Que la corrida entera que trajo José Enrique Fraile a Madrid fue mansa es un hecho. Todos trataron de eludir la pelea, bien sea en las telas o los palos, en mayor o menor medida, y el hecho es incuestionable. Sin embargo, y realizada la confirmación de lo evidente, conviene decir que es precisamente en los detalles donde está la ‘miga’. Mucho más en una corrida de encaste Atanasio que también evidenció en Las Ventas que nada tiene que ver su origen y su ademán con la genética más habitual. De hecho, fue precisamente esa complicación propia del origen -que puso un examen a todos cuantos hoy vistieron de oro- la que hizo ver con claridad por qué quedan cada vez menos hierros que defiendan este encaste.
Eso no significa que no valga; lo que quiere decir es que tiene su peculiaridad a la hora de lidiarlo. Por ejemplo, es muy, muy complicado torear de capote a un toro de la rama Atanasio –llamado así por el legendario ganadero Atanasio Fernández, parecido, en los 80 y primeros 90, a lo que hoy es Victorino-. Puede equivocarse alguno y repetir en los percales, como hizo hoy el sexto, pero lo habitual es que corran, se desentiendan y rehuyan la pelea, porque así fue como seleccionó el mítico criador mentado: un toro que no se gastase en el caballo y que sirviera en la cada vez más pujante faena de muleta. Entonces fue adelantarse a los tiempos, pero hoy sirvió de examen para medir la capacidad de los toreros.
Fue Paco Ureña el que más cerca estuvo de llevarse el gato al agua. en sus manos cayó ese segundo ‘Pomposico’ que, si bien quiso marcharse tanto como el que más, tuvo una aprovechable huida hacia adelante que rebosaba clase cuando se redondeaba en la muleta. Eso fue lo que aprovechó Paco, tal vez un punto afectado de más, quizás algo envarado, pero dejando el trapo muerto para que se lo encontrase el animal y no se ‘pirase’ de la franela. Ese test había que pasarlo sabiendo templar las llegadas y componiendo muy bien la transmisión, siempre equilibrando lo que ponía él con lo que le daba el toro. La suerte final no tuvo el efecto que se preveía cuando dejó Paco el acero en estocada breve, y tal vez ahí se pudo ir una oreja que le hubiera venido al murciano como agua de mayo para cuando quieran acordarse de los resultados. El otro, el ‘Cigarrero’ que hizo quinto, no quiso quedarse nunca; ni en el abrigo de las tablas y con el cite paralelo -donde se marchaba desentendido- ni en los mismos medios, como se lo planteó Ureña, donde protestaba con tornillazos constantes. No daba la impresión al tendido de peligro ni de prueba, pero el que estaba ahí abajo sabía cuál era el nivel del examen en que estaba.
Ningún otro lo comprobó como Alejandro Chicharro, que vino a confirmar a Madrid el día del Patrón y se encontró una plaza casi llena con ganas de verlo examinarse. Y en su haber recalaron los dos toros de mejor condición de los corridos esta tarde, pero el examen que pusieron pilló al de Miraflores aún verde para afrontar lidias y pruebas. El toro de la ceremonia, que se llamó ‘Pandereto’, era un toro amplio y badanudo que pasó de desentenderse en los capotes a tranquear en banderillas y humillar con mucha clase en la muleta de Alejandro. Pero ponía una dura prueba: al menor destemple, me voy. Y el día de la confirmación no parece el más adecuado para pasar el control propuesto.
Tampoco con el sexto, al que Iván García le sopló dos pares de superioridad insultante y en la mismísima cara, y a Fernando Sánchez, que no había pasado rápido por dejarse ver en el par, le tocó ponerlo al sesgo, con el toro apretando el embroque y haciendo hilo después por lo comprometido del par. Soberbios los dos. Ya estaba lloviendo cuando se fue Alejandro a firmar la faena, pero tardó tanto en dar con el sitio -a pesar del aplomo que quería enseñar para esperar al animal en la distancia- que la lluvia le arrebató a la concurrencia y las atenciones, porque andaba la gente con ganas de terminar pronto hoy y no mojarse de nuevo.
De David Galván, por contra, se puede hablar más bien poco porque eso fue lo que le permitieron los dos toros más ‘esaboridos’ del encierro salmantino. Tuvo nobleza el tercero, es verdad, pero ni una pizca de celo para quedarse en el trapo. Con él, el examen de Galván dio para recibir un bien pero es que no había mucho margen para más. Con el quinto, ni eso, y tuvo que desistir muy pronto por ver que no rompía para adelante el fondo de clase que le había podido atisbar. Y se quedó en manso sin más, porque no estaba el tiempo ni las paciencias para fijarse en matices.
Esa será, en fin, la espada de Damocles que terminará con esta sangre, que no pasa por brava para los aficionados más exigentes -a pesar de que hoy hasta cuatro toros recargaron en el peto, con buenas actuaciones de los montados-, ni por enclasada para los profesionales que más andan -aunque hoy todos los toros echasen siempre el morro por abajo-. Es quedarse en las evidencias y no querer ver el fondo, pero es que es muy complicado pedirle a un torero que ofrezca emoción con un manso. ¿O no…?
FICHA DEL FESTEJO
Jueves, 15 de mayo de 2025. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Sexta de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. 21.264 espectadores.
Seis toros de José Enrique Fraile de Valdefresno, con kilos y caja para lucirlos. Manso con transmisión el primero; de gran calidad en la muleta el segundo; noble, sin fuelle ni celo el tercero; manso y rajado el cuarto; manso y huido el quinto; manso con transmisión el sexto.
Paco Ureña (coral y oro): ovación tras aviso y silencio.
David Galván (azafata y oro): silencio y silencio.
Alejandro Chicharro, que confirmaba alternativa, (vainilla y oro): silencio tras aviso y silencio.
CUADRILLAS: Iván García y Fernando Sánchez saludaron tras parear al sexto.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
