Lo que hizo Emilio de Justo en San Cristóbal es sin duda alguna de otro nivel. Su primero de la función fue “sobándole” desde que en la muleta le fue descubriendo, astado generoso en nobleza pero muy limitado de fuerzas. De Justo le fue metiendo, poco a poco, previo brindis emotivo de Emilio al propio Luque, en una labor donde sobre la diestra ya metido el toro, se degusto Emilio en llevar largo y con mando las endebles embestidas del animal, ese por el que nadie daba “un duro”, sobre todo por la diestra donde se destapó Emilio en llevarlo tapado y embarcado de tela a gusto y placer. El medio espadazo en buen sitio, fue suficiente para que cortara las dos orejas, un tanto generosas, pero que dejaban el listón alto para el resto de la tarde.
Otro recital de toreo caro se endilgó con el que cerró plaza, ejemplar que al igual que sus hermanos anteriores no facilitó las cosas desde su misma salida. Lo que pasa es que tenía enfrente un torero que apostó por llevar a su aire, en sus terrenos, y sobre todo con la seguridad de quien tiene la situación a su favor, por ambos pitones, lo que hizo que el publico de nuevo, tras una estocada entera y trasera se decantara por la petición de trofeos, que don Álvaro Moros no se complicó en conceder, y con ello el pleno de orejas en su regreso a esta plaza que la ha hecho suya como ninguna.