LA CRÓNICA DE SAN ISIDRO

La tragicomedia del toreo


viernes 23 mayo, 2025

De Justo pasea una oreja del exigente cuarto, Roca Rey pecha con un deslucido lote y a Rufo se le escapan las dos orejas del bravo sexto por el acero.

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Rufo se lamenta de haber pinchado al sexto. © Luis Sánchez Olmedo

A estas horas, cuando un buen puñado de chavales que soñaron con ser toreros y convertirse luego en figuras estaría quemando la noche madrileña, un tipo humilde, sereno y tranquilo, natural del toledano pueblo de Pepino y con la bondad por bandera porque no tiene doblez, ya ha asumido que los toreros son los únicos capaces de tocar la gloria y verla esfumarse en dos segundos. Pero lo realizado con verdad es lo que permanece en la tragicomedia de este espectáculo. Y por ello importa poco si las orejas de hoy se califican de oro, de plata o de hoja de lata. Habrá más, porque esto sólo es el principio.

Alabardero, un bravo sexto ejemplar de Victoriano del Río, cincuenta y siete arrobas de historia viva,vino a enseñarnos que la bravura se hace esperar. Pero llega en la ganadería que eligen las máximas figuras por algo. Y todo en el contexto de una tarde en la que Emilio de Justo también redimió males y estuvo a la altura del exigente cuarto -incluso se le pidió la segunda oreja-; Roca Rey, gran estrella del cartel y reclamo de la feria como máxima figura, bailó hoy con el lote más feo.

Desde el capote a ese saludo al sexto, ya se le intuyó al toro la entrega. Pero fue con la muleta en la mano de Rufo cuando el duelo alcanzó dimensión. En terrenos del cinco comenzó a brotar la emoción. La arrancada de Alabardero fue un poema de bravura; viaje humillado, mirada fija y codicia en cada embestida. Con el mentón hundido, embebió el trazo, imponiéndose a la condición de un gran y bravo toro. Al natural también se rompió Tomás ante el completo funo. Dándole tiempo cuando perdía las manos, buscando el pitón contrario, y sellando el toreo eterno de mano baja. Una obra en la que sabía que estaba acariciando la gloria, en la que solo con pulsear el engaño se arrancaba con codicia al animal, al que domeñó por doblones de sabor en el epílogo de faena y un desdén de ensueño. La lástima fue el doble pinchazo antes de la estocada. Era una faena de gloria, de esas que acarician la eternidad. El toreo en su expresión más pura, aquel que se siente en los huesos y se llora en la piel. Y sin embargo, la suerte no quiso ceder su premio. La gloria escapó, y con ella, las lágrimas de Rufo que brotaron limpias, sinceras, rotundas, como el eco de un amor perdido pero jamás olvidado.

Antes, la tarde había dejado el momento vibrante de Emilio de Justo ante el cuarto, que había medido con temple y poder al serio Bocinero, un toro de entrega medida y clase, pero también de mucha exigencia. El inicio de De Justo tuvo sabor, con doblones de poder ante un toro de entrega por abajo aunque corto viaje. Y en las dos series por el derecho siguientes aprovechó esa virtud el extremeño, especialmente en un pase de pecho a pies juntos de bellísimo trazo. Al toro había que llegarle mucho para que embistiese, pero cuando lo hacía era con clase con ese defecto del viaje corto. Por la zurda también estuvo firme Emilio, que dejó naturales de trazo lento. Y acabó de nuevo con naturales por la derecha, dejando muletazos a ralentí y una trincherilla de eterno trazo. Una delicia ese cierre de faena, junto con la estocada arriba. Oreja con petición de la segunda.

La tarde la marcó ese doble cénit: el orejón de De Justo y la lucha de Rufo ante Alabardero. Esa faena de manos bajas, de temple que arropa, de alma que se desgarra, que tuvo el valor de rozar la gloria y la tristeza de verla escaparse. Porque aquí la gloria no se regala, se conquista, y Tomás la conquistó con su toreo y la perdió con el acero. Y en ese trance amargo de la vuelta al ruedo, brotaron lágrimas que hablan de honestidad, de pasión y de un futuro. Esta es la tragicomedia del toreo.

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Las Ventas (Madrid). 13ª de la Feria de San Isidro. Cartel de ‘No hay billetes’

Toros de Toros de Cortés y Victoriano del Río. Con codicia y movilidad el primero, cuyo defecto fue un viaje cada vez a menos y falta de entrega por abajo, afligido el segundo, muy deslucido el apagado tercero, con calidad y clase un cuarto a menos, deslucido y muy a menos el quinto y bravo en su conjunto el sexto, un toro con duración y humillación, completo

Emilio de Justo, nazareno y oro: silencio tras aviso y oreja con petición de la segunda tras aviso

Roca Rey, verde oliva y oro: silencio y silencio tras aviso

Tomás Rufo, verde hoja y oro: silencio y vuelta al ruedo

CUADRILLAS: Saludó Fernando Sánchez al parear al tercero

FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO

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