MARCO A. HIERRO / FOTOGALERÍA: @laplazamexico
Confirmaba
su alternativa en la noche de este domingo el diestro murciano Paco Ureña, que
hacía el paseíllo al lado de Arturo Saldívar y Sergio Flores en la Monumental
Plaza de toros México. Una corrida de Barralva servía como materia prima
ganadera para la ocasión, en la que el tendido obligó a la terna a saludar al romper el paseíllo.
Mucha plaza tenía el primero, alto, enmorrillado y cornipaso, al que dejó correr Paco Ureña antes de soplarle un ramillete de verónicas muy en corto por la condición del animal de volver sobre las manos. Por gaoneras se lo pasó por la faja el murciano en el quite, aguantando las vencidas del toro por esa costumbre de volverse muy en corto. Y le costó rebozarse al animal, pero siguió la tela con voluntad para que le cogiese el pulso Ureña con la mano derecha. Lo embarcó con parsimonia, le dio tiempo y lo tocó con mucha precisión para aprovecharle el viaje y la humillación profunda, saboreando los de pecho, larguísimos. Obediente el animal, maneó con el morro por el suelo tras cada toque, con bravura para acometer muy despacio, de la misma forma que lo saboreó Paco. Muy por abajo voló el trapo Ureña, sacrificando la postura en favor de la profundidad y la largura en la embestida de un animal al que le costaba más trabajo tomarla a zurdas, ya mediada la faena. Circulares invertidos epilogaron la faena, que cerró con dos pinchazos y media estocada para dar al traste con la oreja que tenía en la mano.
El larguirucho segundo se puso pegajoso y andarín después de la larga cambiada de rodillas con que lo saludó en el tercio Arturo Saldívar. Por dos veces derribó el toro con mucho poder al penco de picar. Pero no se fue con franqueza detras de la franela de Saldívar, que inició su labor con cambiados por la espalda para comprobar que sólo la movilidad tenía como virtud el de Barralva. Poco obediente al toque, poco entregado a la embestida y por dado a rebozarse, tuvo mucho que rascar en el fondo para construir faena. Áspero y hasta violento, le visitó la mano del palillo a Arturo en varias ocasiones, dejando la cara a su aire y soltando tornillazos feos en cada embroque, impidiendo al mexicano otra cosa que no fuera andarle por la cara. Una estocada caída y trasera no sirvíó para quitárselo de en medio, y hubo de dejarle otra parecida para terminar de una vez con su vida ante el disgusto del público.
Muy en el tipo de Atanasio estaba el Comadroso que hizo tercero, que fue apagando la rrancada encendida a media que fue tomando, muy en corto y sin ritmo, los lances de recibo de Sergio Flores. Le corrió para atrás con inteligencia Flores para bregarlo personalmente en banderillas y fomentarle el tranco, que siempre buscaba las tablas, sin embargo. Mucha paciencia tuvo el tlaxcalteca para construir antes de ponerse a pegar muletazos. Le ofreció distancia al animal, le ofreció media altura y mínima exigencia para intentar que se afianzase en la arena, pero se encontró con un fondo de renuencia máxima y dura pata. Tuvo que tragarle al máximo Flores al de Barralva para robarle medios muletazos con mucha firmeza, dado que poco más había que hacer con el deslucido astado. Un pinchazo hondo, sin embargo, basto para finiquitar al toro y escuchar silencio.
Hondo y serio era el Pitito cuarto, con caja y con presencia, con la cara muy suelta en el percal de Paco Ureña y pensándose después cada arrancada, impidiendo el lucimiento capotero del murciano. Mucho rato estuvo el animal debajo del peto, sin emplearse, pero rompiéndose mucho. Fue muy buena la colocación de Ureña para que se viniese el animal, inteligente luego para dejarle la muleta tras vaciar y paciente para confiar en la exposición como medicina para la temperamental embestida del de Barralva. Probón y descompuesto, le dejó parones y miradas a medio embroque al murciano, que tuvo valor para tragarle y mucho mérito para meterlo en la muleta con la mano izquierda, amarrándole el morro al suelo por abajo por momentos. Le cambió los terrenos, le consintió las pasadas reservonas y demostró sitio el murciano, pero no hubo para más y tuvo que irse a por la espada. Cayó baja la estocada y en silencio concluyó su tarde.
El trapío indiscutible del quinto fue premiado por el tendido con una ovación antes de que llegase -desganado- al percal de Arturo Saldívar, al que se le vino cruzado para hacerlo saltar al callejón. Zarandeó al caballo manseando con profusión, pero también con poder, y luego tuvo que arrancarle las embestidas a regañadientes Saldívar en la brega. Con doblones genuflexos se fue a la cara el mexicano para pasar con inteligencia la arrancada brusca y sin ritmo y robarle un cambio de mano de muy bella fábrica. Muy difícil fue ligarle los muletazos a un animal que carecía de ritmo y que medía el suelo con frecuencia, impidiendo rematar las series. Pero no desfalleció Saldívar en el esfuerzo, y terminó por dejar naturales de larga estética, dando con la tecla adecuada al darle un tiempo entre cites con muchísima exposición. Volvió a la diestra para cambiarle las manos y desengañarlo, padeciendo el bajón en la embestida y, por tanto, en la faena, y cuando regresó a la zurda ya no respondió con tanta claridad, pese a que le metió con mucha fe los flecos en el belfo. Y a punto estuvo de echarle mano cuando se le arrancó de pronto mientras se colocaba Arturo. Mal con la espada, escuchó silencio.
El sexto, el más serio de una corrida impecable de presentación, embistió en linea recta en el percal de Sergio Flores, que le dio importancia al animal porque se empleaba con la misma seriedad que mostraban sus hechuras. Pero no fue fácil entenderse con el animal, que protestaba en los embroques y le costaba irse de la suerte, de donde siempre salía con la cara por arriba. Firme Flores en la actitud, esperando la arrancada, tocando fuerte para fijar y trazando con gobierno pese al exceso de temperamento del cárdeno. Hasta que se hizo con él y con el tendido, que comprendió la dificultad de cuanto se ejecutaba en la cara. Le tragó con decisión, se fue al ataque para conquistarle los terrenos y le ofreció la entrega que exigía la áspera condición del bicho hasta que terminó repitiendo en el trapo, siempre puesto y siempre con el paso ganado. Se fue tras el toro el mexicano cuando terminó por rajarse para soplarle aún muletazos en la huida hacia adelante del cárdeno vencido. Allí, al hilo de las tablas, concluyó la faena con circulares aprovechando la querencia y llegando a la grada con la deslucida arrancada. Pero no le funcionó el acero al tlaxcalteca, que vio cómo se iba el trofeo que tenía bien ganado. Ovación.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza
de toros Monumental de México. Corrida de toros de la segunda parte de la
Temporada Grande internacional. Media entrada del numerado en el tendido.
Seis toros
de Barralva, bien presentados. Tres de procedencia Atanasio (tercero, cuarto y quinto) y otros tres de origen Llaguno (primero, segundo y sexto). Bravo, enclasado y nobilísimo el buen primero, de arrastre lento; áspero, violento y desobediente el correoso segundo; remiso y protestón el tercero; descompuesto y de cara suelta el serio cuarto; áspero, bronco y sin fondo el cornalón quinto; temperamental y correoso el cárdeno sexto.
Paco Ureña, que confirmaba alternativa (blanco y oro): silencio y silencio.
Arturo Saldívar (burdeos y oro): silencio tras aviso y silencio.
Sergio Flores (burdeos y plata): silencio y ovación.