Podían haber sido seis u ocho las orejas paseadas esta tarde en Cuatro Caminos, pero no; una colección de pinchazos -alguno bastante feo- dejó la reseña en una puerta grande y una vuelta al ruedo por todo botín fuera de las ovaciones que sirvieron de consolación a dos de los tres tíos que hoy se enterraban de talones ante una desigual corrida de Juan Pedro Domecq. Que tuvo la virtud de humillar, es verdad, pero también el defecto de sacar disparo, temperamento y hasta genio en ocasiones. Lo bueno fue que siguieron la muleta con transmisión; la entrega la puso la terna.
Desde ese saludo a la verónica suave y armonioso de Fortes al abreplaza, hasta la cara de circunstancias de Borja al pinchar la faena al sexto, hubo de todo en una tarde tan entretenida que no creo que haya muchos aficionados que echen de menos, a esta hora, un despojo más o menos. El que triunfó fue el madrileño Fernando Adrián, que reventó el candado de Cuatro Caminos por segundo año consecutivo en su primera actuación de hoy.
Fue con el segundo, que iba a salir quinto según el sorteo y varió su puesto al devolverse al titular, un toro tan entregado y de tanta clase en el capote de Fernando que parecía que había salido con un puyazo pegado. Lo meció primorosamente Adrián en la tela, de la que se abría el animal ante la parsimonia cadenciosa del torero saboreando lo que sabía que estaba siendo mayúsculo. Pero una embestida así era difícil que la mantuviera un animal más allá del caballo, y tras él se fue para atrás el de Juan Pedro, tal vez de forma precipitada. Pero corrió turno y el hermano no desmereció.
Es verdad que le faltó clase, temple, ritmo para parecerse al superclase que se había ido a destazar sin exprimir su bravura, pero mostró otras cualidades, como la entrega, que Adrián se empeñó en hacer buenas. Primero, pegando chicuelinas en el centro del ruedo en lugar de probar lanceando; después, escenificando un inicio de estatuarios a una mano, dejando volver al de Juan Pedro, para poner bien alto el listón. Y a partir de ahí llegó la rotundidad de un torero que luce mucho cuando el toro es bravo, porque había que confiar mucho en que iba a acudir, la iba a tomar y se iba a salir de la muleta, y para eso había que tener mucho valor, porque cuando tú decides que vas a confiar, no tienes margen para corregir errores. Y Adrián lo tenía decidido antesde bajarse del avión que lo trajo de Bambamarca unas horas antes de torear. Por eso fue capaz de ligar, de mantener la intensidad de la faena y de jugar con inteligencia con los tiempos de la lidia; unas bernadinas de infarto en el epílogo hicieron más meritorio todo lo anterior, y la estocada hasta las cintas valió dos orejas. De nuevo triunfador.
Pudo haber paseado otra más del quinto, un sobrero de El Pilar bastante más agresivo de estampa, pero humillador, largo y con transmisión para apostarle a toreo. También a ese le dio fiesta, si no con profundidad, sí con mucha conexión con el tendido, que a esas alturas ya tenía claro que había merecido la pena el precio de la entrada. Sin embargo, a ese le pegó media estocada tendida y de nada sirvieron el inicio de rodillas pegando cambiados y el epílogo de manoletinas pasándoselo muy cerquita.
Así de cerca se había pasado también Borja Jiménez al tercero, un nigromante cuatreño que tendió siempre a venir por dentro por el pitón izquierdo. Incluso en ese saludo en los medios, pasándolo por espalda y faja llegando desde la distancia, en un emocionante pasaje. Pero fue mejor lo que llegó después, porque le vio Borja al de Juan Pedro la intención de humillar y abandonó el cuerpo entregado para componer el muletazo, que siempre buscó el mejor trazo. Anduvo el sevillano muy metido con su primer toro en esta plaza, como si viniera decidido a que fueran a ser muchos más. Relajó pronto la figura con el riñón entregado, seguro siempre de su capacidad, pero también de que el toro lo respetaba. Le había dado un tiempo clave entre naturales para que volase la franela tersa y limpia en cada trazo. Eran dos las orejas que se atisbaban, pero un pinchazo y un aviso antes de lograr el volepié lo dejaron sin premio.
