Dos horas y cuarenta minutos después de que comenzase el festejo, sólo quedaba tedio, frío y ganas de marcharse a casa para mitigar el hambre y la sed. Una corrida de Alcurrucén, de las que suelen elegir las figuras, había acusado tanto el baile de corrales de la mañana que no había dado con el toro que demanda Madrid. Hasta cuatro fueron rechazados del primer envío por falta de presencia para esta plaza, y no es que los que salieron hoy anduvieran muy sobrados. Muchos tipos, muy abierta de padres, muy en los pelajes que guarda esta casa, madre de ganaderías buenas; pero al final el único que embistió —y lo hizo de verdad— fue el sobrero cuarto, de Zacarías Moreno, que tuvo la mala fortuna de encontrarse con Castella en un día del revés.
Porque si hubiera sido cualquier otro día, en esos que anda lúcido el francés, se hubiera ido sin orejas al desolladero, y no dejando a Sebastián saludando una ovación tras la que le pegaron a él. Y con esa sensación de haber dejado los deberes sin hacer la tarde en que revisaban los cuadernos. Porque escribir, escribió mucho el galo, en una faena que se pasó tanto por exceso que lo pilló el aviso toreando en los medios lo que se le había quedado en el tintero en los diez minutos anteriores. Lo sabía, Sebastián, que de tonto no tiene un pelo. Como sabía que ese inicio de cambiados —mil veces visto en este ruedo— a los que unió tanto derechazos como naturales hasta completar ¡doce pases! antes de rematar sus primeros cites, no podía ser beneficioso para el animal. Pero, aún así, siguió acometiendo.
Tenía celo, codicia, calidad, el de Zacarías. Tenía tanta bravura dentro que incluso cuando le acortaba Castella las distancias, ahogando su salida natural, quería seguir el trapo a como diera lugar. Todo a pesar de ser una raspa para Madrid, y de cabos finos y armonía en las hechuras, mucha más de la que se quiere aquí. Hubiera merecido a ese Castella delicado, que salió a retazos hoy al natural e hizo rugir al tendido cuando lo templó por abajo y despacito, pero apenas fue una serie. Por eso supo a muy poco el toreo desplegado para recibir una oreja en el templo de Madrid. Y menos con una estocada cuatro dedos por debajo de lo que se llama cruz.
Cruz fue hoy la de Daniel Luque, porque a un tipo con la actitud que dejó clara en el ceñidísimo quite al segundo, primer toro de Perera, le hubiera hecho falta un enemigo de entidad que hoy no pisó este ruedo. Porque ni el lucero del tercer acto, tocado arriba de pitones y humillador en las verónicas brillantes del saludo, ni el negro sexto, que terminó siendo anodino, como casi toda la corrida, dieron para más que una ovación por cabeza. Ese tercero tuvo fondo, pero no raza, y no aguantó cosido al trapo más tiempo del que logró Daniel sujetarlo en dos series. El sexto, por contra, no tuvo ni gracia siquiera y, aún así, casi le forma el lío Luque montándolo en la noria para darle inercia y viaje. De tiralíneas fue esa faena, tras la que una estocada en la misma yema no pudo tirar al animal, sino dejarlo de ‘rodillas’, lo que también dejaba los deberes sin hacer.
Así se le quedaron también a Miguel Ángel Perera, que venía con toda la ambición para recoger el botín que se dejó el otro día, y sólo pudo mostrar su pasmosa capacidad para lidiar toros informales y exigentes. Así fue el segundo, que ya en el recibo capotero no le dejó dos embestidas iguales al matador. Era reponedor, exigía, y mucho, el animal de Alcurrucén, pero sólo el fondo que traía le bastó a Perera para comenzar a construir. Y así fue modelando un trasteo muy poco a poco, dejando pasar muy cerca los pitones del bicho, tragándole sin molestarlo y templando el pulso mucho para ir limpiando embestidas como el que limpia cristales. Esa pasmosa facilidad tiene Miguel Ángel, que hubiera paseado una oreja si la estocada atravesada no le hubiera hecho guardia, porque el toreo anterior, que culminó en una serie de profunda mano diestra, se distinguió mucho de todo lo demás.
Aparte de que más, lo que se dice más… no hubo. Sólo lo narrado en estas líneas, que tras casi tres horas de festejo ya se estaban haciendo pesadas.
FICHA DEL FESTEJO
Jueves, 22 de mayo de 2025. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Duodécimo festejo de la Feria de San Isidro 2025. ‘No Hay Billetes’.
Seis toros de Alcurrucén y uno, el cuarto bis, de Zacarías Moreno. Noble, sin transmisión el primero; abanto y de poco celo el segundo; manso con buen fondo el tercero; bravo y codicioso el cuarto bis; sin entrega el quinto; de poca raza el sexto.
Sebastián Castella, de tabaco y oro: silencio y ovación.
Miguel Ángel Perera, de marino y oro: silencio y silencio tras aviso.
Daniel Luque, de verde oliva y oro: ovación y ovación tras aviso.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
