El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable.
Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad.
Víctor Hugo
Y Castella honró a su paisano. Castella y
«Juncoso», que fue el culpable de que la faena enlatada que tantos
años rondaba la mente de Sebastián rompiera, al fin, hoy en Valencia. Soñó el concepto cerrado de Castella en
tantas ocasiones por terminar saliendo en una plaza de toros que hoy explotó su
lámpara. No la frotó despacio (su teoría nunca lo ha hecho en la práctica),
pero lo importante es que salió la elegancia de una ganadería a la que Valencia
quitó del elenco primordial y a la que la misma Valencia en Fallas, tres años
más tarde, devuelve a la vida del circuito. Y de esa elegancia, esa clase y esa vida Castella fue protagonista y
actor. Fue una faena que lleva un diamante en bruto como marca registrada y
que hoy, en plena resaca Fallera, encontró al fin artesano perfecto para su
escenificación. Bienvenidos de nuevo.
Pañuelos
desbordados fueron los que vivió la Calle de Xátiva a la caída del quinto, del
que se pidió sutilmente un indulto nada merecido materializado en una vuelta
del todo honrosa.
En seis cambiados cambió Castella las muecas de aquellos que ya estaban
pensando en la noche levantina. Fue tras ese inicio cuando plantó su teoría
Sebastián ante el bueno de Cuvillo, fue ejercitando su tomadaca bien aprendido
ante un gran pitón izquierdo y fue hundiendo la mano de tal forma que enmudeció
aquellas voces que rajaron contra una carrera dispar. Fue cadencia despaciosa
lo que sacó el de Béziers ante este «Juncoso». Y llegó la apoteosis al natural. No lo he visto dárselos más despacio
nunca a Sebastián. Tampoco en Sevilla.
Bonito de hechuras fue el burraco
segundo, pero dentro tenía escasa condición. Inició Castella su trasteo a pies
juntos y por alto, y por un momento pareció que el toro se venía arriba,
dejando el francés unos naturales de calado. Se fue apagando el Cuvillo y optó
Castella por el toreo de cercanías, aguantándole los parones con firmeza y
pegándose un arrimón al final de la faena que le valió la oreja.
El pan de cada día
se llevó hoy tan sólo media levadura cuestas. Esa es la noticia, porque con una
oreja se conformó un Fandi que tiene como pasaporte el triunfo diario. Llegó en el cuarto, un núñez que quedó sin fuelle en el
ecuador de la faena . Parado quedó el animalito antes de que el granadino
agradara a la parroquia entre dimes y diretes muleteriles. Antes, su línea
conceptual le obligó a un recibo veroniquil de rodillas y un tercio de traca
fallera. Eso, el desplante final y la estocada trasera terminaron por prender
la mecha de la oreja paseada. Abrieron plaza unas lopecinas a las que el gallo
francés respondió por tafalleras. Mera y efímera ilusión, pues tranco porco
entendía el bicho cuando le plantó Fandi la muleta en la cara. Y hasta ahí.
Quizá peque Román
de la falta del sitio que los tentaderos no le han prestado. El mismo apoderado que una Feria
de Julio le ofreció una vida en torero andaba impaciente por el callejón
mientras veía que la vida del sexto pasaba sin que Román acoplara alma al
embroque desalmado de su incierta embestida. Fue éste un toro que no rompió en
su muleta y que, a pesar de que tenía su punto de casta, decidió no humillar. Pecó
en su tarde de rodaje Collado, que no de ímpetu: lo demostró en el tercero
cuando, cual Talavante oliventino, se echó la muleta a la espalda a tres metros
de los violentos pitones del Cuvillo y apeló al mismo diablo en tres arrucinas con
olor a hule. Fue toro de espectáculo, no de dulzura, y así lo entendió Román
antes de pinchar por dos veces.
El mismo donaire que pidió fiesta a El Fandi
y hoy ha medido con vara a «su» Román, ese mismo, fue el que endulzó
ese hermético concepto de Castella que por fin rompió con un toro bravo. Bienvenu, benvingut…bienvenidos (de
nuevo), torero y ganadero. A pesar de todo y de todos, Valencia os devuelve lo
que un día os quitó.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valencia. Tercera de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Más de tres cuartos de entrada.
Seis toros de Núñez del Cuvillo, 1º deslucido, 2º con calidad, desfondado, 3º con su punto de casta, bruto, 4º sin fuerza, 5º enclasado, encastado, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre (número 66, de nombre «Juncoso»), 6º deslucido.
David Fandila «El Fandi» ( caña y oro): Palmas y oreja.
Sebastián Castella ( Azul rey y oro): oreja y dos orejas.
Román ( Verde botella y oro): palmas y silencio.
FOTOGALERÍA: VERÓNICA DOMÍNGUEZ