Algo parecido sucedió con el sexto, un ‘Catavino’ de cabo fino y buena estampa al que saludó con dos faroles de rodillas y un toreo suave y mimoso con la bamba de un percal del que le costaba salirse al funo. Marcó más el defecto en banderillas, y por eso lo trató de empujar en un inicio de doblones vaciados por alto que pretendían alargar recorrido e intención. Le dio trapo, le dio mucho ritmo y no lo dejó pensar para que no se saliese de la suerte cada vez que amenazaba con ello, con precisión de relojero suizo a la hora de tocar y mantener el pulso. Pero no era nada fácil, porque cada arrancada del juampedro parecía un disparo y había que confiar mucho en la tauromaquia propia para dejarla muerta y templar esa llegada. A este lo mató peor aún, y así rompió una racha de buenas estocadas que estaba manteniendo en las últimas actuaciones.
Precisamente la espada, esa que tampoco funcionó en Madrid, dejó en vuelta al ruedo hoy a un Fortes que es muy posible que sea el torero con más valor natural del escalafón actual. Porque no lo utiliza para alardear, sino para hacer el toreo según le indica su personalidad acusada. Como en las gaoneras con las que firmó el quite al abreplaza, quieto como un poste incluso cuando el de Juan Pedro amenazaba con vencerse. Era bruto de condición el animal, que humillaba y la seguía, pero se destemplaba y protestaba mucho cuando le apretaban las tuercas. Fue al natural, cuando al malagueño le importó tan poco cómo embistiera el animal que pareció hasta delicada su arrancada cuando le trazó con la zurda.
Mejor y más rotundo se vio lo que le hizo al cuarto, un toro cabezón, pechugón y basto que tuvo una aprovechable embestida a diestras, en los inicios, y al natural después, por lo que pudo desplegarle Saúl tanto poder como mimo. Poder tuvo en el inicio de rodillas, hincado en el centro del ruedo para encajarse en los riñones mientras pasaba el avión sin un mohín de sufrimiento. Porque estaba convencido Saúl de que todo está en su mano, y por eso lo apretó lo justo para reducirle el genio y templarle los aires, desmayado incluso cuando ya se iba acabando la larga faena y toreaba Fortes al natural. Con media muleta, enseñando sólo un fleco para enganchar con él y desplegar el vuelo cuando iba el toro obligado a trazar la curva tras el terno marino y oro. Los dibujó maravillosos, pero una serie mandona y de mucha ligazón con la mano diestra había asegurado el premio de entrar el estoque y derribar al toro. Lamentablemente, eso no ocurrió.
Por eso se fue solo en hombros el más certero en el tiro, el que atinó con la muerte y subrayó en Santander su condición de matador. Porque los tres fueron toreadores magníficos con la corrida de Juan Pedro, pero sólo Adrián -y sólo con uno- manejó bien el acero.
FICHA DEL FESTEJO
Lunes, 21 de julio de 2025. Plaza de toros de Cuatro Caminos, Santander (Cantabria). Tercera de la Feria de Santiago 2025. Corrida de toros. Tres cuartos de entrada.
Toros de Juan Pedro Domecq, el segundo como bis, y un sobrero, el quinto, de El Pilar. El 1º, manejable, pero algo desentendido y sin finales; el 2º, medido en los primeros tercios, sacó buen fondo en la muleta; el 3º, con teclas, hubo que provocarle siempre la embestida, con la muleta muy puesta; el 4º, buen toro, con clase, de importante pitón izquierdo; el 6º, áspero y de media embestida, reponiendo siempre.
Fortes, de marino y oro; silencio tras aviso y vuelta al ruedo.
Fernando Adrián, de marino y oro; dos orejas y ovación.
Borja Jiménez, de champán y oro; ovación tras aviso y silencio.
FOTOGALERÍA: ARJONA – LANCES DE FUTURO
