Cerraba los festejos la feria de San Blas y la Candelaria de Valdemorillo un cartel con terna muy joven que encabezaba Borja Jiménez, con Lama de Góngora y Francisco José Espada, ante un encierro cárdeno de Ana Romero.
Guapo era el primero de Ana Romero, un cárdeno al que nunca le sobró el ritmo y que siempre anduvo más a lo externo que al trapo que tenía delante en la mano de Borja Jiménez. Muy firme anduvo siempre el sevillano, capaz y seguro en todo lo que hacía, a pesar de que le exigiese el cárdeno media altura y estar muy despierto para limar las arrancadas que llegaban dormidas. Tardó en coger el trapo con la chota Borja, y cuando lo hizo recibió miradas por dentro y embestidas pegajosas a las que fue complicado acoplarse, por eso no terminó de romper el trasteo. Siempre bien colocado Jiménez, tuvo la entrega que se le demanda a un torero nuevo, conoce el oficio y terminó tragando para que no quedase por él el valeroso asiento. Pinchó antes de la estocada y saludó una ovación.
Tuvo cadencia, compás y buen aire el saludo a la verónica de Lama de Góngora al segundo, toro de humillación acusada y entrega con los riñones en los embroques que, sin embargo, ya se quedó más corto en el quite por delantales del sevillano, una vez visitado al penco. Ya en el inicio de faena se mostró más costoso el de Ana Romero, con fijeza pero renuente a la embestida entregada en una estrcutura bien planteada de Paco, empujando bien el viaje para facilitar la embestida. No le ayudó al sevillano el continuo tardear del animal, que no metió mal la cara, pero sin celo ni repetición, por lo que no terminó de llegar al tendido. Y cuando llegó el primer natural se desentendió el cárdeno para buscar el abrigo de tablas, ya rajado. No se aburrió Lama, que intentó justificarse al hilo de las tablas, pero no hubo material para el triunfo que necesitaba.
Descompuesto y sin ritmo salió el cárdeno tercero, amplio de caja y manialto, que embistió encogido y arrastrando los cuartos traseros en el percal de Espada. Luego empujó en el único puyazo de David Prados. Se dio cuenta el de Fuenlabrada de la falta de final del toro, y le fue ganando el paso en el inicio hasta los medios, empujando con la tela con suficiencia. Pero no tuvo entrega el animal, que le dio un susto, además, al no pararse al vaciar una serie y salir de la distancia. El toro prendió al madrileño, que se escapó de milagro del afán defensivo del cárdeno. Descastado y agarrado al suelo, tuvo que tirar de valor y de sitio Espada, desgranando algún natural de mucho mérito y muy buen trazo entre la batalla. Pero se aburrió el bicho cuando quiso buscar tierra entre las embestidas zurdas y decidió regalarle arreones de muy mal estilo al madrileño. Total fue la exposición de Espada en el epílogo, dando los frentes con total verdad y con tremendo valor. La defectuosa colocación del estoque tras un pinchazo afeó su actuación.
Más recorrido y mejor aire sacó el cuarto, toro de pelaje espectacular que embistió con humillación en las verónicas encajadas con que lo saludó Borja Jiménez. Más corto se quedó en el quite por chicuelinas, abrochado con garbosa larga. De rodillas inició el trasteo el sevillano, que aprovechó la prontitud del animal para sacarlo a los medios y darle línea para apuntalarle la intención. Fue con la mano derecha cuando llegó la transmisión, cuando le arrastró la bamba en los primeros muletazos y supo levantar la mano cuando acusó el toro la exigencia. Luego llegó la suavidad de la mano izquierda que el animal tomó más despacio, propiciando el regusto de Borja en una serie templada y de vuelo largo a zurdas. Capaz el rubio torero para estructurar con inteligencia,pero cometió el error de perderle la cara en un desplante y resultó cogido espectacularmente. Un espadazo propició la concesión del trofeo.
Quiso Lama de Góngora levantar el ánimo de los tendidos yéndose a saludar al quinto a la puerta de chiqueros, con otra larga cambiada de rodillas en el tercio para terminar el recibo con una media en el centro de platillo de mucha transmisión. Metió los riñones con todo el animal en el caballo, recibiendo una vara severa. En la muleta no fue el mismo el animal, y ya desde el principio se quedó bajo la tela, volvió sobre las manos y se vino por dentro a la muleta de Lama, que tuvo que tragar mucho para hacer valer su decisión. Una papeleta la que tuvo que afrontar el sevillano, que tiró de gallardía y de oficio para andar por encima del violento y áspero animal, que siempre le dejaba una mirada para adentro antes de arrancar. Atacó Paco y provocó mucho, tapándole la cara y andando muy listo para evitar la durísima reposición. En una de ellas logró escaparse de milagro el sevillano, que se encoraginó con el desrazado y defensivo cárdeno sabiendo que no era de triunfo.
El cierraplaza no le permitió estirarse con el capote en el saludo a Francisco José Espada, que tuvo que lidiarlo por abajo antes de dejarlo en manos de su cuadrilla. El mansurrón de Ana Romero nunca sacó la entrega en la muleta del madrileño, que se afanó en dejársela en la cara, pero que tuvo que hacer frente a la falta de desliz y el constante gazapeo que hacía casi imposible la colocación. Espada lo intentó quedándose y se encontró con la reposición; le perdió pasos y vio cómo se le quedaba debajo de la tela; sólo atacando con el toque fuerte y sin dejar que pensase el animal arrancó las embestidas de media altura y sin clase que no propiciaban el triunfo. Aún así, no volvió la cara Francisco, que incluso pudo llevarse un disgusto con el manso. Horrible con el estoque, escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Valdemorillo, Madrid. feria de San Blas y la Candelaria, tercera y última de abono. Casi dos tercios en los tendidos.
Toros de Ana Romero, bien presentados y en tipo. Dormilón y mirón, pero obediente sin clase el cárdeno primero; tardo y renuente sin mal aire el rajado segundo; sin raza ni celo el defensivo y deslucido tercero; con fijeza y entrega el buen cuarto; reponedor y áspero el manso y sin raza quinto; manso y gazapón el imposible sexto.
Borja Jiménez (blanco y oro): ovación y oreja tras aviso.
Lama de Góngora (celeste y oro): silencio y silencio.
Francisco José Espada (espuma de mar y oro): silencio y silencio.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO