Javier Castaño en su despedida de Madrid, Luis Gerpe y Cristóbal Reyes, que confirmaba su alternativa, hacían el paseíllo este domingo en Las Ventas con un encierro de Saltillo.
Cristóbal Reyes deja dos tandas a diestras con un Saltillo sin maldad

El toro de la confirmación de Cristóbal Reyes, con el hierro de Saltillo, se llamaba ‘Presidiario II’ y se desentendió del torero cuando se fue a recibirlo a portagayola. Ni acercarse al torero, que tuvo que levantarse y echarle los brazos abajo en los lances a la mansa y huidiza acometida. Manseó también en el caballo, donde quiso quitarse el palo con insistencia mientras el tendido pedía que lo pusieran aún más largo. Sobresalió en banderillas Iván García, justo antes de que Javier Castaño le cediera los trastos a Cristóbal, que brindó al público su primera faena en Madrid. Pero el Saltillo que había en la plaza aprendió pronto a reponer tras los embroques a diestras, y puso en un apuro a un torero de poco bagaje que solo consiguió que se los fuese tragando al natural, con el cité en la cintura y sin vaciar detrás. Total, medio pase y ninguna conexión con el tendido. Fue cuando se asentó con la mano derecha y se quedó para correr la mano cuando repitió el animal sin maldad. Es verdad que sin clase ni entrega, pero con la repetición suficiente para conectar con un tendido deseoso de tratarlo bien. Pero se fue a por la espada, tardó en cuadrar al cárdeno y le dejó medio pinchazo enhebrado y sin ninguna muerte. Luego fue un trago pasar por allí para enterrar el acero.
Castaño le coge el aire al deslucido segundo y el tendido se pone de parte del manso

El segundo, un señor por donde lo mirases, le quiso remontar a Javier Castaño en el capote a nada que estuviese despistado, pero no lo estuvo el charro, y logró aplacarle el brío con el capote abajo. Protestó el animal en el caballo, donde le dejaron un primer puyazo de tres agujeros. Pero después supo el salmantino dejarle la pañosa a media altura, aguantar la llegada -y los frenazos- y que no viera más que muleta para ligarle las tandas con mucha habilidad. Pero es que no había otra forma de andar con el cárdeno, que ni siquiera tuvo el fondo de nobleza que traía el anterior. El tendido le reprochó a Castaño que no le bajase la mano, pero fue ese precisamente el secreto de un toro que no sirvió ni para ser malo. Silencio.
Gerpe derrocha sinceridad con el mentiroso tercero

El tercero, cárdeno claro y con las puntas al aire, regateó en los embroques en el saludo capotero de Luis Gerpe y luego fue a hacerle paradojas al picador de turno, que intentaba dejar el palo mientras le abucheaba un tendido que entendía los regates como signo de bravura -por lo que se veía-. De hecho, Antonio Peralta pasó un trago para picar al de Saltillo y otro más al retirarse abucheado por la plaza de Madrid. Incomprensible. Cómo fue el comportamiento del toro en banderillas, donde ya se había convertido en un pájaro. Y aún así, lo brindó al público Gerpe. Fue muy bueno el inicio de doblones, bien templados y con el viaje tan largo como resistiese el bicho, para imponerse antes de nada. Luego quiso siempre hacer las cosas bien: sacar la muleta de detrás hasta presentarla, citar con firmeza pero no con brusquedad y trazar con el pulso justo para exprimir la mucha o poca embestida que quisiera darle el gris por abajo, pero éste decidió que iba a ser poca. Se fajó, fue sincero y anduvo digno Gerpe, incluso para lograr una estocada en la que le puso el animal los pitones en la cara. Con el descabello fueron todo arreones, siempre con la cara arriba, por lo que decidió volver a matar Luis y le pegó un espadazo que no necesitó de más. Y, pese a todo, se levantó dos veces y provocó que sonasen dos avisos.
Castaño anda bastante digno con el avieso cuarto que buscaba terno

