Cinco toros habían pasado sobre el ruedo -húmedo, sí, pero no encharcado- de Las Ventas, en una tarde tormentosa que había tenido a la concurrencia más pendiente del aguacero intermitente que del afanoso intento de la terna por brillar con la corrida. Tesonero uno, espectacular otro, arrojado el tercero. Los tres toreros habían sacado sus bazas con un encierro de Pedraza de Yeltes de buena nota general al que le faltaba la guinda que volvió a meter a la concurrencia en el festejo.
Era el sexto del festejo. El cierraplaza. con sus más de seis quintales, su lomo largo, su gran alzada y su largo cuello y esa expresión de noble seriedad que suele albergar la bravura detrás. De hecho, ya se quería comer, por abajo y tranqueando, el capote de un Fonseca que corría para atrás a lo que daban las piernas para hacerse con la lidia. Y fue generoso el mexicano con el animal, al que colocó con muchos metros entre él y el caballo que montaba Borja Lorente para consagrarse en Madrid. Fijo el toro en el penco, moviendo el picador la cabalgadura para llamar su atención, dando el paseo para adelante y citando con fe. Cuando se arrancó el animal con alegría rugió la plaza como en las tardes de gloria, pero lo bueno fue cómo llegó, cómo empujó, cómo apretó el riñón e hizo que se emplease el caballo que le echaban encima. Y así tres veces. Pero aún faltaba lo mejor.
Comenzó con una lidia soberbia de Raúl Ruiz a un animal que se le iba detrás con un magnífico son y un galope franco y rítmico. Le colocó el animal en suerte a Juan Carlos Rey, que se dejó ver cimbreando cintura y caminando con torería para buscar el pitón izquierdo y clavar con pasmosa suficiencia mientras apuraba el embroque. Y otra vez Raúl al quite, con sólo un capotazo más para ponerle el toro a Tito y que sacase el de Valdemorillo su orgullo de torero bueno y le soplase un par de tremenda exposición al gran toro de Pedraza. El público lo estaba gozando. Una lidia completa, medida, torera, siempre a favor del toro. Tanto que en el tercer par quiso apurar el vaso Juan Carlos de nuevo y le cuadró un par en la mismísima cara al toraco de seis quintales mientras Las Ventas ovacionaba la labor de la cuadrilla buena. Los tres saludaron. Los tres. Tan toreros como el que más, pero al servicio de su matador.
Ese es mexicano y le había pedido a Dios que le echase un capote. Porque Fonseca torea en su país como el que más lo haga, pero necesita el mercado europeo, el público de Madrid. Llena mucho la escena Isaac, domina el escenario que pisa en cada detalle para la galería. Y luego se va de rodillas, se arroja en el torrente de embestidas y cuenta con van a ser buenas para él. Pero Dios le había hecho caso en esta ocasión, y le había mandado a ‘Brigadier’ con un lacito en el cuello y un cartel de triunfo grande. Y una embestida humillada, noble, franca, con son, con clase y con tanta profundidad que será difícil que vuelva a encontrarse el mexicano otro toro así. Porque de estos no los hay. Este puso de acuerdo a todos: toristas, toreristas y mediopensionistas. El toro de la feria, a falta de que salga otro mejor; y de vuelta al ruedo en el arrastre.
Antes habían salido otros tres de Pedraza con virtudes suficientes para celebrar el triunfo. De esos, no fue el primero uno de ellos, pero supo Román sacarle partido a fuerza de porfiar con la embestida huidiza y esa condición flagrante de rajado sin remedio. El tercero sí lo fue, y con ese dio otra vuelta al ruedo un Colombo inconmensurable con la espada que sentó de culo a su lote haciendo la suerte con mucha verdad. No fue lo demás lo mejor de su tauromaquia, y lo hizo cuando más llovía y cuando menos toreo apetecía ver, camino de los vomitorios.
Pero es que lo mejor ya está contado, lo que mereció la pena de una tarde condenada a ser gris pero supo iluminar ‘Brigadier’; un regalo de Dios para que siga habiendo creyentes.
FICHA DEL FESTEJO
Miércoles, 14 de mayo de 2025. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Quinta de la Feria de San Isidro 2025. Corrida de toros. 17.782 espectadores.
Seis toros de Pedraza de Yeltes, con volumen y trapío, muy en el tipo de Aldeanueva. Manso con transmisión el primero; noble el segundo; de pegajosa movilidad el tercero; noble y medido de raza el cuarto; con transmisión y movilidad el quinto; de gran clase y bravura el sexto, de vuelta al ruedo.
Román (azafata y oro): vuelta tras aviso y silencio tras aviso.
Jesús Enrique Colombo (sangre de toro y oro): vuelta tras aviso y silencio.
Isaac Fonseca (purísima y oro): silencio y oreja tras aviso.
CUADRILLAS: Saludaron Juan Carlos Rey, Raúl Ruiz y Tito tras el sensacional tercio de banderillas del sexto.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
