Hubo más verdad que alboroto en los tendidos de La Merced. La plaza, llena hasta el tejadillo, fue testigo de una tarde de silencios hondos y toreo reposado en un festejo marcado en rojo por la afición onubense. Morante vivió las dos caras de la moneda: jaleado en su primero y abroncado -por aquello que dejan de ver- en el cuarto. El cigarrero dejó una faena de gran sabor al primero de Loreto Charro, sin excesos ni alardes, pero con ese compás tan suyo que llega tan hondo. Toreó como quien conversa en voz baja, con la naturalidad de lo que no se fuerza, y rubricó con una estocada certera que le puso en la mano una oreja. Abrevió con el cuarto, un toro si estilo ni entrega al que mató a paso de banderillas. Juan Ortega, que firmó un precioso quite al primero —rematado con una revolera “que casi detiene el tiempo”—, volvió a mostrarse fiel a su concepto en una tarde donde no pudo brillar por la complejidad de su lote. La oreja paseada sobre la bocina únicamente sirvió para la estadística.
Y en medio de todo, fue Luque quien sostuvo el pulso de la tarde. Al segundo —un toro con ritmo, clase y fondo, al que se le concedió la vuelta al ruedo— le hizo una faena poderosa, limpia y de gran ajuste. Lo llevó largo por ambos pitones, firme en los terrenos y sereno en los tiempos, con esa claridad que tienen los toreros que dominan su momento. Apabullante el sevillano en su primero y sin aliviarse en un quinto al que únicamente la espada lw privó se sumar algún trofeo más en una tarde de madurez absoluta. Sin alzar la voz, sin buscar nada que no fuera torear como siente, volvió a escribir —una tarde más— su sitio entre los nombres que ya forman parte de la historia de las Colombinas.
Morante pasea la oreja de un primero de interesante pitón derecho
Le cortó Morante de la Puebla una oreja al primero de la tarde, un toro hondo y serio de Loreto Charro, al que el sevillano toreó con suma lentitud en una encajada y pausada faena. No estuvo sobrado de fuerza un astado de gran calidad a derechas, ejemplar de la divisa salmantina, que colocó la cara y fue hasta el final con gran entrega tras los chismes. Comenzó su labor junto a las tablas el sevillano, en un inicio siempre a favor del toro. Sabía José Antonio que todo había que hacerlo con despaciosidad para no quebrantar a un animal con buen gesto. Corrió la mano con cadencia en muletazos de gran plasticidad. Enganchó y pulseó la franca embestida del primero de su lote, animal al que había que limarle ese molesto tornillacito que daba al final del muletazo. Morante le dio sus tiempos, dejó respirar a un toro que tuvo humillación y franqueza, pero al que había que llevar siempre enganchado. A zurdas siempre le costó algo más, siendo capaz José Antonio de robarle algún natural con la figura encajada. El cigarrero le regaló a Huelva una labor de su personal concepto, esas que aderezó con molinetes, pases por alto de bella factura y algúndesplante de suma elegancia y torería. La estocada, algo tendida, fue su rúbrica a tan torera y despaciosa labor.
Un magistral Luque le pasea las dos orejas de un segundo de vuelta al ruedo
De volcánica embestida resultó el segundo, otro toro serio y bien presentado de Loreto Charro, que embistió con todo al capote del sevillano. Ya a la verónica, Daniel había dejado su carta de presentación antes de llevar al animal al caballo de forma muy torera y dejar un quite por tafalleras de gran calado en los tendidos. Tanto Daniel como su cuadrilla se habían percatado que el pitón de animal era el izquierdo, de ahí que comenzara su labor a zurdas. Le dio distancia para que se viniera el toro, ese al que exprimió en tres tandas de trazo largo y mano baja. Un tejón, este Presumido de Loreto Charro, ejemplar que todo lo hizo por abajo. El de Gerena enganchó siempre su embestida en naturales largos y de gran profundidad. A derechas le costó algo más, poniéndole Luque aquello que le faltaba al toro. Los muletazos en redondo tuvieron cadencia y templado metraje, llegando estos rápidamente a los tendidos. Se gustó y gustó el sevillano en un trasteo que nunca perdió intensidad. Cuidó los tiempos, le dio importancia a todo lo que hizo, dejando un trasteo de máxima rotundidad ante un animal importante. Acertó en los terrenos y las alturas dentro de una obra de alto nivel. Cerraría su gran actuación por luquesinas antes de poner la rúbrica con una estocada de rápido efecto, que pondría en sus manos las dos orejas de un toro premiado con los honores de la vuelta al ruedo.
