MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
Fue sentida y de ley. Fue la expresión espontanea de una plaza que
se rinde a quien ha pagado con sangre el privilegio de caminar su arena y, aún
así, le agradece a la vida una nueva ocasión de destocarse ante este tendido.
Fortes estrenaba nombre en los carteles venteños. Estrenaba vida, estrenaba
feria y estrenaba hasta expresión, aunque eso no lo sabía Madrid cuando le
tributó, cariñosa, la primera ovación del ciclo.
Era el reconocimiento al bravo que se anunció la misma tarde que dos
que quisieron serlo ante los mansos de chiqueros. Fue él, el malagueño que se
fue en silencio, el que menos artificios enseñó para lidiar animales y
concurrencia. Ya tenían todos lo suyo con la que amenazaba con caer.
Le cayó al malagueño porque sabía la borrasca que no se inmutaría
ante lluvia, viento, nieve o ciclón. Le cayó en el tercero para que no le
importase enterrarse en el barro con el percal en la mano, ofrecerle los vuelos
como si los fuera a tomar, levantar la mano de fuera con imperioso gobierno,
llevarse al vientre la de dentro para que lo tocase al pasar e iluminar con el
pecho volcado el mejor toreo de capa de la tarde ya gris. Apenas esa evidencia
dejó Fortes en Madrid. Lo demás fue de bravo.
Lo fue su oferta de pecho y muslo en los cites de cinco metros,
más ceñido en el toreo cuanto más avanzaba la tanda, pese a que desluciese el
manso la obra propuesta por Saúl. Lo fue su verdad en la apuesta pese a saberse
expuesto al juicio del que no ve –tan español y castizo-. Lo fue su arrimón
espartano de quien acepta su sino porque nada más hay en la ocasión. Todo bajo
la lluvia molesta que restó atención y espectadores cuando la noche anunciaba
el final de esta función. Todo en Saúl fue de bravo, pese a que no acudiese el
brillo en ayuda de su fe.
Ayuda tuvo Abellán por parte de un cuarto basto de apariencia,
badanudo, largo, serio y fiel al tipo grandón que le embiste a Valdefresno.Ayudó, pero no fue bravo, distinción que desconocen los maniqueos custodios de
la etiqueta fácil que hoy mantenían seca la piedra para más gloria rentable de
esta primera bala. Le dieron tralla al mansito en varas, pero tuvo suficiente
brío para arrancarse de largo al trapo que mostraba Miguel, que supo firmarla
maciza cuando encontró la distancia de dispararle el trazo. Fue una serie.
Cadente, precisa, ligada, armónica y rotunda, pero una nada más. Porque también
fue chivata, puntillosa, transparente e inoportuna para que se pusiera la grada
de parte del toro. Y por eso pareció mejor cuando se perdía Abellán en el
natural correcto o quería volver al derechazo simplón. Correcto había estado,
además, con el burraco primero, y en ambas lidias quedó el bravo en el hotel.
Porque no es lo mismo Miguel cuando no cruza la raya.
Fingió que la cruzaba hoy un Luque que arrojaba al suelo la espada
para torear con desnuda diestra al rajado quinto. Aburrido estaba ya el
escurrido animal de verse molido a trapazos en los terrenos del 5 y de que se
engallase el matador a esas alturas como si fuese a cortarle una pata. Fingió
que era bravo Luque, pero fue precavido a la hora de pasar al segundo, girar
talón y esperarlo perfilero, componer la figura tirando de su virtud y tragarle
en el de pecho para hacer benévola la memoria del que se ponía en pie. Pero
esto, pese al facilón 5, sigue siendo Madrid, y es muy grande la plaza. Tal vez
por eso no salió a saludar cuando sonaba lejana en el 9 la ovación de los de
enfrente.
Porque presidieron los mansos la primera del abono, aunque fuera
bravo el del palco para no devolver a ninguno, que ninguno blandeó luego cuando
les tocó morrar. Aunque buscasen excusas para abandonar el ruedo tanto como los
paganos cuando arreciaba la lluvia con el último de función.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas.
Feria de San Isidro, primera de abono. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada en los tendidos.
Cinco toros de Valdefresno y uno de Fraile Mazas (tercero), mansos en general, muy desiguales de presentación, protestados tercero y quinto por terciados. Noblón y obediente el soso y feble primero; manso exigente pero pasador el segundo; manso y remiso el arrollador tercero; mansito embestidor el aprovechable cuarto; repetidor y obediente sin clase el rajado quinto; manso y rajado el desentendido sexto.
Miguel Abellán (nazareno y plata): silencio y ovación tras aviso.
Daniel Luque (marino y oro): silencio y palmas tras aviso.
Fortes (tabaco y oro): silencio y silencio tras aviso.