Madrid
estaba acojonada cuando rompió el paseíllo. Habían escuchado, visto en los wasas y leído en los tuíteres esta frase: «Creo
que voy a ser la alcaldesa de Madrid”. Es lo que decía una tal Carmena
a la que ni los tres novilleros que se jugaron el cuello ni las 18.000 almas
que sentían en su corazón el drama de una tarde a la contra le importaban un
pepino. Sólo le importaba quitar de en medio esta carga social que es la
tauromaquia. En eso estaba pensando Madrid a las siete y un minuto de la tarde;
pero a las nueve y dieciocho el pepino para la plaza entera era esa amenaza
porque la política correcta del arrebato llevaba el nombre de Francisco Espada:el pepino, para Madrid y su elección; la
gloria, para una plaza de toros.
Era entonces el sexto de la tarde y Madrid
había entregado su único voto a los huevos de un torero que, a partir del tercero y no
antes, había señalado con el dedo el caminito de Alcalá. No antes porque la
vulgaridad le pudo en el segundo. Tenía la presión de una Olivenza, de un
Castellón y de una Valencia en las que los detalles tacharon el fiel concepto
al natural con el que doce meses antes y ante el mismo hierro reventó Madrid
cortando una oreja. Fue actitud políticamente incorrecta la de un Espada nada
acoplado e incluso por momentos con el arrebato incierto de los que saben que
le falta sal a sus embroques. Así fue un
Espada al que la vida le cambió gracias a la fortuna incorrecta de un volteretón
políticamente dramático al debutante Galdós.
No pudo
sacar siquiera un escaño cuando por delantales intimidó con asesinarlo el «montecillo”.
No lo hizo, pero sí que le mandó el sicario del traumatismo cráneo
encefálico para avisarle que las lidias se empiezan con la pata pá lante
y los delantales, en los estatutos políticos de este arte incorrecto llamado
tauromaquia, suelen dejarse tras las varas. Se quedará Madrid esperando a un
Galdós que la Fiesta tiene ganas de ver por su condición de embajador peruano
junto a Andrés. Y Espada, en ese momento, se nos hizo mayor. Buscaba ganarse
algo más que el toreo con el que había hecho aplaudir en vano a la galería en
el segundo: y se puso a torear en el mismo escenario y con la misma materia con
la cual había reventado Madrid doce meses y un minuto atrás en su historia. Fue
al cuarto. Al político e incorrecto cuarto.
Prendió
su capote y se fue a toriles en medio de la ovación por esa gesta políticamente
incorrecta que se le venía encima. Reponía
el novillo y le faltaba cierta transmisión pero Espada fue comprendiendo su
embestida retrancada en el inicio muleteril para conseguir muletazos con
emoción. Y se quedó quieto al natural. Tan quieto que logró enamorar en medio
del silencio incorrecto de Madrid para cortarle la oreja.
Minutos más tarde no se lo pensó y se fue al tercio de la
incorrección para plantarle cara a un quinto que le hizo perder los papeles y
enmudecer a Madrid de capa. Roto el torero y rota la plaza. Meritoria y responsable actitud de un
político vestido de luces que no podía esconder su verdad, esa que sacó a relucir por derechazos para
terminar dando una vuelta al ruedo.
En
medio de esa política encubierta, estaba la incorrección de un callejón que
alzaba hacia arriba un pulgar romano clamando un ¡Ave, César! que daba el sí a
la vida a la política incorrecta de Francisco Espada. El mismo Jiménez le
apretó a su hombre en verónicas
con mucho garbo al sexto, un novillo que tras el encuentro con el jaco se
propinó una voltereta que condicionó toda la lidia, algo que solventó la cuadrilla
con temple capotero. El de Rufino, que brindó al doctor García Padrós, sacó la
política de la calidad pero le faltó la política de la clase para que fuera de
Puerta Grande. Y en medio de ese baile electoral llevó Espada a diestras la
embestida por abajo con derechazos de muchísimo gusto, sacando su tauromaquia
personalísima. Apostó en el epílogo y le salió barata una voltereta en la que
la merced del novillo le perdonó el voto a Francisco. Y el palco no le dio una
oreja que Madrid pidió obviando su idiosincrasia como primer escaño taurómaco
del mundo.
Políticamente
incorrecto fue lo de El Montecillo: Paco Medina, que es muy dado a hablar de la
política ajena, sacó a relucir incluso ya antes del paseíllo que no iba a
romper su producto. Como no lo hizo. Y la pregunta es por qué salió a la arena
cuando ni los votos allegados ni los expertos matinales daban mayoría absoluta
a cuatro mansos que rompieron en calidad sin fondo. Pero mansos. Es la retórica
política. Y una buena retórica nunca encuentra respuesta.
Fue el
punto de inflexión de un novillero que hoy lo fue gracias a la inteligencia de
un César Jiménez que hizo del pasado títere una presente realidad. De un Martín
Escudero inédito y de un Galdós al hule al que Madrid los espera siempre que la
política incorrecta del populismo barato deje de tocar los huevos. Porque
ahora Madrid dormirá pensando en un Espada que casi alcanzó la gloria
incorrecta porque la política de su misma espada no le dejó salir en volandas.Y es que se ha ganado su propia verdad madurando
gracias a su propia dignidad. La que falta a una tal Carmena que, por medio de
engañabobos, ha salido en boca de Las Ventas siendo el demonio de una Fiesta
que no se cargará en cuatro años.
Políticamente
incorrecto es lo que salía pensando Madrid de su plaza de toros cuando, diez
horas antes, una tía se había atrevido a afirmar que la Fiesta es vulnerable.
Tan vulnerable que la va a erradicar. Y nosotros bailaremos sobre su dignidad
en agosto, cuando la democracia en Illumbe nos devuelva lo que hoy Carmena ha
querido arrebatar al toreo. Con o sin política incorrecta. Porque el Madrid que entró hablando de política salió hablando de
toros. Salió hablando de Francisco Espada.
FICHA DEL
FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Feria de San Isidro.
Novillada con picadores. Tres cuartos de entrada.
Cuatro novillos de El Montecillo y dos (2º y6º) de
Dolores Rufino, desiguales de presencia y de juego. Mejor el motor manso del
quinto y la calidad sin fondo del sexto.
David Martín Escudero, herido.
Francisco José Espada, silencio, silencio, ovación,
oreja, vuelta al ruedo y ovación de despedida.
Joaquín Galdós, herido.
Parte Médico Martín Escudero: Traumatismo
cráneo encefálico con pérdida de conocimiento y conmoción cerebral en
observación. Policontusiones. Se traslada al hospital San Francisco de Asís a
cargo de la Fraternidad. Pendiente de evaluación neurológica. Pronóstico
reservado que le impide continuar la lidia. Fdo: Dr García Padrós.
Parte
médico Joaquín Galdós: Traumatismo cráneo encefálico con
pérdida de conciencia. Pronóstico reservado que le impide continuar la lidia.
Se traslada al hospital San Francisco de Asís, con cargo a la Fraternidad para
estudio neurológico. Fdo Dr García Padrós.
FOTOGALERÍA:
LUIS SÁNCHEZ OLMEDO