Silenciado Ortega con un tercero falto de empuje y raza
No tuvo suerte Juan Ortega con el tercero, un toro bajo y bien construido, pero sin la seriedad y vuelta de pitón que tuvieron el primero y el segundo. Muy decidido salió Juan con el capote, pese a la salida abanta del astado. Tras fijarlo en el percal, dejó varias verónicas y una media de buen corte. Se cuidó al de Loreto en el jaco, plasmando el sevillano un quite capote a la espalda rematado con una revolera que puso a la gente en pie. Una firma que recordó aquella celebre frase del siempre recordado Pepe Alameda: «Plegó el capote como una dama cuando cierra el abanico». Pero el toro no tenía ni bueno apoyos ni continuidad en sus embestidas. Ortega dejó pinceladas de su cadenciosa tauromaquia, pero su labor nunca llegó a tomar vuelo. Tras enterrar el acero al primer intento, fue silenciado.
Abroncado Morante tras abreviar con el cuarto: salio con la espada de matar
No se dio coba Morante con el cuarto, un astado fino de cabos que fue enlotado con el más serio de la corrida. Se defendió el de Loreto Charro ya con la capa, soltando la cara y acortando el viaje. No se empleó en el jaco, acudiendo sin celo al capote de su lidiador. Se vio desencantado al sevillano con la brusquedad y el genio del toro, saliendo este con la espada de matar. Tras un macheteo por la cara, dejó una media agarrada que fue suficiente para dar el saboreo astado con sus huesos en el albero. Aceptó la bronca el cigarrero con un gesto de disculpa, tras la imposibilidad de hacer faena.
Luque porfía con un quinto que se afligió al sentirse sometido
Le faltó bravura al quinto de la tarde, otro toro fino de cabos del hierro salmantino que pese a tener virtudes acabó apagándose como una velita. No pareció contagiarse Daniel de la caída de un festejo que había tenido dos desalentadores capítulos por el juego de los animales lidiados en tercer y cuarto lugar. Lanceó a la verónica -de forma desigual- al de Loreto antes de cuidarlo en el caballo, prefiriendo no entrar en su turno de quites. Conocía el sevillano que no iba a estar sobrado de raza el astado, por lo que se puso a torear sin probaturas. Esta fue una labor brindada a Morante de la Puebla, abroncado por una parte de la plaza, que no supo dejar a un lado lo vivido en el toro anterior. Porque a Morante únicamente se le abronca por aquello que dejan de ver. Las dos primeras tandas hicieron albergar esperanzas, con un animal tomando la muleta con temple y calidad, pero esa chispa poco a poco fue languideciendo. Daniel buscó torearlo a media altura para apretarle cuando vio que el toro podía con esa exigencia. Con mejor embroque que finales, el de Gerena también supo aprovechar las inercias y las querencias de un toro que se afligió al verse sometido. De ahí en adelante, porfió sin demasiado lucimiento el sevillano ante un toro que acabó rajado. Se atascó en la suerte suprema, sonó un aviso y fue finalmente ovacionado tras otra obra de gran autoridad, firmeza e inteligencia.
Juan Ortega pasea una oreja del sexto
Se guardó Ortega el toro más serio de su lote para cerrar la tarde, un animal largo y algo altito que tampoco tuvo continuidad en sus embestidas. Un ejemplar al que le costó desplazarse de salida, ese que pese a tener nobleza, le costaba un mundo desplazarse hasta el final. No quería irse Juan de Huelva con un sabor agridulce, de ahí que se hiciera presente en el ruedo para aprovechar su turno de quites toreando por delantales. Vio rápido la condición del toro, de ahí que buscara siempre llevarlo empapado de muleta, sin dejarle pensar. Cierto es que no pudo ser una faena lucida, que hubo enganchones y desigualdades, pero no es menos cierto que dio un paso adelante en un trasteo donde tiró de raza viendo que la tarde se le iba por el sumidero. Se acopló más y mejor a derechas, dejando muletazos con la rodilla genuflexa en varias fases de su labor. Muy receptiva estuvo la afición onubense con él, premiando al sevillano con un apéndice por una labor efectista y porfiadora.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Merced, Huelva. Quinta de la Feria de Colombinas. Corrida de toros. No hay billetes.
Toros de Loreto Charro, desiguales de presentación y hechuras. Destacó el segundo de la tarde de nombre Preferido y premiado con la vuelta al ruedo. Con virtudes un primero de gran clase a diestras y un quinto con buen gesto y humillación pero que acabó acusando el sometimiento.
Morante de la Puebla, de turquesa e hilo blanco: oreja y bronca.
Daniel Luque, de marino y oro: dos orejas y ovación tras aviso.
Juan Ortega, de caña y oro: silencio y oreja
CUADRILLAS: Saludaron Juan Contreras y Jesús Arruga tras parear al segundo de la tarde