Juan Guillermo Palacio
Los toros de Victorino Martín, que se lidiaron por primera vez en Colombia, partieron en dos la historia taurina de Cali y del país. El toro bravo, enrazado en su mayor expresión, llegó a este puerto seco y sedujo al bosque seco tropical.
Nueve mil personas nos sorprendimos al ver cómo cuatro toros araban con el hocico la arena de Cañaveralejo mientras perseguían capotes y muletas sin parar. Sin levantar la cara o recortar, ni atisbo de mala maña o intención de buscar siquiera el refugio del tercio.
Rápidamente entendimos que se trataba de una versión diferente de la corrida. Una verdad hasta entonces desconocida se nos estaba revelando. Era como entrar al Paraíso y ver la luz.
Parecía un acto de magia. Los toros nunca se rajaron. Tres fueron al caballo galopando desde los medios, recibieron varas más largas que lo tradicional y en doble dosis. Cuando uno creía que lo habían entregado todo, que se detendrían agotados a respirar, volvían reparados de motor a seguir embistiendo en serie. Quizás es el primer encierro realmente parejo en fenotipo del que tengo memoria.
El punto máximo fue ver al toro «Cobrador», familiar de «Cobradiezmos«, el que indultó Escribano en Sevilla, obsesionarse por perseguir y devorar el capote que sostenía Emilio de Justo. Como las secuencias de video en las que el guepardo persigue al venado sin de desfallecer, narrada con tono sobreactuado de locutor español: «Al primer desscuido de la madre, el felino corretea al pequeño ciervo…»
Imagínense lo que experimentó un pueblo que, doscientos años después de lidiar toros, devela el misterio de la santísima trinidad de la bravura.
Fue una corrida en la que se cortaron un rabo y nueve orejas, tres orejas más que en la denominada «corrida del siglo», la de España, que se llevó a cabo el primer día de junio del año de Naranjito, 1982, con Ruiz Miguel, Esplá, Palomar y los toros de Victorino Martín, corrida que, igual que la de aquí, también se transmitió por televisión.
Los toreros estuvieron realmente bien. Emilio de Justo, sin pega, exprimiendo sin despeinarse ese sinfín de embestidas y aplicando al sexto técnicas de correccional.
Y Luis Bolívar en su mejor versión. Natural, templado, ligado y mandón. Toreó mejor que Emilio de Justo, declarado el triunfador de la feria, lo cual ya es una proeza. Bolívar está curtido de enfrentar a los toros de Victorino Martín. Se había preparado 17 años para esta ocasión.
A pesar de que fue un acto autoritario y demagógico del presidente de la corrida, se cortó un rabo. El último que se había otorgado en Cali fue en 2011, aquella temporada en la que que el rejoneador Pablo Hermoso puso patas arriba las plazas de toros de Colombia. Otros dos había cortado el venezolano Curro Girón, en 1959, un año antes de que los hermanos Martín Andrés, Adolfo y Victorino, adquirieran a precio de promoción las vacas y los toros del encaste Albaserrada y comenzaran a depurar el tesoro de la piedra filosofal.
Nuestra corrida del siglo, de todos los siglos, graduó también a grandes banderilleros: Santana, «Granerito», Devia, Prieto y Garrido; y picadores: Cayetano, Reinario, Torres y al eterno Clovis, que experimentaron por primera vez lo que era recibir la fuerza de Victorino Martín, de un toro de verdad.
La historia de los toros en Colombia se partió ayer en dos: A.V. y D.V… Antes y después de Victorino Martín. También teníamos derecho a tener nuestra propia corrida del siglo.
FICHA DEL FESTEJO
Cali. 30 de diciembre de 2021. Séptima. Tarde soleada y luego fresca. Asistencia: casi tres cuartos de plaza. Se lidiaron toros de Victorino Martín, debutantes en Cali, serio, parejo en sus formas y cuatro de ellos con soberbio desempeño.
Luis Bolívar: 2 orejas, 2 orejas y silencio.
Emilio de Justo: 2 orejas, 2 orejas y rabo y oreja.
Tres toros fueron premiados con vuelta al ruedo: primero, tercero y cuarto. A dos, al menos, se les habría pedido el indulto si se tuviese el permiso oficial para padrear. El resto fueron aplaudidos en el arrastre.
Emilio de Justo, Luis Bolívar y el ganadero Victorino Martín salieron en hombros por la Puerta Señor de los Cristales. Los nueve mil asistentes, también.