Se anunció la Corrida de San Fernando como una exaltación del arte de torear. Y el desarrollo y el resultado de la misma hizo honor a tal distinción. Aranjuez es plaza para inspirarse y la corrida de Cuvillo la ideal para expresarse. Pareja, preciosa, torerisima… era imposible que fallara… pero luego había que torearla como lo hicieron los superdotados que integraron el cartel. Enorme Morante. Imposible enganchar, reducir y embraguetarse tanto en tan reducido espacio. Manzanares, en tono menor, también salió en hombros con una oreja de cada uno de sus oponentes, Pero lo de Ortega fueron palabras mayores. Porque cuajó al ralentí a un lote de calidad superlativa. Fue grande lo del tercero, pero su su faena al sexto, inolvidable, forma ya parte de la historia de esta plaza. Hacía falta una tarde así.
Torera faena de Morante a un primero al que le faltó clase y ritmo
Se quedó corto de salida el que abrió plaza, un animal cuya muerte Morante brindó a Díaz Ayuso. Le faltó ritmo al animal, que además tendió a defenderse en la corta distancia. Por eso el torero, que inició faena toreramente sentado en el estribo, le dio sitio y le dio pausas entre pase y pase para, aprovechando la inercia y sin obligarle, armar una obra revestida con el gusto y la armonía en las formas que tiene este torero. Se fue además, derecho detrás de la espada.
Manzanares corta una oreja después de una gran estocada al enrazado segundo
Precioso el ensabanado segundo, que fue pronto y resultó enrazado. Manzanares le cogió el ritmo a ráfagas y por eso la faena fluyó discontinua, porque alternó momentos más destacados con algún desajuste en forma de desarme. La estocada, certera y muy efectiva, fue clave para la concesión del trofeo.
Faena grande de Juan Ortega al enclasado tercero, de las que se quedan en la retina
Juan Ortega ha dibujado una obra excelsa, de gran categoría y superior expresión al enclasado tercero. Ya le cuajó un soberano quite por gaoneras con la pata p’lante, cargando la suerte, que fueron el prólogo de una faena rotunda, que no se nutrió de momentos sueltos sino que tuvo unidad y fuerza en sí misma desde su original apertura con un pase de las flores. Con el toro persiguiendo el trapo con ritmo y codicia, Ortega deletreó el toreo con despaciosidad, se adornó en los remates y se durmió en los cambios de mano. Todo hilado con compás y expresión suprema. El cierre por alto, rodilla en tierra, un lujazo. Sólo cortó una oreja porque pinchó antes de agarrar la estocada. Pero la obra es de las que se quedan en la retina.
Faena de gran intensidad de Morante al codicioso cuarto, al que entra a matar recibiendo
Morante cuajó otra obra soberana al cuarto, un colorado de la rama Osborne que tuvo bravura y fondo. Ya quiso el cigarrero ligarle las verónicas casi sin enmendarse, y esa economía de terrenos la exportó luego a la faena de muleta. Imposible enganchar, reducir y embraguetarse en tan reducido espacio. Por eso la obra tuvo, además de la hondura y el aplomo propios del valor que tiene este torero, una intensidad brutal. Tanta, que incluso se pasaron por alto algunos enganchones, porque en ocasiones el toro no tenía espacio físico para seguir embistiendo. Como además la firma vino en forma de estocada en la suerte de recibir, nadie dudó que la obra era merecedora de las dos orejas. Se demandaron con la misma fuerza que tuvo la obra.
Manzanares le corta otra oreja al excepcional quinto
El colorado quinto fue excepcional, por su alegría en la arrancada, y su manera de humillar y empujar el engaño. Manzanares, sobre todo de mitad de faena en adelante, le cogió el ritmo por el pitón derecho, hilvanó tres series en las que llevó muy sometido y embebido al astado y dio fundamento al trasteo. Pinchó antes de agarrar una gran estocada y sumo una oreja más.
Faena inolvidable de Ortega, que le corta el rabo al gran ‘Perdicero’, premiado con la vuelta al ruedo
El lucero y calcetero sexto tuvo una calidad soberana. Exquisita. Y con esa misma clase lo toreó un inspiradísimo Juan Ortega. Después de brindar su faena a El Juli se acompasó bajo los acordes de Caridad de Guadalquivir en una obra inolvidable, de gran solemnidad, descrita a la velocidad de un paso de Semana Santa. Imposible torear más despacio, con más cadencia, acariciando más cada embestida. El broche a dos manos estuvo a la altura de la obra, y también la estocada. El final no podía ser otro: los máximos trofeos para el torero y la vuelta al ruedo para el gran toro de Cuvillo
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de Toros del Real Sitio y Villa de Aranjuez. Corrida de toros. Más de tres cuartos de plaza.
Toros de Núñez del Cuvillo. Se quedó corto y le faltó ritmo al primero; pronto y enrazado en segundo; con clase y ritmo el tercero; bravo y codicioso el cuarto; excepcional por su alegría y formo de humillar el quinto; de clase superior el sexto, premiado con la vuelta al ruedo.
Morante de la Puebla, de verde botella y oro: Oreja y dos orejas
José María Manzanares, de azul marino y oro: Oreja y oreja
Juan Ortega, de verde hoja y oro: Oreja y dos orejas y rabo
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FOROGALERÍA: EMILIO MÉNDEZ