Hoy un malagueño quiso demostrar que es un
torero maduro, que ya no es ese torero frágil de antaño; hoy es ese niño que se
hizo mayor.
Se jugó la
vida con un desrazado animal y un viento infernal, templó las humilladoras
aunque desclasadas embestidas del animal, se jugó los muslos, flameaba sin
cesar la muleta, pero a el le daba igual. Le llegan al suelo, su valor infinito
hace que situaciones de apuro parezcan normales, pero él quería que no solo se
le reconociera que tiene valor, sino que sabe torear.
Vientos
fortes, emociones fuertes hoy en las
Ventas. La gente con el corazón en un puño, un hombre se jugaba la vida con un
trapo, Eolo no lo puso fácil pero Fortes, al igual que ya lo hicieran Juli o
Talavante en Valencia, no se amilanó, buscó el triunfo a toda costa, le dio
igual el viento, aptitud encomiable la del malagueño. Oreja de ley, de esas de
peso, de las que tendrían que valer quilates.
Pagó su
verdad en el sexto, buscaba su ansiada puerta grande, esa que merece como
torero pero sobre todo como hombre honesto que es, y la mala fortuna se cebó
otra vez con el, la desgracia, el infortunio se vuelve a cruzar en la vida de
Fortes. ¡Qué injusto, qué putada!.
La
tauromaquia necesita de estos nuevos vientos, aires frescos de una juventud que
aprieta de verdad, de los que no se alivian, de los que se juegan los muslos
sin pensar nada más que en poder cumplir su sueño: ser figura del toreo.
Ojalá que
en el toreo se le caiga la careta a esos que tienen la memoria muy corta y la
nariz muy larga.