Imponente era el tremendo corpachón que gastaba el cuarto, otro cárdeno claro que quiso poner a correr a Castaño amenazando con la cara en el capote y sin llegar a pasar nunca. Peleó sin entrega y sin franqueza en el caballo, donde lo hicieron sangrar lo suyo, pero todo ello sin humillar ni una sola vez y doliéndose en un complicado tercio de banderillas. Ni una sola vez quiso embestir en la muleta de Castaño, que se lo hizo todo para tirar de recursos y meterle mano con habilidad, pero no tuvo ni uno. Marcó a Javier de inicio y le puso siempre los pitones en el palillo porque andaba el charro listo para que no fuera en el cuello. De pasar un rato el toro, que no quiso tomarla ni cuando se la echó Javier a la pezuña para entrar a matar. Siempre encampanado, siempre avisando que te ibas a llevar una tarascada, hasta que consiguió Castaño meter la mano y dejar una estocada hasta las cintas que fue escupiendo el bicho. También este se resistió a doblar y tuvo que volver a entrar pegado a tablas, en una complicada posición en la que se hizo daño el charro.
Luis Gerpe se juega la vida con un peligroso quinto y le protestan la vuelta al ruedo después de pedir la oreja

El quinto, de la misma hechura y tipo que el anterior, se afanó en morrar en lugar de embestir y en quedarse tirando cornadas en el embroque y no pasar hasta acabar el viaje. Empujó con las manos en el peto -y con el morro- a donde llegó en la distancia pegando regates para coger por el pecho al caballo y tratar de derribarlo a base de que caminase para atrás. Otro pájaro vestido de gris, que le echó mano en banderillas a un valeroso Joao Pedro que le quiso dejar un par con gallardía. Por eso lo inició doblándose con él Gerpe, y tapándole la cara al toro para tirar de la arrancada casi tapándose la suya para que no le echase mano. Firme, decidido, consciente del peligro y, aún así, entregado a torear, mientras algún iluminado se ponía de parte del bicho. Hasta que terminó por echarle mano en una remontada tras el muletazo, la única vez que no anduvo vivo para perder el paso. Aparentemente sin herida grave, volvió a la cara Luis y se enterró en la arena para que fuera o triunfo o sangre, sin medias tintas, mientras le pasaban los pitones por el chaleco y por la hombrera. Y el toro tirando navajazos aviesos, buscando pecho en lugar de trapo, hasta la estocada final, hasta la gamuza, y con ella encima todavía puso en apuros a los banderilleros, siempre queriendo echar mano. Por eso no es de extrañar que incluso salieran pañuelos pidiendo la oreja, que finalmente no se concedió, mientras se iba el toro entre una cerrada ovación.
Cristóbal Reyes le deja naturales sueltos al Saltillo de mejor condición, al que pincha

Al amplio sexto, de prominente badana y abierta percha, lo quiso recibir Cristóbal pegando lances, pero le explicó el toro en seguida que eso es solo con los buenos. Pero luego fue el único de os saltillos lidiados que llegó al peto para empujar con los riñones en una primera vara dura. En la segunda se fue a los pechos, como todos los demás, pero fue el picador el que se llevó los abucheos. Los que los hicieron se perdieron la soberbia brega de Iván García en banderillas, que logró hasta que humillase un par de veces. Pero fue Iván el que le mostró el camino al matador, que anduvo delante con menos seguridad porque está menos toreado, pero quiso echársela al morro a zurdas y dibujar naturales con la embestida menos mala de la tarde, que no emocionaba, sin embargo, al tendido que berreaba con los arreones. Incluso hubo alguna serie con emoción en el epílogo, pero sin eco. De hecho, la mejor embestida del animal llegó cuando ya tenía Cristóbal el esoque de matar, en una tanda al natural de mucha sinceridad torera. Falló con el cero y esa fue su cruz.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas. Corrida de toros. 10.353 personas en los tendidos.
Toros de Saltillo, espeso y sin maldad, pero sin clase el primero; deslucido y mansurrón el segundo, ovacionado; encampanado y sin entrega el complicado tercero; una prenda el avieso cuarto de cara engallada; un marrajo defensivo y avieso el peligroso quinto, ovacionado; humillador sin entrega el sexto, a menos.
Javier Castaño, de blanco y oro: silencio y ovación.
Luis Gerpe, de esmeralda y oro: silencio tras dos avisos y vuelta al ruedo.
Cristóbal Reyes, que confirmaba alternativa, de caldero y oro: silencio tras dos avisos y silencio tras dos avisos.
INCIDENCIAS: Se guardó un minuto de silencio al finalizar el paseíllo en memoria del Papa Francisco, y más tarde sacó Madrid a saludar al torero que se despedía, Javier Castaño.
FOTOGALERÍA: LUIS SÁNCHEZ OLMEDO
