JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Cuando
el algodón del tiempo sigue pulcro, éste suele dar la razón. Le pasó hoy a Rubén Pinar, el tobarreño que
reventó de toreo entre los suyos y demostró la blancura de su camino sin
mancha. Una historia de altibajos inmaculados escudados siempre a caballo
entre el Madrid que le dio a hombros y Las Ventas que le quitó entre silencios;
entre La Mancha televisada que salvó su soledad y La Chata septembrina que
siempre le fue fiel; entre un mal porrazo en lo de Nazario que estuvo a punto
de quitarlo de en medio y el vuelco del toreo cuando más lo necesitó.
El joven que aún se medica porque un novillo
en el campo casi le siega la vida todavía lleva en silencio el viacrucis de
aquella maldición: aunque nadie lo sepa cuando el Rubén queda en el hotel y el
Pinar viste el chispeante. Y el algodón que esconde el sueño de ser figura aún está tan pulcro
que hoy sólo reventó de verdad en La Chata. Así es el toreo: parones, sequías y procesiones interiores
las de un torero que hoy enseñó sus armas para hacerse rico. Y comprendió
entonces su tierra que no había sido en balde todo, aclamando al ídolo paisano
que de chiquillo toreó entre tambores los sueños que está alcanzando.
Porque
dio muestras de su limpieza en la pulcra proposición a la verónica que le
planteó al segundo, toro de tragar en los primeros tercios. Y por eso le
planteó de frente su verdad por chicuelinas Rubén. Fue un dulce muleta en mano,
colocó la cara humillada, convenció al tendido de que era bueno y supo
imponerse Pinar para evitar que éste se pusiera de parte del animal. Y se puso
con ambos la Albacete que premió con el doble trofeo merecido el algodón pulcro
de un torero para 2017. Lo del sexto fue todo exposición ante el
ritmo informal, la bravuconería cansina y el tranco que en cualquier momento
podría haberse tornado en zorrón si el poderío de un torero en momento no se
hubiese impuesto con mando. Y le cortó la oreja.
Perra
vida la que está pagando con David lo que nunca mereció. Hoy pagó de nuevo con sangre su verdad, su
forma de entregarse sin trampa ni cartón, su máxima exposición a pesar de todo
y de todos. Y de un sistema que parece tomarse como una ofensa su salida a
hombros de Madrid. Ojalá y le abandone el sambenito del hule al gran David que
vio San Isidro con este mismo hierro hace cuatro meses. Porque toreó como los
ángeles en aquella primavera y ahora, en los albores del otoño, con la sien
curtida por un verano triunfal, está fructificando lo que aquella flor
primaveral presagió. Hoy no tocó el lote. Habrá que esperar a las musas
nimeñas.
Verdad tiene Ureña por arrobas cuando el toro
embiste y, cuando no, se encarga de ponerlo rojo a mentiroso sólo con cruzarse. Es así el murciano que, con
duras o sin ellas, conseguirá sentirse querido por puristas, juerguistas y
hasta los mediopensionistas que paguen entrada. Es lo que tiene ir firme en
formas cuando la mala sombra del segundo quiere cargarse la función. Y ese
brindis de «sería un pecado venir a Albacete y no brindarle al maestro Dámaso”no tiene sino la carrera de derecho en su composición. Porque la grandeza se le
queda corta a un torero que expresa lo que siente a pesar de que el toro no le
deje torear como sueña. Tampoco el quinto lo hizo. Tampoco Ureña intentó que lo
hiciese…
Pero
para entonces la tarde ya llevaba un nombre. Porque no será el de Rubén el corazón
que mejor exprese el pellizco; porque no será su alma la que con más belleza
grite su verdad; porque no será Pinar torero de azuquiqui baratillero. Pero hoy
sumó una razón más para contar con él en las Ferias. Y el algodón del tiempo,
que sigue pulcro en su interior, demostró la verdad que ha predicado, a pesar
de idas y venidas, en sus ocho años de carrera.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Albacete. Séptima de la Feria de Los Llanos.
Corrida de toros. Tres cuartos de entrada.
Seis toros de Alcurrucén,
aplomado y a menos el primero, deslucido el mal segundo, bravo y repetidor el
tercero, deslucidos cuarto y quinto y bravucón y geniudo el sexto.
David Mora,silencio y palmas mientras iba a la enfermería.
Paco Ureña,
palmas tras aviso y ovación.
Rubén Pinar, dos
orejas y oreja.
FOTOGALERÍA: MONDÉJAR