LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

Santa Rita, Rita…


miércoles 30 mayo, 2018

Sebastián Castella abre una discutida Puerta Grande a base de raza, entrega y sangre sin discusión; Ponce ejerce de maestro y confirma sin brillo Jesús Enrique Colombo

Sebastián Castella abre una discutida Puerta Grande a base de raza, entrega y sangre sin discusión; Ponce ejerce de maestro y confirma sin brillo Jesús Enrique Colombo

Madrid 30-5-2018 from Cultoro TV on Vimeo.

TEXTO: MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

Que no, oiga. Que no. Que a Castella ya nadie le quita la satisfacción, la gloria y el momento de atravesar en hombros de nuevo la Puerta Grande de Madrid. A Sebastián, que hoy pagó con sangre su decisión de entregarse en cuerpo y vida a la tarde, le premió Madrid la gesta de erigirse en ofrenda por si el rito tuviera a bien. Y eso no está al alcance de cualquiera…

Cierto es que la de Castella será, seguramente, la Puerta Grande más protestada de una feria donde lo más rotundo –lo de Juli- se fue a medio premiar. Pero no lo es menos que el momento de la tarde en que la garganta se nos hizo un gurruño lo firmó el galo de Beziers. Y lo rubricó con su propia sangre, a pesar de que fue bien poca para lo que pudo haber sido. Mejor ni recordar.

Renta más al alma y a la afición recordar los delantales con que se inmoló Sebastián en el medio del ruedo cuando el paletón quinto se iba con su capa castaña para adentro en el embroque y le visitaba el pecho al francés. Dramático. Pero punto de partida al fin y al cabo, porque de ahí en adelante se trocó la tarde de Castella en cielo azul que atestiguaba que ya llovía menos. Ya estaba herido cuando agarró el trapo rojo y se hincó de rodillas para cambiarle el sino a la tarde. No fue el mejor inicio que haya enseñado Sebastián en esta plaza, pero sí una buena forma de explicar a qué venía. Porque vaya si lo explicó.

Lo hizo exponiendo en su máxima expresión lo que le quedada entero en la maltrecha anatomía, como si ya diera igual que te echase mano el Garcigrande porque el navajazo en el pie te obligaba a pasar por la enfermería. Le había visto el viaje, y el desliz lo había atisbado, pero confió al temple su compromiso y se dijo a sí mismo que era buen momento para torear o morir. Eso se lo susurraba Castella mientras le volaba la diestra a dos palmos de tierra, y repetía el castaño con inusual profundidad que no había sacado hasta entonces. Y allí se alinearon los astros en un cambio de mano de tres toques y mil vidas que se hicieron eternidad con el monumental de pecho. Y sí, es cierto que hubo altibajos, que no fue rotunda la faena de Sebastián, pero decían en mi pueblo cuando marcaban los niños el territorio de su propiedad, que Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita. Y Madrid en su mayoría le dio el premio a Sebastián.

También se lo quiso dar a Ponce cuando el magisterio del de Chiva tuvo que trocarse capacidad lidiadora con el díscolo y áspero cuarto, un toro de Garcigrande que volvió sobre las manos a la que tuvo ocasión y remontó cuando pudo para intentar echar mano. Macheteó con soltura Ponce, que se metió al costillar para que le doliese al bicho, en una lidia antigua que para el siglo XXI es muy difícil de entender. Quiso, aún así, darle una oreja esta plaza, pero decidió el palco que hoy se iba a poner serio con el listón de medir. Le duró poco.

Tan poco como le duró al primero el fuelle con que salió de chiqueros, porque a la movilidad del bicho no le pudo aprovechar Colombo ni una miajita de intención. Ya era un marmolillo cuando llegó a la muleta, y de ahí para adelante hacen falta algunos años, y hoy sólo era el día de su confirmación. Por eso no le tendrá en cuenta Madrid los cuatro o cinco desarmes que sufrió cuando muleteaba al sexto, toro de insulsa condición cuyo ademán deslucido no recordará Jesús cuando esté en el ruedo el de El Pilar mañana. Pero esa será la última bala de un venezolano arrollador que debe ahora acostumbrarse a ser cola de león. Eso o pegar el golpe en la mesa.

Pero el golpe de hoy no llevaba su nombre, sino el del francés Sebastián, que tendrá a estas horas la satisfacción de la cama. Porque sólo un superhombre puede resarcirse de un palizón así. Y eso tiene el mérito suficiente para decir: Santa Rita, Rita…

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Vigésimo tercera de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No Hay Billetes. 

Cinco toros de Garcigrande, uno de Domingo Hernández (tercero) y un sobrero de Valdefresno, segundo bis. Muy desiguales de trapío y de presentación. De movilidad muy a menos y sin entrega el primero; devuelto por lastimado de las manos el segundo; noble y humillado el segundo bis, a menos; emotivo y geniudo de cara suelta el exigente tercero; díscolo y temperamental el áspero cuarto; franco y con empuje y raza, con la entrega y la calidad justas el aprovechable quinto; espeso y sin empleo el vulgarón sexto.

Enrique Ponce (corinto y oro): ovación y ovación. 

Sebastián Castella (marino y oro): silencio tras dos avisos y dos orejas. 

Jesús Enrique Colombo (azul rey y oro): silencio y silencio.