
Abría los
festejos a pie de Santiago en Santander una novillada con el hierro de El
Freixo para lo más granado de la novillería actual, en un atractivo festejo que
había calado entre los aficionados con ganas de atisbar el futuro.
Sencillamente primoroso fue el toreo a la verónica de Álvaro Lorenzo para saludar al primero, humillado y con calidad en la embestida dormidita que encerraba temple. También lo fue el quite por el mismo palo, con una larga de remate de parar el reloj. Tuvo reposo, pausa y árnica para el feble animal el toreo de Lorenzo en el inicio, siempre toreando para el novillo, pero siempre compuesto en el trazo suave y largo, seguro en la ejecución y en la intención, apretando a más en el final entre pitones y con un estoconazo certero que le puso en las manos una oreja. Flojo de fuerza y raza, de buena calidad el castaño primero de El Freixo.
Salió desentendido devueltas el castaño segundo, al que tuvo que ir a buscar a los medios Ginés Marín para soplarle verónicas variadas con chicuelinas y una larga larguísima para rematar el intenso saludo. Muy medido en varas el animal, aún se lo pasó por la faja el extremeño en un comprometido quite por gaoneras. A Curro Romero brindó la obra, que comenzó con tremenda quietud en estatuarios coronados por el de pecho. Parsimonioso en el toreo fundamental, supo esperar la llegada dormida y conducirla con gobierno cosiendo el belfo a los flecos, alargando así las embestidas. Siempre con la colocación en la cabeza y en los pies, saboreó, más que trazó, los naturales de uno en uno ante la noblona embestida sin chispa. Tanto es así, que se echó el animal un par de veces antes de que fuese por la espada. Final por manoletinas y un pinchazo bastaron para que volviese a echarse el utrero. Una media arriba no bastó para que tocase pelo el de Olivenza. Silencio tras aviso. Tuvo nobleza pero anduvo muy justo de raza este segundo.
Al tercero le costó llegar con ritmo al embroque en el capote de Varea, en un saludo irregular del que sobresalieron dos verónicas de muy bella fábrica. Muy justo en la fuerza y en la raza el animal, apenas un picotazo bastó para cambiar el tercio en varas. Tuvo que tirar de paciencia y de oficio Varea para encontrarle la altura correcta a un animal que acusaba la exigencia por su nula raza, y debía contenerse el levantino para no reventarlo la calidad humillada y dosificar la duración. Hubo naturales muy estimables, pero sin hilazón ni ritmo para que rompiese el tendido. Supo estructurar Varea en una actuación asentada sin enemigo. Soberbia fue la estocada para saludar, al menos, una ovación. De calidad humillada sin raza para soportarla el tercero.
Con más solvencia que brillantez saludó a la verónica Alejandro Marcos al cuarto, animal que venía mejor que se iba, de poco desliz pero buen fondo. Empujó el novillo en el caballo de Alberto Sandoval, que se agarró arriba midiendo bien el castigo. Deslucido y renuente el animal en la muleta, tan pronto pegaba una oleada como se rebrincada y se negaba a pasar de los embroques. Serenidad y aplomó tuvo el charro para echarle el trapo como si fuera bueno y buscar el sitio sin descomponerse ante la descompuesta arrancada. Terminó haciéndose con la voluntad del utrero a base de consentirlo con mucho sentido de la lidia, y hasta pegando muletazos largos y bien pulsados con la mano diestra. A matar o morir fue la estocada, de la que salió volteado pero con una oreja en la mano. Deslucido y bruto fue el informal cuarto.
Más personales que lúcidas fueron las verónicas de Ruiz Muñoz al quinto, cogiendo el capote muy cerca de la esclavina, pero faltó limpieza por la llegada impetuosa de un animal que se llevó un severo castigo en el penco. Pero tuvo tranco y raza para entregarse en la muleta del gaditano, demasiado pequeña para embarcar y demasiado ligera para sentir el temple. Quiso tragarle con el pico en la arena, pero rara vez pasó de acompañar las embestidas a la velocidad que imponía el animal. Pinchó con precauciones y escuchó silencio. Codicioso y con transmisión resultó el quinto
Sereno, parsimonioso y seguro lanceó Roca Rey al sexto, con delantales primero y chicuelinas después, siempre hundido en la arena. Tanto que se llevó una espectacular voltereta mientras gallega con el capote a la espalda para colocar al novillo en el caballo. Volvió a quitar por faroles con exposición, metiéndose rápidamente al público en el bolsillo. No tardó el peruano en acoplarse al de El Freixo, que embistió con calidad mientras le duró el fuelle y tuvo raza, convencido por un torero que siempre se la echó para torear. Lo mantuvo en los terrenos hasta que se rajó, buscó con sabiduría siempre el mejor pitón para el siguiente muletazo, se enterró en la arena y supo, sin embargo, ligar las tandas con un grácil giro de talones. Fue todo seguridad Roca Rey, que se tiró a fuego en el morrillo para enterrar el acero mientras se llevaba otra voltereta que precedió al doble premio y a la puerta grande.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Santander. Segunda de la Feria de
Santiago. Novillada con picadores, algo más de media plaza.
Seis novillos de El Freixo.
Álvaro Lorenzo (Grana y oro): Oreja
Ginés Marín (Gris perla y plata): Silencio tras aviso
Varea (Verde botella y oro): Ovación
Alejandro Marcos (Fucsia y oro): Oreja
José Ruiz Muñoz (Verde botella y oro): Silencio
Andrés Roca Rey (Canela y oro): dos orejas.