Javier Fernández-Caballero / Fotogalería: Emilio Méndez
Fue la luz en medio del recorrido de bueyes y carretas. La claridad entre el polvo del camino que mira al toreo más puro, que es el de siempre. El que quiere Sevilla y el que ella decide si subirlo o no a los altares. Y aunque todavía no lo haya hecho con el concepto de Luque, aquellas seis verónicas que el de Gerena le sopló al único que valió en juego de Gallardo nada tienen que envidiar a otras que esta plaza ha alzado (y está alzando) en religión.
Porque eso, lo que hizo Daniel, fue el toreo: someter, no acompañar; domeñar, no llevar airoso; mandar de salida, no volar el trapo. Porque aunque tenía esa chispa de agresividad para llegar arriba, le costaba coger el trapo por abajo al animal, y ahí estuvo el ingenio de Daniel, al que le salieron los dientes toreando complicaciones y ascendiendo a una cumbre que aún no ha llegado, para saber conectar con el Baratillo.
Pero ay amigo, qué malo es ser ateo mas que tu forma de invocar llegue a los demás; qué malo es saber torear como pocos lo han hecho en esta plaza y no ser correspondido con el altar que merece lo que vienes haciendo últimas temporadas.
Porque sabía el sevillano que el gusto salpimentado con la ligazón fueron la aduana que le hicieron llegar a La Maestranza, pero también que no necesitaba esa chispa de genio nada humillador que tenía ese tercero, por eso en la capa se le quedó a la retina La Maestranza lo mejor de ese acto… y del siguiente, y del siguiente, y también del siguiente. Qué forma de lucir a la verónica a sus animales, Dios mío.
A ese toro, el único que no llevaba tras él el simpecao, le compuso la figura luego con la muleta, tirando de su virtud y tragándole en los de pecho, y sólo un pinchazo le privó de oreja y media, que es lo que hubiese cortado si la ficha no fuese una chivata de este rito que no es numérico. Porque fue el de Luque de los inicios de faena con mayor rotundidad que un torero ha sellado este año en esta plaza. Ahí queda la foto. Ahí queda la pinturería y torerísima ejecución del sevillano. Qué forma de iniciar la obra entre las desdichas de una tarde que lució kilos y kilos a los que les faltó de todo menos más peso.
Esa fue la luz que le quedó en la retina al Arenal en medio de una tarde de seis bueyes de carretas en la que Perera intentó templar y Ferrera navegó sin más esperando los seis cárdenos de Madrid, que esa será otra película si su nivel es el de tardes pasadas.
Y así terminó una tarde en la que nadie cree que Gallardo no tenga en el campo una corrida de Sevilla: ¿Por qué, entonces, venir a contraestilo a La Maestranza? Lo que no pué sé, no pué sé. ¡Que viva la Blanca Paloma!
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Décima de abono. Corrida de toros. Dos tercios de entrada del aforo permitido.
Toros de Fuente Ymbro. Grandes, bastos, desiguales de presentación, la antítesis del toro sevillano. Mansos y muy bajos de casta.
Antonio Ferrera, silencio y silencio.
Miguel Ángel Perera, palmas y silencio.
Daniel Luque, ovación tras aviso y silencio
INCIDENCIAS: Saludaron Javier Ambel en el tercero y Curro Javier en el sexto.