Colombia siempre se ha caracterizado por la hospitalidad de su gente, por la atención y las buenas formas en el trato y, me lo han dicho algunos amigos, por el agradecimiento constante cuando recibimos cualquier gesto de gentileza. Es la educación que hemos recibido en casa desde siempre. Y, cuándo faltábamos a alguna de estas premisas, siempre había una abuela que nos tildaba de groseros y maleducados.
Y eso es lo que fueron los toros de Salento, este miércoles 27: absolutamente groseros. No hubo uno que, dentro de su mansedumbre, alguno con destellos de calidad o de virtudes aprovechable, agradeciera el excelente trato dispensado por la terna. Ni el sobrado oficio de Joselito Adame, ni la inteligencia de un centrado Román, ni la sincera apuesta de Juan de Castilla recibieron una embestida completa como respuesta al esfuerzo, siempre a favor deos toros, que realizaron en cada lidia.
Ni siquiera hace falta diferenciar al primero del sexto, o del cuarto. No hace falta, da igual. La corrida se resume en que el que tuvo fondo, se lo guardó; el que humilló, lo hizo pars buscar por debajo de los tobillos; el que tuvo poder, lo usó para derrotar con violencia; y el noble, terminó rajado. Pero eso no es lo malo, lo realmente frustrante es que las lidias no sólo fueron correctas, sino que fueron impecables. Tanto el mexicano, como el valenciano y el paisa jugaron sus bazas con precisión quirúrgica. Lo lógico era que, al final de cada faena, los toros agradeciera el trato con al menos un puñado de embestidas entregadas o, cuando menos, potables, pues se había trabajado en pos de ellas con total sentido. Pero no. Nunca paso. Los de Salento fueron unos groseros.
De hecho, a pesar de todo, Juan de Castilla y Román tuvieron la oportunidad de cortar algún trofeo después de jugarse el tipo, el primero, y de convertir el defecto en virtud, el segundo. Pero, para rematar, el acero no funcionó. De hecho, estuvo pésimamente manejado… Lamentable.
Sin embargo, si hay algo que resaltar de una tarde así, es el esfuerzo de los toreros y su implicación en la lidia. Nada que reprochar. Aquí los maleducados fueron los toros. Incluso, hubo uno que nunca debió salir en esta plaza. El quinto, absolutamente impresentable.
Seguro que el ganadero habrá tomado buena cuenta de lo que pasó y que, a partir de mañana mismo, empezará a impartir las lecciones necesarias para evitar otra tarde así. Una tarde mala la tienen todos.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cañaveralejo, Cali (Colombia). Miércoles 27 de diciembre. Segunda de feria. Pobre entrada.
Toros de Salento, de correcto remate y pobres de cara en términos generales. Más hecho el sexto e impresentable el feo quinto. Inciertos, deslucido y desagradecidos todos.
Joselito Adame (gris plomo y oro), silencio y silencio.
Román (verde hoja), ovación y silencio tras aviso.
Juan de Castilla (negro y plata), silencio tras aviso y silencio.