Quizás
el titular de esta tarde lo merecía David Adalid: puso un par extraordinario al
quinto de la tarde. Es torero de toreros en cuanto al brillante argénteo se
refiere y hoy estuvo a la altura de un jefe de filas que está desmontando el
sistema. Pero hoy también se merecen la crónica los toreros fieles. Los de
siempre. Los que siempre han confiado. Me explico.
Si
alguien le preguntara a Luis Carlos Aranda si Morenito hubiera enamorado en una
semana a la afición de Madrid seguramente hubiera contestado… que sí. Es
precisamente esa confianza, ese respeto al toreo y esa esperanza de un torero
que creyó que el corazón dorado al que aocompañaba podría alcanzar la gloria
eterna de Madrid el que hace que el sistema sobreviva.
Si
alguien le preguntara a Puchi o a Víctor Cañas si Eugenio sería capaz de
reventar Madrid en sus tres próximas tardes venteñas seguramente hubieran
contestado… que sí. De nuevo se vuelve a repetir una historia de confianza.
Toreros fieles que creyeron que por méritos conjuntos sus jefes de filas
alcanzarían la meta soñada.
Toreros
fieles que creyeron y nunca desistieron en su empeño de conseguir el gozo de su
torero. Gracias a su fidelidad. Es una
importancia de plata que no viene escrita en manuales técnicos ni las Escuelas
predican como ley de vida taurómaca. Ni mucho menos. Pero es la ley que ha dado
la vida, esta tarde, a la plaza de Madrid. En tarde de mano baja, alma en
toques y corazón en trazos también es de toreros hablar de fidelidad. Y hoy la
hubo:
La hubo
en un Marcial Rodríguez al que el primero se le vino a la puerta para que Puchi
y Cañas justificaran sin apreturas su actuación con los palitroques en rápido y
eficaz tercio. También la hubo en un grandioso puyazo del mismo varilarguero al
cuarto de Valdefresno, de lejos, con el público en vela; y , en ese mismo
animal, y a pesar de un desafortunado tercio de banderillas, la hubo en una
impecable lidia de Puchi.
La hubo
en dos varas de largo de Héctor Piña al que hacía segundo y en dos soberbios
pares de Luis Carlos Aranda entremezclados con un recorte por no pasar en falso
en beneficio de su matador. La hubo en una puya abajo de Quinta al segundo de
Morenito antes del par de Adalid que levantó Madrid en el sobrero de El Risco. La hubo en un puyazo de Romualdo Almodóvar al
tercero y otra gran vara al sobrero antes de que Pirri y Tito echaran regusto
en sus pares. También la hubo en la voluntad de Óscar Bernal ante un
cierraplaza nada colaborador.
Hubo
confianza porque hubo toreros fieles al sueño de sus jefes de filas. Porque los
sueños, si se cree en ellos, a veces se cumplen. Lo de esta tarde es una
prueba.