Tuvo presencia el encierro de ambas ganaderías para la lidia a pie con tres toreros esperados por la afición mexicana. Sobre todo Talavante, muy querido en esta plaza. Pero abrió el caballero Rodrigo Santos, que celebraba sus 25 años de alternativa, y un minuto de aplausos en memoria de Jaime Bolaños, recientemente fallecido.
Irregular fue el inicio de Rodrigo Santos con el serio primero, y combinó un rejón de mucha solvencia con algún fallo recriminado por la grada. Tuvo son y tuvo ritmo el de Vistahermosa, que embistió con alegría y fijeza en los dos quiebros de mucha exposición y bello embroque del caballero mexicano. Bajó el tono más tarde, cuando dejó que tocase demasiado el toro a los caballos, que le protestaron en demasía en el ruedo. Buscó los adentros en el final, sin ligar las cortas en carrusel. Estaba muy vivo aún el toro cuando agarró el rejón de muerte, pero lo hundió arriba para escuchar palmas.
El segundo enseñaba las
puntas con descaro para llegar al capote que manejó espléndidamente Fermín Rivera en el mismo platillo de la enorme plaza. Más torero que ligado fue el quite de chicuelinas y tafalleras que abrochó con vistosa larga. Con firmeza y gusto rubricó el inicio a pies juntos, ganando el paso luego hasta rematar camino de los medios. Allí tiró de temple y de suavidad Rivera para aplicarlo a la codiciosa alegría que lució el de Jaral de Peñas, descolgando siempre en los embroques. Al natural le costó más a Fermín coger el pulso y al toro tomar con entrega los muletazos. Se vino a menos el animal, pero no el gusto del potosino, que mantuvo hasta el final el nivel de exigencia en la búsqueda de su concepto. Impecable fue la estocada para pasear una oreja.
Largo pretendió ser el saludo percalero de Rivera al quinto, más espeso de hechuras y menos entregado a la tela del mexicano, que se sacó la espinita después, con las verónicas del quite. Con doblones le fue avivando un poco la voluntad a un animal renuente que se fue tragando el clasicismo serio y templado de Fermín, que le trazó con fe a la pasada de cara natural y sin entrega del toro de Xajay. Llegó la comunión al natural, por donde logró someter con más largura al toro, que ya amagaba tablas con frecuencia. Muy metido Fermín, dejó remates muy toreros y le puso al trasteo lo que dejó a deber el toro, siempre a más en la oferta en una larga faena que terminó siendo coreada por el tendido. Pero fue media estocada tendida a la hora de la verdad y se esfumó el premio entre descabellos.
Muy en la sangre Domecq salió el segundo en tipo y en comportamiento, y le midió cada arrancada a Talavante en el percal, donde no tuvo entrega. Con genio empujó en el penco para tardear luego en la muleta, donde le vio pronto Alejandro el pitón izquierdo. Por allí llegaron naturales sueltos de gran calado que tuvieron que brotar de uno en uno, sin prisa, buscando primero la arrancada y luego el dibujo macizo que sólo llegó en algunas ocasiones. Terminó por venirse abajo el trasteo a un animal que nunca tuvo transmisión y que se fue apagando. Dejó una estocada corta y trasera y escuchó silencio.
El cárdeno sexto que echó Xajay no se entregó en el capote de Alejandro Talavante, pero sí recargó en el caballo en una buena pelea en varas antes de que le soplase Trujillo dos excelentes pares que provocaron su saludo montera en mano. Violento y tremendamente áspero fue el serio toro, que volvió sobre las manos, repuso y tiró gañafones incómodos impidiendo el más mínimo atisbo de toreo a un extremeño cariacontecido que se lesionó, además, la mano derecha, complicando la estocada.
Con el tercero se empeñó Sergio Flores en lancear con el capote, pero la actitud desentendida del de Jaral de Peñas dejó el saludo en un par de verónicas y una revolera. Quiso darle suavidad el tlaxcalteca a la brusquedad manifiesta del toro, que no permitió ni un error. De hecho le dio un susto al torero a nada que dejó hueco entre muleta y muslo. Llegó entonces el toreo con el torero enrabietado, dando el toque fuerte y en actitud de ataque para ligarle las tandas muy obligadas y transmitiendo gobierno. Creció Flores en la refriega, aprovechando la sensación de peligro que siempre tuvo el animal para dotar de intensidad la faena. Tragó quina en el final del trasteo, ya junto a las tablas, ganado la pelea con gallardía y volcándose después en el morrillo en la estocada contraria que prologó la oreja.
Tenía hambre de triunfo Sergio Flores cuando salió el séptimo de la tarde, Gibraltar de nombre, al que le arreó siete verónicas y media de asentado encaje y vuelo terso, con mucho gusto en el trazo a la humillación codiciosa del cárdeno toro de Xajay. En el quite se entregó el tlaxcalteca para paladear las chicuelinas y las tafalleras con que firmó la suerte. En los medios lo esperó para iniciar con el cambiado, la vitolina y cinco derechazos de máxima entrega que transformó en exquisito temple en la segunda serie. Macizo el mexicano, con una actitud sin dudas ante un animal con prontitud y mucha clase en la embestida. La México en pie. Rotundos los derechazos cuando se acabaron las inercias, llevando el trapo a ras de albero, no se dejó embaucar Sergio por la petición de indulto y se dedicó a torear a un animal de grandísima duración, siempre entregado y bravo. Pero llegó el momento de perdonarle la vida cuando continuó embistiendo con bravura y entrega al natural. Justo el indulto para un gran toro.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza México. Temporada Grande. Décimo séptimo festejo. Toros de Vistahermosa (con doble ritmo y movilidad el deslucido primero de rejones), Jaral de Peñas (alegre, repetidor y humillado el primero; tardo pero pasador el segundo; exigente el incierto tercero) y Xajay (deslucido el pasador quinto; violento y complicado el sexto; bravo, pronto y con clase el buen séptimo, indultado) correctos de presencia.
El rejoneador Rodrigo Santos: palmas.
Fermín Rivera (verde hoja y oro): oreja y al tercio tras dos avisos.
Alejandro Talavante (marino y oro): silencio y pitos tras dos avisos.
Sergio Flores (grana y oro): oreja e indulto.