Desde que el mundo es mundo, hay dos formas de ver el cielo -entendido como el sueño que perseguimos en nuestra actividad diaria-: el de cerca, cuando lo tenemos al alcance de los dedos, y el de lejos, cuando sólo podemos seguir soñando. Lo más duro llega cuando se contraponen, y tienes que volver a prepararte para atacar su encuentro cuando has estado a punto de alcanzarlo. Tanto, que el actual Reglamento Taurino, se utilice el de 1992 o el madrileño, exigen que David Galván abandone en hombros Las Ventas en una tarde como hoy, pero también dejan la decisión en manos de la autoridá y ésta vuelve a demostrar, en Madrid, que no se sabe muy bien a quién defiende.
A Galván, no, eso está claro. El gaditano cumplía hoy, tal vez, la tarde más esperanzadora de su carrera en este ruedo, se encontraba con un toro bravo y con clase de El Pilar y otro con nobleza y ritmo de Castillejo de Huebra, los dos propicios para que fuera esta la tarde de su cielo colmado al fin. Pero había en el palco un forajido que, no contento con las fechorías presidenciales de ayer, decidió que iba a prevaricar taurinamente, equivocándose por un par de ellos en los pañuelos que contó a la hora de no conceder las orejas. La plaza era un clamor en embos actos, segundo y quinto, y tuvo que acabar Galván, sin embargo, pidiendo explicaciones desde el callejón, con los ojos bañados en lágrimas, a ese cielo que le habían alejado de la mano tras haberlo tenido tan cerca.
A pesar de que no fue nada fácil, porque ese castaño segundo, Raboso por donde lo mirases, gozaba de una cualidad especial que suele darse en El Pilar: arrancaba fogoso pero embestía sin inercias, porque siempre se paraba por completo antes de volver a embestir. Por eso costaba montarlo en la noria, y ligarle las tandas, incluso estructurarle los muletazos para quedar colocado en el carril. Pero si no lo hacías se te iba tras el trapo, te hacía hilo, se ponía incómodo y costaba encontrarle el equilibrio. Pero lo tenía; vaya si lo tenía Burredor, que transmitía una barbaridad cada vez que se iba, impetuoso, detrás de la tela de David. Y el gaditano firme, asentado, sin llegar a desbordarse nunca por un torrente de cero a cien.
Con el Sembrador de Castillejo que salió como remiendo tardó Galván en atacar para sobreponerse al viento, a la falta de transmisión de un toro demasiado noble que sacó más importancia cuando se la dió él. Y en esas dos series de mano bajísima, templada y mandona, y en las manoletinas finales, ceñidas y muy aparentes, estaba la concesión de un trofeo que rubricó con la espada. Ni siquiera le sonaron los dos avisos que en su primero, pero el mismo fue el resultado, y su paseo por el anillo, sin ‘pelúa’ que mostrar, supo a poco a todos menos al palco.
También a Victor Hernández se le acercó tanto el cielo, hoy en Madrid, que fallar con los aceros con el horrible sobrero de Villamarta que cerró plaza pudo ser lo mejor que podía pasar. Porque ya tenía el madrileño un trofeo arrancado a la brasa viva que fue el tercero, y otra oreja con el viejo -20 días le faltaban para no poderse lidiar- hubiera supuesto una Puerta Grande que no lo hubiera sido mucho. Y que le hubiese restado valor al tremendo esfuerzo que realizó para andar a la altura de la bravura candente de Busca-Oro, de bravísima transmisión, humillada calidad y suprema importancia en el ruedo. Un toro de los que pesan, de los que no pierden el celo ni cuando les quitas la muleta, por eso tuvo que ser todo una colección de toques precisos, tanto para enganchar como para soltar, una vez vaciado. Y no se cansaba el castaño de moverse ni Víctor de quedarse quieto, aunque dos pitonazos en dos momentos distintos pudieron echárselo a los lomos. Había emoción y se percibía el peligro, pero con mucha verdad entre ambos contendientes. Por eso, tras la estocada que rubricaba la obra, la oreja que le concedieron a Víctor -a este, sí- debió saberle al cielo que no había hecho más que atisbar.
Diego Urdiales ya los conoces todos. Los cielos de cerca y los de lejos. Conoce incluso los que aún estar por venir, pero su tarde de hoy se puede mejorar para que siga habiendo tardes madrileñas en las que prometer un cielo. Y ese torero es de los que puede, aunque hoy no lo demostrase demasiado.
Ya lo había hecho David Galván, que hoy se llevará los titulares a pesar de no tocar pelo, porque hay obras que cuando las recuerdas te da bastante igual lo que te dieran para premiar tu osadía.
FICHA DEL FESTEJO
Sábado, 10 de mayo de 2025. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Segunda de la Feria de San Isidro. Corrida de toros. Casi lleno. 20.586 espectadores.
Toros de El Pilar, un quinto bis de Castillejo de Huebra y un sexto bis de Villamarta. Sin fuerza el primero; con clase y calidad el segundo; bravo y encastado el tercero; con carácter y temperamento el cuarto; noble el quinto, al que faltó un punto de celo; apagado y sin transmisión el sexto.
Diego Urdiales (negro y oro): silencio y silencio.
David Galván (malva y oro): vuelta tras dos avisos y vuelta.
Víctor Hernández (fucsia y oro): oreja y ovación tras aviso.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
